La batalla de Felipa para vivir en una ciudad donde falta el agua

Potosí enfrenta una de las crisis hídricas más preocupantes de los últimos tiempos. Expertos atribuyen la situación a fenómenos como El Niño y al cambio climático. ¿Cómo es aprender a vivir con poca agua?

La crisis por el agua obligó a Felipa a adaparse a un consumo restringido del líquido vital.

Felipa Orcko Arriola nació en 1968, en una comunidad de Potosí llamada Chaquilla Alta. La falta de oportunidades en el campo, la llevó a migrar en 2010 junto a sus seis hijos. Así llegó a la ciudad capital, en un extremo llamado Ticka Loma. Y desde el año pasado, le tocó aprender a vivir con poca agua, cuando una sequía extrema empezó a azotar a este departamento del sur de Bolivia.
Ahora esta familia, como muchas otras de esta región, han aprendido a recolectar agua de lluvia y a esperar al camión cisterna para recibir dotaciones insuficientes para su realidad.


Adaptarse a la escasez

“Al principio fue todo un desafío. Cuando nos dimos cuenta de que la escasez de agua era una realidad con la que tendríamos que lidiar durante mucho tiempo, nos vimos obligados a buscar soluciones. Al principio, nos costó mucho, porque el agua de lluvia tiene una textura y un sabor ligeramente diferentes al agua que consumimos normalmente. Tuvimos que ajustar nuestras formas de cocinar, especialmente en la cantidad de líquido que utilizábamos. Pero con el tiempo, nos acostumbramos”, cuenta Felipa Orcko.
Pero no todo es tan simple, ni siquiera tener agua de lluvia es un alivio, porque al ser reciclada, contiene bacterias y otras sustancias nocivas, por lo que la gente también aprendió a o tuvo que aprender a usar filtros caseros. Además, en los casos donde el riesgo de contaminación es mayor, recurrir al hervido adicional, para prevenir enfermedades.

En la casa de Felipa se pueden observar tubos y tachos que sirven para la recolección del líquido vital.

Así es la vida de una familia que ya no cuenta con agua ni siquiera en cisternas; afrontan diariamente las dificultades de vivir sin un acceso regular al agua potable.
En la ciudad de Potosí, la falta de agua no es solo una preocupación ocasional, sino una realidad muy dura que afecta profundamente la vida de sus habitantes. La sequía persiste desde 2023, año en el que se llegó a extremos. La Zona Alta pasa por una lucha y resiliencia que hasta ahora no ha terminado.
Impacto de “El Niño” y cambio climático
En los últimos meses, el departamento de Potosí ha enfrentado una sequía que ha afectado tanto a las zonas rurales como urbanas. Este fenómeno está relacionado con la aparición de “El Niño”, aseguran los expertos. En el caso de este departamento, la última incidencia de este fenómeno fue en 2016, afectando a 2.779 familias que perdieron sus hogares y algunos cultivos, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE).

Vivir sin acceso al agua potable obliga a Felipa y a sus familiares a consumir agua reciclada.


“Actualmente, estamos nuevamente bajo los efectos de El Niño, lo que nos ha llevado a una escasez de lluvias este año. Hasta el momento, el impacto ha sido moderado. Este fenómeno suele causar sequías en muchas regiones, mientras que en otras provoca lluvias intensas. Además, el cambio climático contribuye significativamente a las sequías en muchas partes del mundo, al alterar los patrones de precipitación, aumentar las temperaturas y acelerar la evaporación del agua”, explica Gabriela Villca, Ingeniera Ambiental y Docente de la Universidad Autónoma Tomás Frías.
Aunque este año cayeron algunas lluvias, la familia de Felipa pensó que los problemas de la escasez habían terminado, pero aquello fue un espejismo.
“Ahora estamos en una situación muy difícil. Durante la temporada de lluvias, dependíamos en gran medida del agua recolectada, pero con la falta de lluvias, nos encontramos en apuros. Estamos recurriendo a otros medios para conseguir agua, como comprarla a precios altos o recurrir a vecinos que tienen acceso. Aunque ya tenemos una pileta pública, la situación sigue siendo precaria, ya que a la semana solo podemos agarrar por una hora y eso no nos alcanza para nuestras necesidades”, asegura.

En ese contexto, la solidaridad vecinal juega un papel importante. A menudo entre todos se ayudan para resolver sus problemas más urgentes, pero esto también es limitado y no siempre sostenible.
La situación de esta familia refleja la realidad de muchas otras en Potosí. La falta de dinero y atención en zonas vulnerables, por la dependencia de soluciones temporales, refuerzan una necesidad urgente de intervenciones sostenibles y a largo plazo. Y la gran pregunta es: ¿está el Estado boliviano pensando en estos problemas?

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