Victoria boliviana no podía haber llevado mejor nombre. No solo porque se trata de una especie que únicamente se encuentra en Bolivia, sino porque lograr su reconocimiento en el prestigioso Guinness World Records fue una hazaña que superó temporales y rigurosos estudios científicos.
Este nenúfar o planta acuática del género Victoria fue reconocido como nueva especie para la ciencia en julio de 2022. Hasta antes de ello, se le confundía con la Victoria amazónica por su tamaño. Y aunque un especimen de la planta estuvo durante 177 en el Herbario de Kew, un extenso jardín botánico ubicado en Londres, no fue hasta 2006 cuando el horticultor español Carlos Magdalena vio una foto en el sitio especializado victoria-adventure.org “y casi que desde el primer momento me di cuenta que había una cosa muy peculiar en esas plantas”.
El artículo había sido impulsado por Gastón “Tonchi” Ribero, un “paisajista autodidacta” cochabambino de 75 años, quien un día —allá por 1982— viajó por trabajo a Santa Ana de Yacuma, Beni, y vio este lirio acuático, de hojas inmensas verde y rojo, y grandes flores rosadas.

Aquel encuentro, descrito como un “espectáculo”, lo llevó a indagar más al respecto. Así supo, por ejemplo, que las raíces se anclan en el fondo del barro, que de allí salen peciolos que terminan en hojas redondas que flotan junto a sus flores en la superficie del agua. Estos no eran los lirios que pintaba Claude Monet (Francia), aquellos de hojas de 20 a 30 centímetros de diámetro; estos eran gigantes.
El reto por la Victoria

Tras aquel impacto visual, Ribero decidió crear un lugar para “criar y admirar” estas plantas. Aquel sueño se materializó 15 años después, cuando a finales de 1999 encontró un terreno de cuatro hectáreas en el municipio de Porongo, a 15 minutos de la ciudad de Santa Cruz, donde encontró en la topografía de hondonadas y lomas, el lugar perfecto para tener a sus victorias.
Hoy ese lugar es un ecoparque llamado La Rinconada, donde se ha recreado diversos ecosistemas para albergar bosques y jardines, en cuyo centro hay una laguna que se alimenta con agua de lluvia: el hogar de la Victoria boliviana.
Pero todo esto empezó a principios del año 2000, cuando Tonchi soñó todo esto. Una vez que tuvo listo el escenario, uno de sus trabajadores de entonces, Raúl Ortuño, le contó que, en un cuerpo de agua entre Trinidad y San Ignacio de Moxos, en Beni, había victorias. Como Ortuño fue al lugar, a su retorno trajo 26 plantas, perfectamente sacadas y protegidas en papel periódico húmedo y plástcio. De ellas, solo una sobrevivió en su nuevo hábitat, en Santa Cruz, “la más feíta”, dice Ribero.

La primera polinización fue artificial, pero la segunda vez, el paisajista dejó a la naturaleza hacer su trabajo. Pequeños escarabajos nocturnos que vuelan de flor en flor para alimentarse cumplieron ese rol.
Desde entonces, cada año se obtienen semillas que se quedan en el fondo de la laguna y de las que, cada octubre, nacen nuevas plantitas, con hojas flotantes de unos tres centímetros y que crecen con subsiguientes hojas cada vez más grandes. Finalmente, entre diciembre y enero alcanzan su mayor tamaño. De febrero a mayo, las plantas siguen vivas, pero lanzando hojas nuevas cada vez más pequeñas hasta que en junio, mueren.
Rumbo al Guinness

Cierto día, Roberto Vásquez, botánico y explorador, le dijo a Tonchi que sus victorias estaban muy grandes. Tras el llamado de atención, las midieron y las mismas llegaban a 2.86 metros de diámetro. El asombroso tamaño llamó la atención del Museo de Historia Natural Noel Kempff Mercado, por lo que se describió tal extremo en la citada web victoria-adventure.org.
Inicialmente los científicos pensaron que hubo un error, y que Ribero hablaba de centímetros. Tras aclarar la situación, enviaron preguntas para seguir indagando. Hasta que en 2012, un año de mucho calor y luvia, una de las hojas llegó a medir 3.20 metros de diámetro.
Al darse cuenta, la gente de La Rinconada organizó una conferencia de prensa y convocó a un notario de fe pública para anota el logro. Fotógrafos experimentados captaron las imágentes y el escultor Juan Bustillos junto a su equipo, logró hacer un molde del tamaño de la hoja en yeso. Este último actualmente se encuentra en el Miuseo de la Victoria boliviana, situado en el ecoparque.
A partir de ese año, y sabiendo que la hoja superaba con creces el tamaño de la hoja más grande del mundo, Ribero se empeñó en lograr el reconocimiento.
Pero todo parecía ir en contra. De hecho, el obstáculo que haría desistir a cualquiera, pero no a Tonchi por su perseverancia, fue que diez días antes de que llegara a Santa Cruz el adjudicador del Guinness, un temporal de viento en pleno verano, “levantó, deshidrató y destruyó las hojas”. Al día siguiente no quedaba nada que se pudiera apreciar ni medir.
Desde la ciencia

Mientras, el horticultor y científico del jardín botánico de Kiew, Carlos Magdalena, no había olvidado las fotos ni la descripción. Así que llegó a Bolivia y con la colaboración de La Rinconada; Darío Melgar, director del Jardín Botánico de Santa Cruz y gente del Herbario de La Paz, lideró un estudio en Reino Unido, donde tras varios años, se determinó que aquella planta acuática beniana es una nueva especie, que no tiene que ver ni con la Victoria amazónica ni con la Victoria cruziana, por lo que no fue difícil elegir el nombre: Victoria boliviana.
“Hemos dado vueltas a nivel molecular, histórico, distribución, y no queda duda que la planta de La Rinconada es excepcional, nunca se ha descubierto una especie de nenúfar gigante por más de 200 años y simboliza un poco la riqueza biológica que teneís en Bolivia”, asegura Magdalena en un video.
En tanto, que el 30 de enero de este año, Bolivia se anotó dos récords Guinness gracias al empeño, perseverancia y aporte de la ciencia: la hoja nenúfar y la hoja no dividida más grande del mundo.
Con todo eso, la alegría de Tonchi el pasado lunes era tan evidente que no dejó de sonreír durante la celebración en su ecoparque La Rinconada: “¿cómo no voy a estar orgulloso, emocionado y agradecido?”.