¿Qué hay en las tres regiones afectadas por incendios forestales de Santa Cruz y cuál su importancia para la biodiversidad?

La Chiquitania, el Chaco y el Pantanal boliviano sufren duros embates del fuego desde hace más de tres semanas. Más de un millón de hectáreas fueron consumidas hasta el momento. Especies nativas, fauna en riesgo de extinción y reservas de agua se encuentran en el interior de cada ecorregión.

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Rocío Lloret Céspedes/ Foto principal: Steffen Reichle

Otuquis (Pantanal)

El camino al Parque Nacional Otuquis es angosto y largo, como si no tuviera fin. Desde la ruta de tierra colorada, salpicado de diminutas piedras de ripio, apenas se alcanza a ver raquíticos árboles de pie. Palmeras marchitas, como si finalmente se hubieran rendido ante la adversidad.

.Es lunes, 26 de agosto, y a medida que uno ingresa hacia el área protegida, luego de pasar un puesto de control custodiado por soldados, el panorama se asemeja a una escena del Apocalipsis: todo cubierto por ceniza y hollín. Humo, asfixiante humo de brasas recién apagadas.

No hace muchas horas, el domingo, ingresar más al fondo era casi imposible. Paula Saldaña, de la Plataforma por el Medio Ambiente y la Vida, cuenta que el fuego era intenso, desesperante. Hoy logramos avanzar como 45 minutos y en lugares donde pareciera que el fuego se extinguió, basta una ráfaga de viento para que se levanten llamaradas que se van carcomiendo lo que encuentran a su paso. Y el humo no da tregua. El aire está impregnado de él y lo cubre todo, como si una nube se hubiera asentado sobre este territorio otrora plagado de copos e imponentes árboles.

Así luce el ingreso al Parque Nacional Otuquis. Foto: Rocío Lloret.

Este parque nacional (PN) y área natural de manejo integrado (ANMI) fue creado en 1997,  y es parte del Pantanal boliviano. Está al sureste de Santa Cruz, entre las provincias Cordillera y Germán Busch. Según un documento del Servicio Nacional de Áreas Protegidas (Sernap), se divide en dos bloques: el PN, que es el área más extensa, al sur de la ciudad fronteriza con Brasil, Puerto Suárez, y Charagua. Y el ANMI, que está al norte de Puerto Suárez y se denomina río Pimiento. Esta parte incluye, además a Puerto Quijarro y El Carmen Rivero Tórrez.

Como ecorregión, corresponde al Pantanal boliviano y supera el millón de hectáreas en extensión. Un reporte de la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN) da cuenta que hasta el lunes 26 se habían quemado más de 135 mil hectáreas; el equivalente a 1.350 kilómetros cuadrados.

El momento más crítico de este lugar fue el 17 de agosto. Aunque hace tres meses comenzaron los incendios, hace poco más de diez días la situación se hizo insostenible. Saldaña cuenta que lo que ella y sus compañeros vieron el domingo 25 era “para llorar”.

El biólogo René Guillén dice desde su experiencia que los animales que se movilizan rápido pueden huir del fuego; los lentos, pueden entrar a sus madrigueras; pero los más no logran ni lo uno ni lo otro, y mueren quemados o asfixiados por el humo. Eso precisamente fue lo que vieron los activistas, impotentes ante tanta destrucción.

Hasta antes de la tragedia, este lugar era muy visitado por turistas extranjeros. El hecho de tener una llanura con planicies, piedemontes, serranías y el escudo precámbrico; hacen que sea un territorio rico en fauna y flora. Perteneciente a la macrocuenca del río de la Plata, sus principales cuencas son los ríos Tucabaca y las Quebradas Cáceres. De ahí la importancia de los humedales dentro del Paque Nacional como del ANMI. Ello sin contar los bañados de Otuquis, donde se presentan niveles de inundación entre enero y marzo, y el Gran Pantanal, que presenta inundaciones entre abril y junio.

Esto último va sumado a un clima subtropical, cuya temperatura promedio es de 26 grados, pero que alcanza los 40 en verano y puede bajar a cero grados en invierno.

Tanto en el PN como en el ANMI hay tres ecoregiones: el Cerrado, Sabanas Inundables y el Bosque Chiquitano. Ahí radica la riqueza de flora y fauna de la zona, con especies de árboles como el cuchi, tajibo, verdolago, curupaú, alcornoque, cedro, bibosi, palmares de carandá y motacú, entre otras. Solo en mamíferos se ha contabilizado hasta 2013, 59 especies, entre las más representativas: la londra, el lobito de río, ciervo del pantano, anta, taitetú, pejichi y el oso bandera.

En el primer bloque, el número de aves supera las 170 especies, de las cuales, según el Sernap, 35 son acuáticas y ocho prioritarias para la conservación. En la cuenta del río Pimiento se registró más de 120 especies, 43 de ellas, acuáticas. Asimismo, más de 30 especies de reptiles, de las cuales, cinco son especies mayores, y un total de 24 anfibios. Todos estos datos corresponden a 2001 y una actualización hecha en 2013, por lo que son números aproximados, ya que se cree que son muchísimas más.

En la carretera de tierra colorada, todavía hay vestigios de la barbarie: cabezas de boas carbonizadas, por ejemplo. Y es que la lucha contra el fuego es desigual: hombres cargados de valor e inagotables fuerzas contra indomables lenguas de fuego que azotan de un lado a otro.

Al menos 220 voluntarios, entre soldados, funcionarios de la Alcaldía de Puerto Suárez, guardaparques, personal de las estancias aledañas e incluso pobladores trabajaron con desesperación. Por eso, cuando la tarde del lunes cayó una fuerte lluvia, muchos de ellos lloraron de alegría. Se abrazaron con activistas que llegaron al lugar para dejar donaciones. Se alegraron como si hubiera sido la primera vez que veían caer gotas de agua del cielo. Pero ni eso fue suficiente. En medio de la desolación, nuevamente el humo cundía el ambiente, señal del reinicio del fuego. “¡Hay que irse! ¡Rápido!”, se oía entonces. Y había que retroceder, correr a los vehículos y marcharse, para volver. Volver siempre que sea necesario para cuidar todo esto, pero sobre todo, para seguir luchando.

Ñembi Guasu (Chaco)

La nueva área de conservación alberga una gran cantidad de fauna silvestre. Foto: Nativa

Ni bien se cierra una de las puertas de acceso al Parque Nacional y Área de Manejo Integrado Kaa Iya, en Santa Cruz, se abre una extensión de más de un millón de hectáreas de bosques muy bien conservados, con una gran diversidad de flora y fauna: el Ñembi Guasu, la reserva más joven de Bolivia, creada el 29 de abril de este año; una de las primeras leyes tomadas por el Gobierno Autónomo Guaraní Charagua Iyambae (único en el país).

En este lugar de tierra caliente, predomina la cultura guaraní, que tiene una cosmovisión conservacionista. Nicolás Aguilera, uno de los guardaparques del Kaa Iya, por ejemplo, explica que sus antepasados únicamente cazaban por necesidad, pero siempre pensaron en que debían dejar lugares para sus descendientes. Por eso impulsaron la creación de áreas protegidas.

En el caso del Ñembi Guasu, que significa “Gran Escondite” o “Gran Refugio” en guaraní, su extensión llega a 1,2 millones de hectáreas, es decir, 12 mil kilómetros cuadrados. Es parte del Gran Chaco Sudamericano, con bosques muy bien conservados, que se resisten al avance de la deforestación, según un reportaje de Mongabay.

El reporte del diario El Deber da cuenta que aquí el fuego comenzó el 9 de agosto. El hecho de estar entre el Kaa Iya del Gran Chaco y el Otuquis, hizo que las llamas arrasen con 187.800 hectáreas, hasta el 28 de agosto. Lo más preocupante es que estos tres sitios consolidan un territorio continuo, que alcanza a seis millones de hectáreas dedicadas a la conservación.

El Ñembi Guasu, de calor intenso entre octubre y abril, y fríos inclementes en invierno, acoge a especies como el jaguar, el puma, el mono nocturno y el oso hormiguero. Pero también protege el territorio del pueblo indígena Ayoreo, que permanece en aislamiento voluntario.

“Este territorio continuo tiene una amplia frontera con Paraguay, que se vincula con la Reserva de Biosfera del Chaco Paraguayo. Se trata entonces de un complejo de conservación binacional”, explica a Mongabay Iván Arnold, director de Naturaleza, Tierra y Vida (Nativa), organización que acompaña al pueblo guaraní en todo el proceso de consolidación del área reservada.

Las cámaras trampa detectaron grandes felinos, chancho tropero y el gato onza, entre otros. Unas 300 especies de aves, 100 mamíferos y, por lo menos, 80 variedades de reptiles y anfibios fueron contabilizados por Nativa.

Aquí, como en los otros lugares donde el fuego fue implacable, el acceso es difícil. En este caso, el territorio pertenece a Charagua, pero los dueños de las estancias son de Roboré, informó El Deber. Está cerca de la frontera con Paraguay, por lo que testimonios de lugareños al diario cruceño dan cuenta que militares de ese país quisieron ayudar a sofocar las llamas, pero los nacionales no aceptaron “para no crear un conflicto internacional”, dijo el estanciero Arturo Suárez. Por su información, el fuego saltó la brecha del gasoducto Bolivia – Brasil.

Este viernes 31, las llamas se reavivaron y desde el Kaa Iya (Guardián del monte) se pedía auxilio a gritos para que el ataque al fuego sea también por aire.

Chiquitania

Este bosque es uno de los pocos que quedan en el mundo con sus características. Foto: FCBC

“Para mí el fuego comenzó los primeros días de agosto”. José Vera es conductor de una cooperativa de vehículos que cubre la ruta Santa Cruz de la Sierra – San José. Delgado, cuenta que en cercanías de El Portón, por Roboré, vio un incendio y lo reportó a una página de informaciones de Facebook. “Nadie me hizo caso”, cuenta. Mientras avanza con su vehículo por la carretera Bioceánica que une Bolivia con Brasil, las huellas que dejó el fuego todavía son frescas.

Aunque las llamas no afectaron centros urbanos, sí lo hicieron en comunidades que están a kilómetros alrededor. Taperas, El Portón, San Lorenzo Viejo, Santa Rosa de Tucabaca, la lista suma más de 30, en al menos diez municipios del departamento oriental de Santa Cruz.

En muchos de estos lugares, la gente luchó sola contra las llamas al principio. En el ingreso a San Lorenso Viejo, por ejemplo, una pareja de ancianos que viven solos, tuvieron que llamar a sus hijos y a dos nietos que están en el cuartel para que los ayuden. “Vinimos corriendo a sacar agua de las dos norias que tenemos. Cargábamos los baldes en las carretas y corríamos a apagar el fuego. Ahora no hay agua, recién ayer nos trajeron una cisterna para llenar esto”, cuenta Wanderley Pereira, familiar de los afectados.

El fuego avanza implacable ante la impotencia de la gente. Foto: Wanderley Pereira

Cuando uno recorre todo esto se encuentra con gente que guarda en el celular escenas parecidas al día final. Llamaradas inmensas que lucen su poderío frente a pequeños hombres y mujeres que traspiran el alma mientras echan agua.

El reporte oficial da cuenta que los peores días fueron el 17 y 18 de agosto. Aunque para entonces ya había bomberos, guardaparques, voluntarios, vecinos y hacendados defendiéndose del fuego, era imposible luchar con un fenómeno que no da tregua.

Mientras en ciertos lugares se logra apagar las llamas, basta que una brasa ardiente se convierta otra vez en un infierno. Y así se va “salpicando” de un lado a otro.

La Chiquitania boliviana abarca gran parte del Este de Santa Cruz. Es una zona de transición entre el Chaco y la Amazonia. En esta extensa llanura están la mayoría de los municipios más afectados por los incendios: San Rafael, Roboré, Concepción, San Matías, San Antonio de Lomerío, Puerto Suárez, San José de Chiquitos, San Javier y San Ignacio de Velasco. El décimo es Charagua, que corresponde al chaco.

Una de las características del terreno es el Escudo del Precámbrico, una plenillanura en forma convexa que, desde los 500 metros sobre el nivel del mar, en San Ignacio, desciende a todos lados con pendientes suaves, según describe Salomón Rivas en su libro ‘Las maravillas del Precámbrico’ (2007).

Se trata, por tanto, de una región constituida por rocas formadas en el precámbrico, que no han sido recubiertas por el mar. En ella hay minerales de cuantioso valor.

Asimismo, es un territorio rico en agua. En el caso de Roboré, está la Unidad de Conservación del Patrimonio Natural y Área Protegida (UCPN) Tucabaca, que tiene una extensión de 262 mil hectáreas.

En su interior hay una porción del bosque seco chiquitano, considerado como el bosque seco tropical mejor conservado del mundo. Hay fuentes de agua de la serranía de Santiago y cursos de agua que forman la base del sistema hídrico regional. Además de flora y fauna, los sitios arqueológicos son de gran valor.

Una de las pozas del Sendero San Marcos en Santiago de Chiquitos. Foto: Doly Leyton Arnez

Según el sitio oficial de la Gobernación de Santa Cruz se estima que solo aquí hay 1.500 especies de plantas propias, como el tajibo, paquió, almendra, tayoy, pesoé, entre otras. “La serranía de Santiago alberga el más alto potencial de plantas endémicas del oriente boliviano”, refiere.

Todo esto, sumado a un clima cálido, hace que la zona sea uno de los sitios con más visitantes de Santa Cruz, después de Samaipata.

De ahí que atravesar la carretera y observar a los costados cómo dejó el fuego los alrededores causa pesar y la gran pregunta: ¿cuándo acabará todo esto?


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