Alarmante reducción hídrica en Laguna Concepción, Laguna Marfil y represas de la Chiquitania

Uno de los cuerpos de agua es un sitio Ramsar de importancia internacional, que en un año perdió el 77% de su superficie. Factores como la deforestación y la sequía serían causantes de este descenso, que ha provocado muerte de animales y preocupación por la dotación del líquido para los habitantes.

Esta imagen fue captada en octubre de 2021 en Laguna Concepción. Foto: Juan Cambará

La Región

En un año, el caudal de la Laguna Concepción se redujo en 77 por ciento. Así, uno de los ocho sitios Ramsar de Bolivia pasó de tener una superficie hídrica de 5.300 hectáreas, en noviembre de 2019, a 4700 hectáreas, en agosto de este año, y quedarse con 1.250 hectáreas, según la última medición que se hizo en noviembre.

El lugar, ubicado a 230 kilómetros de Santa Cruz de la Sierra, fue declarado en 2002 como un humedal de importancia internacional (sitio Ramsar), debido a su riqueza biológica y porque era parada de aves migratorias que llegaban de Norte y Sudamérica.

Con una extensión de 130 mil hectáreas, era uno de los espejos de agua más grandes del departamento. Por ello en 2009 fue declarado Área Protegida Municipal Laguna Concepción, administrada por los municipios de Pailón y San José de Chiquitos, con el apoyo de la Gobernación cruceña.

“Cuando se la creó no solo se pensó en la laguna, sino en el entorno: bosques, matorrales, áreas de uso ganadero y se consideró justamente los ecosistemas naturales y las personas”, dice Oswaldo Maillard, coordinador del Observatorio del Bosque Seco Chiquitano de la Fundación para la Conservación del Bosque Chiquitano (FCBC).

El color gris muestra hasta dónde llegaba el agua en noviembre de 2019. Actualmente luce así (gráfico azul). Ilustración: Observatorio del Bosque Seco Chiquitano/FCBC, proyecto ECCOS

El biólogo explica que no es la primera vez que la Laguna se ve afectada por estas reducciones. Un análisis realizado por el Observatorio, da cuenta que en 1985, el cuerpo de agua por entonces tenía 5.300 hectáreas.

Desde entonces hubo varias reducciones, la más severa en 2001. Para 2003 se redujo completamente. “No había nada de agua”.

Pasaron los años y en 2007 empezó a llenarse nuevamente. Primero hubo 18 hectáreas de superficie hídrica; en 2009, como 2.400 hectáreas. Luego vinieron varias fluctuaciones mensuales entre 2011 y 2013. Ya en 2015 tenía casi cuatro mil hectáreas.

“Esto nos muestra que, probablemente, (el agua) va a reducirse más. Es muy probable que el factor determinante sea la sequía. Hay que hacer análisis para ver si los afluentes de los ríos que aportan a la laguna, no están siendo afectados. Se necesita un estudio más detallado”, asegura el experto.

La razón para hacer un estudio es que, por ejemplo, entre 2003 y 2007, la reducción se debió a la implementación de cultivos. “Aunque este año parece que hay una relación muy fuerte con el tema de la sequía”.

Laguna Marfil: “cuatro centímetros de agua”

Así luce este espejo de agua, fuente de vida de animales, pero también de comunarios que aprovechaban la pesca sostenible. Foto: Juan Cambará

Otro cuerpo de agua dulce que ha sufrido las consecuencias de factores como la falta de lluvia, entre otros, es Laguna Marfil. Situada en el el área sur del Parque Nacional Noel Kempff Mercado (Santa Cruz), comparte su extensión con el estado de Mato Grosso, en Brasil.

Es una de las más importantes de la Chiquitania y este año se ha ido secando. Con una superficie de 6.800 hectáreas entre ambos países, los análisis muestran que en 2017 tenía como siete mil hectáreas. Para noviembre del año pasado, se redujo a 6.700 hectáreas, y en agosto de esta gestión, se registró 3.680 hectáreas hídricas, cifra que se mantuvo para octubre, según datos del Observatorio del Bosque Seco Chiquitano, entregados por Maillard.

La imagen muestra la reducción que hubo en la Laguna Marfil entre 2019 y 2020, especialmente en el lado boliviano. Fuente: Observatorio del Bosque Seco Chiquitano/FCBC, proyecto ECCOS.

Antonio Suárez, miembro del comité de gestión del área protegida, asegura a La Región que la disminución se notó desde 2015.  “Cada año viene bajando (el agua) y el monte también. Estos dos últimos años, el avance ha sido muy notorio. La piedra siempre se mantenía con el agua a un nivel de cinco metros en la parte más honda, ahorita usted camina a pie toda esa zona y se sigue secando”, dice.

Por su experiencia, temen que este año la laguna se seque por completo, como sucedió hace algunas décadas atrás. Como consecuencia, los comunarios que viven de la pesca sostenible se han visto perjudicados. Del mismo modo la producción de yuca y plátano se ha visto afectada.

“Ahorita los animales, las petas, que entran al barro no pueden salir y ahí se mueren”.

Las lluvias que cayeron en las últimas semanas, si bien fueron copiosas, no aumentaron el caudal del agua. “Todo está seco, por decirle están 70 centímetros de barro y cuatro centímetros de agua encima”.

Las represas

El agua que sale del grifo en la localidad de San Miguel tiene presencia de muchos organismos. Video: gentileza de un vecino, enviado por Tito Arana.

En San Ignacio de Velasco, la represa Guapomó es la fuente de agua de alrededor de 50 mil habitantes con los que cuenta el municipio.

Tito Arana, técnico de la regional Velasco de la FCBC, dice que la última vez que se llenó y corrió por su desagüe fue hace más de cinco o seis años. De ahí para adelante el nivel fue disminuyendo.

Según su diagnóstico, la cantidad de consumo de agua extraída es superior a la que le entra y eso se debe a varios factores. Uno de ellos es la deficiencia de lluvias, que ha variado últimamente.

Por ejemplo, hace 15 años el promedio de precipitación pluvial era de 1.200 a 1.250 milímetros al año, según datos estadísticos de las estaciones meteorológicas instaladas en la zona

Ahora los pluviómetros muestran que no en esta región de la Chiquitania, la lluvia no llega ni a los 900 milímetros por metro cuadrado al año.

El otro factor es que en la cuenca Guapomó, que es la misma que alimenta a la cuenca Paraguá, “hay muchos asentamientos de comunidades, pero sobre todo de propiedades que construyeron embalses sobre el mismo lecho de la cuenca”.

En consecuencia, el agua es retenida cuenca arriba. A ello se suma la deforestación y el cambio de uso de suelo. “Están sacando la vegetación primaria y la han cambiado por pastura. Eso provoca que no haya la suficiente cobertura boscosa en el suelo. Eso con la lluvia arrastra sedimento y eso va a la represa”, explica.

Al haber menos volumen de agua, mueren los peces y otros animales, lo cual provoca un mal olor y contamina el caudal. Como viviente del lugar, Arana cuenta que aún hirviendo el agua, no es posible consumirla, porque “le sale una espuma” y “queda como algo gelatinoso”.

Esta situación también ha afectado a los municipios de San Miguel y San Rafael, aledaños a San Ignacio. En el caso del primero, la represa que está a dos kilómetros del poblado se ha reducido a un charco, por lo que se tuvo que excavar para sacar agua, pero sin el tratamiento necesario.

“San Miguel tiene un problema adicional, que es que no hay una planta de tratamiento de agua. Hay videos de hace un mes, en los que se ve renacuajos saliendo del grifo y eso es lo que han estado tomando las personas: agua no tratada”, lamenta Maillard, biólogo de la FCBC.

San Rafael sí tiene una planta de tratamiento, el agua ahí es cristalina, “pero si esto sigue así, que no está lloviendo, no sé”, dice Arana.

La Gobernación excavó pozos en la zona, sin embargo, su capacidad es de cinco a diez mil litros de agua. Esa cantidad no es suficiente para abastecer a la cantidad de población de la zona, que crece cada vez más. A ello hay que sumarle que todo este territorio está sobre el escudo precámbrico, lo que significa que es un terreno rocoso.

Mira cómo luce la Laguna Marfil


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