Alternativas sostenibles frente a las amenazas que soportan las áreas protegidas

Este texto editorial fue publicado originalmente en la Revista La Región, edición 69.

La reciente Cumbre Nacional de Ecoturismo en Áreas Protegidas que se realizó en Torotoro, dejó enseñanzas y alertas para enfrentar las amenazas que acechan no solo a territorios de conservación, sino a los pueblos indígenas y campesinos que viven dentro y fuera de ellas.

El primer punto tiene que ver con los factores que determinan el éxito de un emprendimiento ecoturístico. Muchas veces, tanto organismos no gubernamentales como estatales proyectan y apoyan estas iniciativas sin pensar en sostenibilidad y acompañamiento a los actores involucrados a largo plazo. La Región tuvo la oportunidad de visitar ecoalbergues que, en su momento, fueron lanzados “con bombos y platillos”, y hoy se encuentran en total abandono, sin que cumplan el fin con el que fueron creados: generar recursos económicos a comunidades indígenas o campesinas.

Esto tiene que ver con que se requiere capacitación, constancia y, sobre todo, paciencia para ver resultados a mediano plazo.

El otro aspecto a tomar en cuenta es que se hace cuesta arriba tener éxito cuando no se trabaja en conjunto. El destino Rurreanabaque-Madidi-Pampas es hoy un referente internacional, no solo por la riqueza natural y cultural que ofrece en diferentes sitios, sino porque en ello trabajan hoteleros, transportistas, gobiernos municipales, pueblos indígenas y todos los sectores involucrados o beneficiados con el turismo. 

Esto incluso ha permitido enfocar las reivindicaciones en pro de un bien común, y no de intereses sectoriales, como es la inauguración del ansiado aeropuerto de Rurrenabaque.

Similar visión tienen emprendimientos privados como “Tsimane”, en el Parque Nacional Isiboro Sécure (Tipnis), que ha sabido no solo coordinar con entidades como el Servicio Nacional de Áreas Protegidas (Sernap), sino tener entre sus logros la transparencia, para no dejar dudas ni a los pueblos indígenas beneficiarios, ni al Estado recaudador.

Finalmente, urge mirar al turismo especializado como una gran oportunidad, ya que es un tipo de actividad para personas de alto poder económico, que causa un impacto menor, porque no se mide por el volumen de visitantes, sino por las ganancias que dejan. El aviturismo, por ejemplo, es todavía poco explotado en el país, pero sí ha demostrado ser sostenible, tras varios años de trabajo.

Y es que, claro, el otro punto importante es la calidad de servicio que se ofrece a determinado tipo de turista. Más allá de parecer un obstáculo, esto último en realidad es una posibilidad de generar fuentes de empleo.

Todo esto hace posible que se vea al ecoturismo como un camino viable hacia la conservación, en un momento en que la minería ilegal, la deforestación e incluso el narcotráfico tienen en vilo a muchos territorios en reserva.

Este texto editorial fue publicado originalmente en la Revista La Región, edición 70. Haz click aquí, descarga gratis en pdf

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