En 1988, el entomólogo Fernando Guerra participó en un curso de técnicas de inventarios rápidos (BIOLAT-SI/MAB), donde estuvieron instructores de diferentes países, y de museos como el Smithsonian Institution de Washington. Ahí conoció a expertos en entomofauna, que es el estudio de pequeños animales invertebrados, entre ellos Terry Erwin (experto en escarabajos de la familia Carabidae) y David Pearson (experto en escarabajos tigre de la familia Cicindelidae).

El primero ya había trabajado colectando insectos en copas de árboles y mostró la técnica de fumigación que había utilizado en Panamá; misma que empleó en la Estación Biológica del Beni.

Con esa técnica, adaptada para el área protegida boliviana, la estimación de Erwin sobre la riqueza de especies de artrópodos tropicales era por encima de los 30 millones de especies (lo cual estaba sobreestimado). Luego, otros investigadores y con el mismo Erwin hicieron correcciones a su estimación inicial, corrigieron, estimaron y extrapolaron, aduciendo entonces que existen 4,8 millones de especies (mínimo 2,4 millones de especies y máximo 10,2 millones de especies) de insectos.

El recuento preliminar de los daños en 2024

Según Guerra, consultando bibliografía especializada observó que existen 40.000 especies de insectos en una sola hectárea de bosque amazónico y, al menos, 20.000 especies en el bosque seco chiquitano y chaqueño (observación de Guerra). Si se multiplica, por ejemplo, dos millones de termitas por diez termiteros que hay en una hectárea; por 1,5 millones de hectáreas quemadas; el resultado es como 30 billones de especímenes perdidos solo para este grupo.

Por otro lado, poniendo lo mínimo en cuanto a hormigas, siguiendo el mismo patrón, tenemos: 100.000 especímenes por 10 nidos que hay en una hectárea, por 1,5 millones de hectáreas quemadas; tenemos 1.5 billones de individuos afectados.

Ambos grupos —termitas y hormigas— son los más numerosos en este tipo de ambientes, pero también están: escarabajos, abejas, avispas, moscas, mosquitos, tábanos, libélulas, mariposas (diurnas y nocturnas), cochinillas, chinches, tocuras, colémbolos, arácnidos en general, entre otros, advierte el entómologo Guerra.

“Entonces estamos hablando de, al menos, 63 billones de invertebrados muertos, calcinados”, dice.

Cifras que duelen

Por otro lado, manejando números de investigaciones realizadas para el bosque Chiquitano y Gran Chaco (al menos cinco millones de hectáreas quemadas), hay 400 árboles por hectárea. Entonces, se han quemado dos mil millones de árboles.

Si tomamos en cuenta que se estima que hay 10 mil especímenes de insectos por  cada árbol, se concluye que se han perdido 20 billones de pequeños invertebrados solamente en los árboles, sin contar el sotobosque, que es la vegetación que crece cerca del suelo.

Allí existe igual o mayor diversidad que en un árbol, entonces mínimamente en ambos ecosistemas existiría el doble de pérdida de invertebrados: al menos 40 billones de especímenes calcinados.

Lo propio sucede en el Bosque Amazónico donde preliminarmente se contabilizó unas 500.000 ha quemadas. Estimando que al menos existen 200 árboles por encima de los 30 metros de altura por hectárea, de acuerdo con investigaciones, existirían al menos 37.000 especímenes por árbol (dosel). Este cálculo da un estimado de tres billones setecientos mil millones de invertebrados.

Considerando que la parte media y el sotobosque contienen, aproximadamente, el 60 % de los especímenes, la pérdida aproximada de diversidad en invertebrados alcanzaría a los 5 billones 920 mil millones de. En suma, 9 billones 620 mil millones de invertebrados calcinados.

“Concluyendo, son 112 billones 620 mil millones aproximadamente de especímenes de invertebrados perdidos a consecuencia de los incendios forestales, sin tomar en cuenta la pérdida de fauna invertebrada del subsuelo hasta los 30 centímetros de profundidad que afecta el fuego, por lo que el número mencionado anteriormente es solamente un acercamiento”, lamenta Guerra.