Teaser: Klara Teather / Cinematografía: David Campesino
Redacción La Región / Fotos: David Campesino
La cárcel de Palmasola, en Santa Cruz, es una ciudadela de 39 hectáreas, donde hay viviendas, tiendas y restaurantes, entre otros negocios. Es la más grande de Bolivia, no solo en tamaño sino en cantidad de internos: 5.622 hombres y mujeres, distribuidos en siete pabellones o puertas de control (PC).
Detrás de aquellas macizas murallas, la estructura política social y económica se rige por el dinero. Quien puede pagar, tendrá una celda digna; quien puede pagar aún más, una de lujo; quien no tiene, con suerte tendrá un espacio donde apenas pueda moverse. Aquella gente, miles de personas que ni siquiera tienen sentencia (solo el 30 % la tiene), viven en un mundo paralelo, con sus propias normas; con sus propias leyes.
Palmasola, la obra de teatro que se preestrenó durante el XII Festival Internacional de Teatro de Santa Cruz, entre finales de abril y principios de mayo; refleja un poco de esa vida, del proceso que vive un detenido desde el momento que pisa ese suelo; del horror que se puede sentir si se es extranjero; de cómo fue aquella madrugada de marzo de 2018, cuando en un megaoperativo la Policía retomó el control de la cárcel, que hasta entonces estaba bajo el mando del “Oti” -Víctor Hugo Escóbar-, un sentenciado a 30 años de reclusión por dos asesinatos, que cobraba porcentajes por casi todas las actividades que hubiera en el recinto penitenciario.
Bajo la dirección del alemán Christoph Frick, escrita por el investigador/periodista Jhonatan Torrez y la dramaturgia de Carolin Hochleichter, el equipo de Klara Theater ha logrado no solo poner en escena semblanzas de la vida en Palmasola, sino que lo ha hecho de tal manera que el propio público se convierte en actor, ya que no acude solo a mirar, sino que participa, siente y se mueve al ritmo de los protagonistas.
¿Cómo hacer que tres actores y una actriz representen a más de 5.600 internos y 150 policías?
Lo primero que uno imagina cuando le dicen que verá una obra de teatro sobre una cárcel es alguna escena del musical ‘Los Miserables’, basado en la clásica novela de Víctor Hugo: muchas personas, un gran despliegue de escenografía, tal vez la réplica de un muro. Pero desde el comienzo en ‘Palmasola’ pasa todo lo contrario. Ni hay butacas, tampoco un escenario clásico; sino el subsuelo de un edificio (en este caso del Centro de la Cultura Plurinacional) y la incertidumbre de no saber qué pasará dentro una vez que se atraviese la puerta en la que un policía (actor) pide documentos de identidad (en este caso las entradas) para ingresar al Centro de Rehabilitación. Luego de sellar el antebrazo, tal cual sucede en la realidad, todo empieza a moverse de un lado a otro.
Frick ha logrado que cuatro personas: Jorge Antonio Arias, Omar Callisaya, Nicola Fritzen (Alemania) y Marioly Urzagaste representen a los internos, también a los policías, y en ese interín cuenten qué tanto de lo que se dice del penal es cierto y qué un mito. Para ello, el trabajo de Tórrez ha sido fundamental, porque obsesivo como es, se tomó el trabajo incluso de verificar si aquella madrugada del 14 de marzo hacía frío o calor, porque durante la recolección de datos algunos recordaban dos momentos distintos. “Nada de lo que allí se dice dejó de ser verificado”, asegura.
Esto es teatro documental, uno que es más difícil de montar, porque implica un trabajo de preproducción que puede durar meses e incluso años, hasta que el escritor se sienta cómodo tanto con la información como con la historia en sí para guionizarla.
El hoy y el mañana de la obra
Lo que se vio durante el Festival de Teatro fue un preestreno, porque ‘Palmasola’ tiene varios escenarios posibles y muchas escenas pueden cambiar, dice Jhonnatan. El dominio sobre el tema es tal, debido a la investigación precisa e incisiva, que pronto tendrán que llevar la obra a Alemania y a otros países, donde se buscará cómo causar las mismas sensaciones -angustia, dolor, asombro- que se lograron en Santa Cruz.
Por lo pronto no está previsto volver a ver ‘Palmasola’ en Bolivia. En las tres funciones que tuvo en la capital oriental, las entradas se agotaron con anticipación. Antes de entrar, la expectativa era grande y fue colmada con creces no solo por la producción, sino por el esfuerzo de los actores y todo el trabajo que conllevó el montaje, incluido un viaje a Basilea, Suiza, para conocer el otro extremo de esta historia: orden, tranquilidad, una cárcel modelo.
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