Navel Arroyo 

Los loros, como buenos huéspedes, sólo llegan al hotel para dormir. Generalmente arriban
alrededor de las 17:45 con su canto inconfundible, que se escucha aproximadamente hasta las 21:00. Al día siguiente, con el primer rayo de luz, preparan sus alas para empezar con sus actividades del día. Realizan el check out entre las 05:30 y las 06:30 y no vuelven hasta el atardecer.

Foto: © Agustín Klarik
Foto: © Agustín Klarik

A una cuadra, cruzando una vía por la avenida San Martín y 4to anillo se encuentra el Ventura Mall, uno de los más concurrido de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia. Por la tarde, muchos ciudadanos llegan y se van sin percatarse del coro conformado por decenas de loros. Sus graznidos son potentes, pero la contaminación sonora de la urbe es más fuerte y aplaca sus cantos.

Todo lo contrario sucede cuando se está a metros del hospedaje de estos animales en la entrada principal de un hotel cinco estrellas, Camino Real. A cada paso que aproxima a este sitio, el ambiente típico citadino va cambiando: distintos árboles y palmeras ganan espacio; el ruido de la ciudad se desvanece, se escucha la caída de agua artificial del lugar, acompañado del canto envolvente de las aves.

Foto: © Agustín Klarik
Foto: © Agustín Klarik

Sesenta loros silvestres que se despliegan por los árboles entre medio de casas y pavimento. Este numeroso grupo está conformado por dos especies, el Tarechi (Psittacara leucophtalmus) y la Mariquita (Brotogeris chiriri), ambas residentes de Santa Cruz, provenientes de la familia de aves psitácidas.

Según José Antonio Díaz, de la Fundación Conservación Loros Bolivia, las 54 especies de psitácidas registradas en Bolivia, la Tarechi y la Mariquita, forman parte de 11 que se encuentran con facilidad en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra. En la ciudad tienen la posibilidad de encontrar más alimento por los bibosis, toborochis y totaís, árboles característicos de la región que pueden encontrarse, en las aceras.

Foto: © Agustín Klarik
Foto: © Agustín Klarik

En cuanto a la reproducción, los Tarechis eligen la época de lluvia. Para ello, ocupan o hacen huecos en construcciones y edificios. También usan cavidades de árboles como el Curupaú, palmeras como el Motacú y Totaí, y termiteros arbóreos, también conocidos como poseitacús. Estos últimos son excavados por las Mariquitas para anidar y reproducirse en época seca.

En este caso, este grupo de loros decidió mudarse a un hotel ego que para cualquiera suena como una muy buena opción, lcinco estrellas, ubicado en una zona exclusiva de la ciudad. Desde luevantarse por las mañanas con el desayuno listo, piscina para refrescarse, jacuzzi y otros servicios que se tendrían; no es algo que dudaríamos la mayoría si la posibilidad se
presentara, pero estamos hablando de loros silvestres.

Entonces, ¿por qué eligen este lugar como su dormidero fijo? Algunos de los factores son: un techo alto de aproximadamente cinco metros, barrera ante inclemencias del tiempo, que sumado a una cascada artificial, genera un micro clima agradable para su especie y, como plus, alrededor se encuentran muchos árboles.

Detectaron este lugar por “el olor y el sonido del agua que recuerda a una cascada. Estos pueden ser factores interesantes porque los loros se hayan inclinado en colonizar esta zona”, explica el biólogo Huáscar Bustillos, especialista en ecología.

Foto: © Fundación Conservación Loros Bolivia
Foto: © Fundación Conservación Loros Bolivia

Existen varias versiones sobre la llegada de los loros al Camino Real. Miguel Mendoza, jefe de Recepción del hotel, considera que los Tarechis y Mariquitas siempre estuvieron ahí y el crecimiento de la urbe tomo sus lugares de vivienda. “Cuando se abrió el hotel por todos lados era monte”, dijo. Por su parte, Alejandro Coca, uno de los conductores de radiotaxi que brinda servicio permanente en el hotel, recuerda a una parejita como los primeros en llegar hace doce años. “Procrearon y ahora son numerosos”, comenta entre risas.

Estas aves, como cualquier otro huésped dentro de una zona urbanizada, necesitan ciertos servicios básicos, sobre todo la limpieza, y más si se trata de un grupo numeroso ubicado
en la entrada de un hotel cinco estrellas. La bandada de 60 loros genera una gran cantidad de heces para limpiar todos los días.

Foto: © Fundación Conservación Loros Bolivia
Foto: © Fundación Conservación Loros Bolivia

Pero, ¿qué hacer para evitar incidentes con otros huéspedes que entran y salen todo el tiempo? Si bien el viejo dicho reza que un incidente de estos es de buena suerte, la administración del hotel puso alambres en las dos vigas que quedan sobre la entrada para evitar incidentes con sus huéspedes humanos. Por suerte hay vigas para todos, el hotel conserva su entrada principal sin percances, y los loros, su dormidero. Superado el suceso, se puede decir que mejoró la convivencia entre loros y humanos.

¿Qué hacen estos huéspedes voladores durante el día? Trabajar para alimentarse, como todo el mundo. La dieta varía entre semillas inmaduras, pulpas, flores, brotes y en menor medida, hojas y pequeños insectos. En su recorrido en busca de comida “se mueven en grandes grupos, y los Tarechis en pareja. Rara vez forman grupos mixtos entre ambas especies, pero pueden tolerarse alimentándose en los mismos árboles”, explica Díaz.

Foto: © Agustín Klarik
Foto: © Agustín Klarik

En la capital cruceña, donde las construcciones inmobiliarias y el flujo vehicular aumentan mientras la cantidad de árboles disminuye, estas aves aún pueden encontrar sus alimentos sin tener que ir a lugares lejanos a rivalizar con otras especies y exponerse a depredadores.
A cambio, estas aves que se pasean por la ciudad ayudan a la reproducción de árboles, como el bibosi, toborochi, totaís, etc. Según datos de la Fundación Conservación Loros Bolivia, los psitácidos a nivel ecológico especialmente en áreas boscosas de tamaño considerable como el Cordón Ecológico, cumplen un rol de importancia para la propagación de especies vegetales y, por tanto, aceleran la regeneración de áreas degradadas.

Un espectáculo con potencial turístico

La presencia de los loros en su dormidero es un atractivo en sí. En el hotel también se lo considera así. “Para nosotros es un atractivo por el cual no asumimos ningún gasto”, destaca el jefe de Recepción.

Los huéspedes y visitantes se detienen al escuchar sus graznidos. Algunos levantan la mirada para poder ubicarlos, otros intentan sacarles fotos o grabarlos. Mientras tanto, las aves siguen en su rutina sin detenerse. “Si bien para un habitante de la ciudad la presencia de Tarechis, loros y cotorras es algo común e incluso puede llegar a ser molesto por el ruido, no deja de ser un atractivo turístico más de los que por sí se ofrece”, expresa Díaz.

Foto: © Fundación Conservación Loros Bolivia
Foto: © Fundación Conservación Loros Bolivia

Respecto a lo último, el hotel tuvo algún reclamo pero a dicha persona se le brindó otra habitación, según Mendoza. Otros visitantes imaginaron que las aves estaban encerradas hasta que bajaron al lobby, o pensaron que eran alimentados para retenerlos, pero no se les da ningún tipo de comida.

Otros casos de aves que viven en urbes

Bolivia es el sexto país del mundo con diversidad de aves, con 1.435 especies registradas. En la ciudad de Santa Cruz de la Sierra aún es posible observar una variedad de ellas gracias a sus árboles, parques y plazas. Muchos de estos lugares son utilizados como sitios de dormideros, donde se concentran aves que llegan de recorrer muchos kilómetros. Díaz cita ejemplos como el del barrio Polanco, donde cientos de Tarechis llegan a dormir a unos eucaliptos. Lo mismo pasa en Santa Ana de Yacuma, departamento de Beni, con las especies Aratinga weddelli, Brotogeris chiriri y Eupsittula aurea, y en una plaza de Cochabamba, con Brotogeris chiriri.

Foto: © Fundación Conservación Loros Bolivia
Foto: © Fundación Conservación Loros Bolivia

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