Bajo Paraguá: registran 1132 especies de animales vertebrados en un área protegida amenazada por asentamientos irregulares, incendios y deforestación

Un estudio de evaluación rápida reveló que esta área protegida municipal tiene una cantidad de fauna muy cercana a la del Parque Nacional Noel Kempff Mercado, considerado el de mayor biodiversidad en la parte norte de Santa Cruz. Su estado de conservación es saludable, pero urge trabajar en conservar esta riqueza.

Londra o Nutria gigante (Pteronura brasiliensis). Foto: Luis Acosta/Fundación Natura

Se llama Programa de Evaluación Rápida (RAP por sus siglas en inglés) y es un diagnóstico base que se realiza en un lapso de tiempo corto. Consiste en identificar la mayor cantidad de especies en un área determinada.

Entre agosto y septiembre del año pasado, este tipo de estudio se aplicó en el Área Protegida Municipal del Bajo Paraguá de San Ignacio de Velasco, Santa Cruz. Los resultados dejaron sorprendidos a los expertos, ya que en un mes se registró 1.132 especies de fauna en cinco grupos de vertebrados. La cifra es muy cercana a la que tiene el Parque Nacional Noel Kempff Mercado (1.142 especies de vertebrados), considerado como el de mayor biodiversidad en el norte del departamento cruceño.

Caimán negro (Melanosuchus niger). Foto: Edson Cortez

Aideé Vargas Espinoza, bióloga de la Fundación Natura, asegura que hasta ahora no se había hecho investigaciones de esta naturaleza para conocer la potencialidad y riqueza de esta área protegida municipal, muy amenazada por incendios forestales, asentamientos irregulares y deforestación, entre otros.

En este caso se realizó la tarea como sustento técnico del plan de manejo de Bajo Paragua, cuya extensión alcanza las 983.006 hectáreas.

“Hace 20 años, cuando recorrí por primera vez la zona, todo era bosque. Por donde se veía, había bosque y pampas”, recuerda. Hoy en día, la parte sur, especialmente, es una de las más amenazadas por incendios (todavía se observa cicatrices del fuego que datan de 2010) y, en los últimos años, la presión de asentamientos de interculturales se ha acelerado. Todo esto ha transformado la zona, ya que estas comunidades realizan prácticas agrícolas muy intensas.

Cinco ecorregiones en casi un millón de hectáreas

Paraba de la especie Ara ararauna. Foto: S. Pantoja Aponte

El área protegida municipal Bajo Paraguá se creó en febrero del año pasado. Desde entonces, se busca consolidar su gestión, ya que se trata de un territorio que tiene cinco ecorregiones: bosque amazónico, sabanas inundables, regiones saxícolas, pampas y bosque seco chiquitano, la parte más amenazada.

El estudio fue diseñado para evaluar cada una de ellas y revalorizar su riqueza natural, pero también para conocer los recursos potencialmente importantes para el desarrollo de las poblaciones que viven dentro. Piso Firme y Porvenir son algunas de las comunidades indígenas originarias que están en la parte norte, por ejemplo. Desde tiempos ancestrales, sus habitantes conviven en armonía con la naturaleza sin transformarla. Eso significa que cazan y pescan lo necesario para su subsistencia. Pero incluso ellos se han visto afectados por presiones cada vez más fuertes de toma de tierras, entre otros.

Murcielago Dorado (Myotis midastactus). Foto: Luis Acosta

Para los expertos, tener 127 especies de mamíferos, 581 especies de aves, 100 especies de reptiles, 68 de anfibios y 256 especies de peces, es un número muy alto, teniendo en cuenta que, en el caso del Parque Noel Kempff Mercado, los estudios demandaron muchos años y, en este, se hizo en un plazo corto, y una época considerada seca. “Eso significa que, si volvemos en época húmeda, se puede pasar esa cifra”, estima Vargas.

De todos estos animales, hay algunos que son indicadores de estado de conservación. Por ejemplo, registrar jaguares (Panthera onca) implica que hay una extensión suficiente para que el carnívoro pueda desplazarse y alimentarse. De no ser así, no estaría en el lugar. Lo mismo sucede con el Tapir (Tapirus terrestris), una especie que no suele estar muy cerca de comunidades indígenas, sino más bien busca bosques primarios. Además de ellos, en la evaluación se observó venados, jochis y chanchos de monte, entre los mamíferos.

En áreas acuáticas se registró a la londra (Pteronura brasiliensis), una especie “En Peligro de Extinción”, según el Libro Rojo de los Vertebrados de Bolivia, también, bufeo boliviano (Inia boliviensis).

“Es un área bien consevada, lo que no significa que tiene presiones, que son las que ir gestionando de alguna manera”, advierte la bióloga.

Trabajar en conservación

Boana geographica. Foto: Fundación Natura

Toda esta información, además de contribuir a la ciencia, es útil para socializarla entre los vivientes de la zona, así como los municipios involucrados en el cuidado del área protegida, en este caso: Concepción y San Ignacio de Velasco.

Hasta el momento, ya se ha conformado el comité de gestión, que es la organización que fiscaliza el funcionamiento del territorio. Junto a los representantes de sectores de la sociedad, autoridades y conservacionistas, la idea es buscar alternativas económicas y sostenibles, que involucren a la gente en el cuidado de su riqueza natural.

Por ejemplo, en productos no maderables como el asaí, existe un gran potencial que ya está siendo aprovechado en algunas comunidades como Porvenir. En otras, se busca que las familias sugieran cómo pueden seguir viviendo del bosque sin afectarlo directamente.

Con todo, el presente estudio es solo un paso y una muestra de todo el potencial de Bajo Paraguá; un área protegida que fue impulsada desde la población para conservar aquello que un día valdrá mucho más que el dinero.

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