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Clorinda, la lideresa andina que impulsa el compostaje en Cusco, una ciudad muy afectada por la contaminación

Clorinda acopiando los residuos orgánicos.
Clorinda acopiando los residuos orgánicos.

Fotos y texto: Yaymy Mamani, estudiante del Programa de Periodismo Indígena y Ambiental (PPIA).

Clorinda Ccallaccasi Gómez (57 años) es hija de campesinos. De niña, dedicaba gran parte de su tiempo al cultivo de papa, qhañiwa (cañahua) y la cebada. Pero allá donde vivía, Puno, Perú, a 3970 msnm, no se podía cultivar verduras ni hortalizas. En la década de los 90, en un país muy golpeado por la incursión del terrorismo, Clorinda conoció a una ONG que llegó a su tierra para impulsar el uso de fitotoldos o lo que en Bolivia se conoce como invernaderos.

“Ahí empecé a tener muchas flores, como: margaritas, gladiolos, claveles, lirios. Me encantaban, siempre me habían gustado las flores, los árboles, las plantas en general y esta vez podía tenerlas en mi casa del distrito Macarí de Puno, en especial tres árboles de Quishuar (Buddleja incana). Para nosotros los quechuas, los andinos, este es un árbol sagrado, porque establece una conexión con el Ukhu Pacha (mundo subterráneo) y el Hanan Pacha (mundo de arriba)”, cuenta Clorinda.

Pero la vida llevó a esta mujer a migrar a Cusco-Perú, conocida mundialmente por sus atractivos incaicos. Al llegar allá, no contaba con un terreno ni vivienda propia, vivía en la zona urbana y veía basura en las calles, mucha contaminación por el impacto turístico.

“No había reciprocidad con la Pachamama (diosa Tierra) y como yo veía los bosques de eucaliptos en Saqsayhuaman, soñé con un lugar así”. Ya con una familia, Clorinda tuvo que mudarse varias veces y en cada casa a la que llegaba cuidaba sus plantas con mucho cariño, por lo que al mudarse, le “partía el alma”.

Al cabo de muchos años, llegó a tener una vivienda propia, en una asociación llamada Pro Vivienda Íntima Raymi, donde se formó como lideresa y fue presidenta durante ocho años. En ese tiempo, logró que llegue electrificación y saneamiento básico. Pero nunca olvidó sus plantas.

Un regalo que perdura

En el 2011, Helio Mamani Ccallaccasi, hijo mayor de Clorinda, quien trabajaba con una ONG que impulsaba proyectos de forestación y reforestación en la zona rural de Cusco, le obsequió dos plantines de Queuña o Kewiña (Popylepis incana). Al cabo de un tiempo, recibió cinco lombrices californianas  Clorinda (Eisenia foetida) y su hijo le comentó sobre el beneficio de estos gusanos en el suelo y el compostaje.

“Cuando mi hijo me explicó de manera sencilla, que solo debía acopiar los desechos orgánicos de la cocina, preparar un hoyo en el suelo, ir acumulando todo por capas y que los gusanitos hacían todo el trabajo para obtener tierra negra, rica en nutrientes para las plantas; me entusiasmé tanto, que recuerdo claramente que en ese mismo instante cavé el hoyo cerca al jardín. Así fue que inicié el compostaje y desde aquel entonces tengo humus para mis plantas, para el jardín, y la basura que se genera en casa pues se recicla tanto orgánicos como inorgánicos. Y que ya no sirve, pues eso sí va al carro recolector de basura”, cuenta Clorinda.

De apoco los residuso orgánicos se convierten en compost.

Justo Mantilla, reconocido biólogo cusqueño, docente de la Escuela profesional de Biología de la Universidad Nacional de San Antonio Abad del Cusco, indica que la problemática de los residuos sólidos en la ciudad colapsó hace algún tiempo. El tema es alarmante en torno a la salud ambiental. Y frente al ello, el compostaje es una forma muy sencilla y recomendable de transformar esos residuos.

Un trabajo de lideresa

Para finales del 2011, Clorinda ya contaba con bastantes costales de humus. Por entonces era presidenta de la Asociación Pro Vivienda (APV) Inti Raymi, y realizó las gestiones respectivas ante la Municipalidad para conseguir 100 plantines de árboles nativos, con lo que inició una campaña de forestación en esta zona periférica de la ciudad. En una faena comunitaria realizaron la plantación de los mismos. “Los arbolitos son vida, nos dan oxígeno, guardan el agua, evitan las inundaciones, los huaycos, como nosotros vivimos en una zona de ladera y prácticamente el cerro está calato (pelado). Teníamos que revestirlos de verde, así que convoqué a una faena a los socios de la APV y en un día nomás los plantamos. Desde mi casa cargamos todo el humus y fue emocionante aquel día. Ahora ya esos árboles tienen ya casi 12 años, están grandes, tres se murieron, los que están en la parte más alta, porque después ya nadie iba a regarlos. Yo a veces iba con mis bidones de agua cargando, después ya no me alcazaba el tiempo”, manifiesta Clorinda

Clorinda con Frutos de aguaymanto (Physalis peruviana)
Clorinda con Frutos de aguaymanto (Physalis peruviana)

 
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda el acceso universal a los espacios verdes, ya que están asociados a diversos beneficios para la salud, como mayor esperanza de vida, menos problemas con la salud mental, disminución de enfermedades cardiovasculares, una significativa función cognitiva en la infancia y la mitigación de la contaminación atmosférica, entre otros. Al ser Cusco casi una metrópoli, con una problemática constante: el crecimiento poblacional, tener estos espacios es una prioridad.

“Pero en Cusco, ninguno de nosotros accedemos a la recomendación de la OMS, no llegamos ni a dos metros cuadrados de área verde por habitante, es un déficit terrible. El cambio climático nos está afectando en el tema hídrico, la radiación ultravioleta, los descensos y ascensos de temperatura extremos”, dice el biólogo Justo Mantilla.

Compost que produce clorinda.

Clorinda, por su parte, cuenta que desde que hace compostaje, no faltan las hortalizas ni hierbas aromáticas en su casa: Tiene lechugas sembradas en tachos plásticos que reutiliza de los empaques de tortas, apios, cebolla china, rocoto (locoto), perejil, huacatay (huacataya), especies frutales como el aguaymanto, fresa, y numerosas plantas ornamentales. También un enorme árbol de capulí. “Ellas (las plantas) son mi compañía, converso con ellas mientras las riego, o siempre estoy trasplantándolas, ya que primero las tengo en macetas pequeñas y luego las voy cambiando a un lugar. Quiero en adelante enseñar a mis vecinos a que ellos también se animen, de tal manera que podemos reducir la basura que generamos”, añora.

Seguir luchando

Por ahora, esta lideresa trabaja de manera muy personal en un proyecto de ordenanza municipal que impulse y motive a realizar compostaje en los barrios, de manera comunal y de manera individual en los hogares. El objetivo es la recuperación de espacios verdes y realizar campañas de forestación y reforestación que sean autosustentables, en el distrito de Santiago de la ciudad de Cusco.

Por su parte, el biólogo Justo Mantilla asegura que el compostaje debe ayudar frente a la crisis alimentaria, un claro ejemplo el de Clorinda. “Si tuviéramos plantaciones en los parques, jardines y en cada casa, bosques en las colinas y quebradas aledañas a Cusco, también aseguraríamos el agua subterránea. A mayor bosque, mayor evapotranspiración y generación de oxígeno; lograríamos tener un clima y microclima apropiado directamente relacionado con la vegetación. Con ello solucionaríamos o se aminoraría la problemática ambiental, reducir los extremos de temperatura en el día y en la noche, los cuales vienen afectando la salud de la población. Es un reto el que tiene Clorinda que con perseverancia se puede lograr y si es a nivel de municipalidad que mejor”, explica el experto.

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La problemática ambiental en la ciudad de Cusco-Perú, una ciudad eminentemente turística, es tal, que produce 352,42 toneladas por día de residuos sólidos, según el reporte estadístico departamental realizado por el Ministerio del Ambiente (Agosto 2021). El compostaje a mayor escala impulsado desde las autoridades se perfilaría como una gran alternativa para hacer frente a ello y a la crisis climática que atraviesa el mundo entero. 

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