Decidieron cuidarse a sí mismos, porque un brote de casos sería terrible.

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La Región – Fotos: Gentileza P. Fabio Garbari

Muchos pueblos indígenas de Beni, en la Amazonia boliviana, demostraron una organización eficaz para enfrentar al coronavirus. Reforzaron las trancas de ingreso a sus territorios y controlan el movimiento de sus habitantes. Con el apoyo de una oenegé, aquellos que están en el municipio de San Ignacio de Moxos se organizaron incluso para salir por turnos a la zona urbana y hacer un trueque con sus productos. Así, una comunidad llega por día con yuca, arroz o cítricos de temporada, e intercambia sus productos por azúcar, aceite u otros alimentos que hagan falta.

En su caso, el desborde de contagios sería una tragedia. “Dicen que el sistema sanitario va a colapsar, aquí las comunidades viven con un sistema sanitario colapsado”, asegura Fabio Garbari, sacerdote misionero y miembro de la Red Eclesial Panamazónica (Repam), quien está a cargo de esta jurisdicción eclesiástica hace siete años.

La pandemia sacó a flote la realidad de muchas comunidades indígenas de Bolivia. En el caso de esta zona, muchos beneficiarios de los bonos gubernamentales no pueden cobrarlos porque viven en territorios a los que solo se puede acceder por aire o agua. Aquellos que están más cerca tienen caminos que se vuelven intransitables cuando caen fuertes lluvias, como ahora.  Sus líderes pidieron el ingreso de bancos móviles, pero no han tenido respuesta. “Y, por si acaso, que la gente no diga que la carretera por el Tipnis (Territorio Indígena Parque Nacional Isiboro Sécure) hubiera sido útil, porque ninguna de las comunidades de San Ignacio de Moxos está por esas direcciones”.

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Dos opciones temibles

A muchos de estos territorios solo se accede por vía fluvial.

En la jurisdicción eclesiástica del religioso italiano hay entre 26 y 27 comunidades del Territorio Indígena Multiétnico (TIM), 19 del Territorio Indígena Moxeño Ignaciano (TIMI) y otras 20 del distrito de San Lorenzo de Moxos. Están las comunidades de San Francisco de Moxos, que son una decena y, aunque no están bajo su tuición, pero sí en Moxos, también se cuentan las comunidades del Tipnis, que son más de 60.

Todos ellos apenas tienen un centro médico que depende del municipio y un hospital que está en la zona urbana de San Ignacio. El primero fue adaptado para atender casos de Covid19 y el otro continúa funcionando como nosocomio. Hasta ahora –dice Garbari- “gracias a Dios solo se ha reportado un caso oficial acá”.

La noche del martes 5 se informó que en Beni había 212 casos confirmados y solo dos respiradores artificiales. En caso de responder a una emergencia, los pacientes de Moxos tendrían que ser llevados a Trinidad, que está a 90 kilómetros de distancia, que son como dos horas y media. Pero para llegar hasta ahí, una persona originaria todavía tendría que salir de su territorio, al que muchas veces solo se llega por aire.

“Han surgido muchos rumores de muertes en comunidades En Trinidad, en barrios de indígenas trinitarios ha muerto gente, dicen que aquí también en comunidades del Tipnis, pero no hay pruebas oficiales que haya sido por coronavirus. Por eso decía antes que las comunidades viven con un sistema de salud colapsado y eso se está notando ahora. Cada uno aquí calcula, o se sana o se muere, como pasó con el dengue. La misma cosa nos va a pasar con el coronavirus”, dice el sacerdote.

Entre enero y febrero, Bolivia fue azotada por esa epidemia causada por el mosquito Aedes Aegypti. En Beni, como sucedió en Santa Cruz, un buen número de casos no se trató en el sistema hospitalario sino en domicilios, por tanto no figuran como estadística.

En la gestión del gobierno de Evo Morales en algunas comunidades se construyeron microhospitales o postas de salud, pero no se asignó ni dotación de medicamentos y menos de personal, explica Garbari.

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Un ejemplo de vida

El cultivo que realizan los indígenas es para consumo propio; ahora intercambian sus productos en San Ignacio.

Si bien la falta de atención del Estado no se solucionó con la emergencia, los pueblos indígenas amazónicos ven las cosas de otra manera.

Su forma de vida, en armonía con la naturaleza, es algo que los ha ayudado siempre a salir adelante. “Me gustaría que esto pueda ayudar a las ciudades, a ver que nuestro futuro no está en un extractivismo o destrucción de la naturaleza para transformarla en bienes económicos, sino en cultivar los bienes de la naturaleza para vivir mejor”, añora el religioso.

La organización del trueque que lograron los habitantes de esta zona, además, muestra que es posible producir lo necesario para tener una soberanía alimentaria, y no así para la exportación, que nunca se sabe de qué forma retorna.

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