“De niño me preguntaban qué quería ser y yo decía: guardaparque como mi padre”

Willy Montaño, el actual jefe del cuerpo de protección del Parque Nacional Amboró, es hijo de uno de los grandes guardianes que tuvo el área protegida: Hermógenes Montaño. Desde pequeño vio trabajar a su padre y tuvo claro qué quería ser cuando creciera. Esta es la historia de cómo una ilusión infantil se convirtió en una forma de vida.

Willy posa junto a su padre tras una agotadora jornada de trabajo. Foto: gentileza familia Montaño.

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La Región

 Willy y su padre, Hermógenes, tuvieron una niñez muy distinta. Uno se crió viendo cómo su papá cuidaba los bosques , para que no se cazara animales “por deporte” o que no se cortara árboles de mara en zonas a las que solo se podía llegar caminando. El otro perdió al suyo cuando tenía seis años y todos los días caminaba 12 kilómetros –tres de ida y tres de vuelta en dos turnos- para poder ir a la escuela.

Hermógenes no recuerda qué quería ser de grande. Su infancia fue difícil. Willy, en cambio, tenía claro que sería guardaparques. Lo supo desde que tenía seis años, cuando la profesora preguntaba a los niños por sus anhelos. “Yo quiero ser médico”, “yo voy a ser abogado”, “yo ingeniero”, respondían sus compañeros. A él siempre le salía: “yo quiero ser guardaparques, como mi padre”.

Willy es ahora el jefe de los guardaparques del Parque Nacional Amboró, un área protegida de 636 mil hectáreas, que está en el medio de las dos carreteras que unen a Santa Cruz con Cochabamba.

Hace cinco años comenzó como “guarda” del área protegida municipal Laguna Esmeralda, de Quirusillas. Fue poco tiempo pero le sirvió como base para pasar al parque regional Lomas de Arena, una reserva que está a12 kilómetros de la capital cruceña. Hace cuatro meses llegó al Amboró, allá donde Hermógenes trabajó casi 20 años.

Ya retirado, él ahora le da consejos, le dice qué debe llevar y qué previsiones tomar antes de incursionar en ciertos lugares. “Es un área grande, cuando yo trabajaba éramos 29 guardaparques, un jefe del cuerpo de protección y un director. Ahora son diez: cinco para la zona norte y cuatro o cinco para la zona sur”, dice.

Por ambos flancos las amenazas son latentes. Además de la caza y pesca ilegal que afectan a toda la reserva, en el norte hay una fuerte presión de los llamados “piratas de la madera”. Toda esa zona -Yapacaní, Buenavista y San Pablo- es codiciada por gente que busca árboles de mara para talar. Por el sur en cambio, los custodios deben evitar asentamiento de colonos dentro del área protegida. Así, desde Samaipata hasta hasta El Torno, pasando por Comarapa existe ese riesgo latente.

Pese a las limitaciones, los guardaparques cumplen con su tarea de vigilancia y control. Durante estos meses de la pandemia, los sitios turísticos fueron cerrados y tampoco se puede recibir denuncias escritas de los comunarios que viven en el Área Natural de Manejo Integral (ANMI) Amboró, que rodea el parque. Eso les permite a los custodios hacer patrullajes en la medida de sus posibilidades. “Si antes éramos 29 y estábamos de a tres en cada uno de los diez campamentos que hay, ahora hay solo uno”, dice Hermógenes.

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De los papeles a los hechos

Se estima que el 30% del agua que se bebe en Santa Cruz de la Sierra proviene de los acuíferos subterráneos del Amboró.

Montaño padre fue parte de la creación del Parque Nacional Amboró. Según cuenta, el área protegida nació en papeles con 180 mil hectáreas. Se extendía solo en la provincia Ichilo, pero en 1990 la superficie se amplió por decreto a la que tiene actualmente.

En ese momento se decidió contratar guardaparques. “Yo trabajaba como profesor interino de una escuelita, vinieron a hablarme y acepté. Lo primero que hicieron los que nos contrataron fue capacitarnos”, recuerda ahora ya retirado.

Los “guardas” recibieron instrucción en manejo de GPS, cartas cartográficas, brújula y otras habilidades. Con ese conocimiento se empezó a delimitar el parque, para establecer los límites del área protegida. Así fue que Hermógenes se enamoró de su oficio y así también Willy empezó a acompañar a su padre en sus incursiones cuando tenía ocho años.

“Me interesé tanto al haber conocido todo aquello, al aprender de conservación de la importancia del agua, de los animales; que me dedicaba tiempo completo a mi trabajo. Mi hijo vio todo eso, fue creciendo y se encariñó. Decía: ‘papá, yo quiero ir con usted’. Yo lo llevaba y él estaba conmigo. De esa manera le fue gustando, ya cuando le preguntaban qué vas a ser cuando seas grande, él decía: yo quiero trabajar como usted”.

Tras 20 años, en 2009, el proyecto de Holanda que tenía 20 millones de dólares para el Amboró, se terminó, según Montaño. “Yo trabajé ese tiempo, se acabó el crédito y no había para sueldos”. 

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“Matémosle”

Hermógenes tuvo cuatro hijos, Willy es el mayor, tiene otro hermano y dos hermanas. Foto: gentileza familia Montaño.

En los últimos meses la rutina familiar de Willy ha cambiado bastante. Al haber pocos guardaparques deben darse modos para cumplir con las tareas. Pero la experiencia de su padre –asegura- hace más llevadero el trabajo.

Este hombre de 57 años vio la muerte de cerca en dos oportunidades durante su trayectoria. En una de ellas lo amenazaron con matarlo a machetazos y echar su cuerpo a un despeñadero. Su “delito” fue decir que en un río se encontró almácigos de coca cerca de colonos que ingresaban al área de manejo integrado. “Me rodearon y en quechua dijeron que yo los había acusado de ser ellos quienes estaban haciendo los almácigos, cuando yo solo dije a unos periodistas que encontré eso en un río”.

Por fortuna y gracias a la intervención de los reporteros, tanto él como ellos volvieron sanos y salvos, pero fue una situación difícil.

Ya retirado, ahora es él quien aconseja a Willy sobre los lugares que le toca recorrer. Se siente orgulloso y no lo oculta. “Yo no imaginaba que iba a llegar hasta donde está. Ya él joven, estudió en la universidad, se le dio la oportunidad (de ser guardaparque) y para mí es importante. Aunque yo ya no esté trabajando, él lo está. Por eso siempre cuando él llega, le pregunto: cómo estás, cómo te ha ido, qué novedades y le digo, esto es así o asá”.

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