Día Mundial de las Aves Migratorias: buscando el vuelo directo hacia la conservación

El cambio climático, la destrucción de hábitats y los cambios en la disponibilidad de alimento se han convertido en algunos de los mayores problemas para estas aves que pueden viajar miles de kilómetros cada año. Al tener grandes poblaciones y extensos rangos de distribución, que pueden abarcar varios países, uno de los mayores retos para su conservación es fomentar un trabajo científico colaborativo para comprender qué pasa con ellas en cada zona de tránsito.

Uno de los pocos viajes que nunca paró durante la pandemia del COVID-19 es el que realizan las aves migratorias alrededor del mundo. Muchas de ellas recorren miles de kilómetros anualmente y, de hecho, un estudio de 2010 reveló que la golondrina de mar o gaviotín ártico (Sterna paradisaea) es quizás el animal con la migración más larga, recorriendo unos 71 000 kilómetros en su viaje entre el polo norte y la Antártida cada año, o el equivalente a tres viajes a la luna, ida y vuelta en sus más de 30 años de vida.

Sin embargo, el cambio climático, la destrucción de hábitats y los cambios en la disponibilidad de recursos para alimentarse se han convertido en algunos de los mayores problemas para estas aves que viajan en grupos de miles y que son importantes para la subsistencia de cientos de especies que habitan en los lugares donde ellas se congregan durante sus extensas travesías.

Lo que sucede con las aves migratorias en sus sitios de reproducción, muchos de ellos en el hemisferio norte, ha sido un tema bastante estudiado. Sin embargo, todavía hay grandes vacíos de información sobre sus sitios de invernada, principalmente en Latinoamérica. En este Día Mundial de las Aves Migratorias, Mongabay Latam habló con científicos de Colombia, Ecuador y Chile que analizan la situación de estas aves en su países, comparten su preocupación por conocer más sobre sus rutas migratorias y por velar por acertadas estrategias de conservación que, sin duda, requieren altas dosis de cooperación entre los investigadores del continente.

Conteo de aves playeras migratorias en la costa Pacífica de Colombia. Foto: Asociación Calidris.

Un viaje sin escalas para las aves migratorias

“Así como existen las aves endémicas, donde una región en particular es la responsable de velar por su cuidado, en el caso de las aves migratorias ocurre lo contrario: tienen un rango de distribución que puede ser todo un continente y donde hay muchos actores que intervienen en su conservación”, asegura Luis Fernando Castillo, de la Asociación Calidris, una ONG colombiana que lleva más de 30 años trabajando con aves en el país.

Según dice Castillo, existen proyecciones de cómo muchas especies que llegan a los bosques y humedales experimentarán transformaciones en sus hábitats debido al cambio climático. Por ejemplo, en el caso de los Andes, muchos recursos empezarán a ascender altitudinalmente o, en el peor de los casos, a colapsar en ese proceso; lo que pondría en grave peligro la conservación de las aves migratorias. “Las aves migratorias son un indicador de cómo está un sitio. Si empiezan a disminuir, podemos asumir que el sitio se está deteriorando porque no proporciona los recursos requeridos o porque están desapareciendo los ecosistemas”, comenta Castillo.

Algunas migran mientras van atravesando los bosques continentales, pero otras, principalmente acuáticas, lo hacen sobrevolando el mar y la línea de costa. Las acuáticas son expertas migratorias, pero entre ellas, las playeras son las que generalmente más distancia recorren.

Aves playeras migratorias. Foto: Asociación Calidris.

Ana Ágreda es bióloga y coordinadora del programa Conservación de Sitios Prioritarios para Aves Acuáticas Migratorias en Ecuador, de la ONG Aves y Conservación. De acuerdo con ella, estas aves están amenazadas por la destrucción de sus hábitats, a pesar de que tienen una amplia distribución. Estudiar lo que ocurre con ellas es complejo debido a que tienen un ciclo de vida dividido entre una área de reproducción y otra de invernada, además de sitios de tránsito. “Son muy congregatorias y se concentran en sitios a veces muy pequeños. Lo que pase en ese pequeño espacio no va a afectar a unos cuantos individuos sino a un gran porcentaje de la población”, asegura.

Además, Ágreda añade que estos animales tienen requerimientos energéticos muy altos para poder volar largas distancias. “La cantidad y calidad de los recursos son vitales para su ciclo y esto se estaría afectando por el cambio climático”.

Uno de los efectos del calentamiento global tiene que ver con el aumento del nivel del mar, el cual impacta el tamaño de zonas importantes para las aves playeras como los estuarios. También hay un cambio en las mareas y un aumento de la erosión. Incluso, algunos expertos creen que la fuerza y frecuencia de huracanes y tormentas tropicales, potenciados por el cambio climático, estarían impactando directamente a las poblaciones de aves migratorias  que quedan atrapadas en ellos.

“Las aves migran en momentos específicos y llegan a algunos sitios cuando hay un ‘boom’ de comida como insectos o, en el caso de las playeras, posturas de peces y cangrejos. Al cambiar la temperatura, cambia la cronología y llegan a buscar la comida pero ya no hay. Esto podría tener impactos en su ciclo de reproducción”, cuenta la bióloga colombiana Diana Lucía Eusse, de la Asociación Calidris, y una de las editoras de la Guía de las Especies Migratorias de la Biodiversidad en Colombia.

Conteo de aves acuáticas migratorias en los llanos del Casanare, Colombia: Foto: Asociación Calidris.

“Considerando que se reproducen una sola vez al año y que tienen un crecimiento poblacional lento, todo lo que ocurre con el cambio climático impacta en el éxito de la población de playeras en general”, agrega Ágreda.

Al biólogo chileno Luis Espinosa no solo le preocupa esto sino también las intervenciones que el ser humano hace en los ecosistemas, por ejemplo, la calidad química de los lugares de llegada de muchas aves migratorias se altera debido a la acuicultura, el impacto de la acelerada urbanización o el depósito de desechos orgánicos que no son tratados. “Todo esto influye en la calidad del alimento de estas aves”, dice.

La ubicación privilegiada de Colombia

La posición geográfica de Colombia es estratégica pues se trata de la esquina que une al sur con el norte del continente. El país no solo es hogar para cientos de aves sino que es sitio de paso para muchas de ellas. Según dice Luis Fernando Castillo de la Asociación Calidris, hace unos años se hizo un análisis donde se encontró que Colombia tiene 275 especies de aves migratorias, lo que muestra que cerca del 15 % del total (1900) de todas las especies del país hacen largos viajes. Muchas rutas migratorias confluyen en Colombia: la que viene por el Pacifico, la del centro del continente, que entra por Panamá, y la del Caribe.

Correlimos escamado (Calidris subruficollis). Foto: Asociación Calidris.

La mayoría de esas aves migratorias vienen del norte, donde están muy bien estudiadas, pero aún falta entender mejor qué sucede durante su estadía en el sur del continente. El reto es aún mayor para las aves originarias del hemisferio sur, de las cuales se tiene mucho menos conocimiento. “Algunas vienen desde Argentina. Cuando allá es invierno, las aves suben y llegan a la Amazonía y el piedemonte llanero. De esas aves tenemos poca información, el país se ha concentrado sobre todo en lo que pasa en Los Andes, el Caribe y el Pacífico”, afirma Diana Eusse.

Actualmente la Asociación Calidris tiene un fuerte trabajo con aves playeras y uno de los más recientes está ligado a la conservación del playero canelo (Calidris subruficollis). Los investigadores sabían que este pájaro pasaba unos 15 días en Colombia durante su migración, pero no estaban seguros de dónde se quedaba. Hace 10 años empezaron a buscarlo y en 2014 lo encontraron en zonas de pastizal. Como esta zona del país es altamente ganadera, Calidris creó el programa ‘Alianza sabana’, empezó a trabajar con los productores y las comunidades locales, e implementó un protocolo de monitoreo y uso de hábitat para determinar las prácticas de manejo beneficiosas para esta especie.

“Solo llevamos seis años trabajando con ella [playero canelo] pero ya se tienen reservas de la sociedad civil y Áreas Importantes para la Conservación de las Aves y la Biodiversidad (AICA), que es una designación internacional”, señala Eusse.

Otra ave con la que trabaja Calidris es la reinita de Canadá (Cardellina canadensis). Este pequeño animal usa zonas de bosque en la zona templada y ha estado experimentando declives poblacionales muy fuertes en pocos años. Según Diana Eusse, las estimaciones muestran que en los últimos 40 años ha disminuido el 30 % de la población. “Una de las hipótesis es que los bosques en la zona de invernada en Panamá, Colombia, Ecuador y Venezuela están siendo deforestados. Se sabe que, a veces, al llegar a los sitios de reproducción ya no encuentra comida, los gusanos de las polillas ya se fueron, o no han nacido, y tiene problemas por esto”, comenta la bióloga.

Los investigadores observaron que la reinita de Canadá empezó a utilizar los cafetales de sombra como hábitat alternativo. Entonces empezó un trabajo de la mano con los productores para convertir estos lugares en agroecosistemas que pudieran ser productivos y, a la vez, conservaran especies. Al parecer, en los últimos años la tendencia de reducción de las poblaciones de la reinita se ha desacelerado “pero son procesos que no se revierten de un año para otro, primero se busca desacelerar y después ir mejorando”, resalta Castillo.

Sorprendentes refugios de aves playeras en Ecuador

En Ecuador existen nueve sitios reconocidos internacionalmente por su importancia para la congregación de aves migratorias. Algunos de estos se encuentran en el golfo de Guayaquil, el canal de Jambelí y el estuario del río Chone. Ana Ágreda lleva más de 12 años trabajando con aves playeras, en 2017 publicó el Plan de Conservación para Aves Playeras en Ecuador y está trabajando para que el Ministerio del Ambiente y Agua lo adopte. “Las aves playeras sirven como un paraguas. Al conservarlas, se protege otra fauna asociada, mucha de la cual es residente en el país”.

En Ecuador se registran 59 aves playeras y 28 de ellas son migratorias de largas distancias que han visto impactados algunos de sus hábitats. Es por eso que Ágreda viene trabajando en la identificación de algunas actividades industriales que puedan beneficiar la conservación de las aves migratorias. “Trabajo con una salinera [zona dedicada a la producción de sal] que funge como ecosistema alternativo para las aves. Las piscinas artificiales reciben a miles de ellas cada año y son parte de una red de sitios prioritarios para la conservación dentro de la ruta del Pacífico”, comenta.

Falaropo de Wilson o tricolor (Phalaropus tricolor). Foto: David Rodríguez Arias – Flickr.

En este momento la bióloga ecuatoriana estudia al falaropo de Wilson (Phalaropus tricolor), un ave migratoria de 22 cm que anida en Estados Unidos, en lagos salinos naturales como el Great Salt Lake o el Mono Lake, pero que luego toma la ruta Pacífica costera para viajar hasta Ecuador, encontrando un sitio clave en las piscinas de sal de la empresa Ecuasal.

“¿Por qué nos importan tanto esta especie, a pesar de sus altos números poblacionales? La razón es que está amenazada en sus áreas de reproducción por destrucción de hábitat. Los sitios donde se congregan  y alimentan en Estados Unidos tienen un balance bastante delicado. Los lagos se están secando. Además, lagos altoandinos donde la especie se mueve en su ruta migratoria, están en riesgo debido a la explotación de litio”, asegura Ágreda.

Mientras tanto, en la región del Chocó Andino, la bióloga Nicole Buttner colabora con varias instituciones estadounidenses en el monitoreo de aves migratorias que llegan a los bosques de la provincia de Pichincha, donde tiene una reserva de 15 hectáreas llamada Un poco del Chocó.

Aplicando un anillo de metal en una especie migratoria, Catharus ustulatus. Foto: Pablo Garrido.

Buttner toma datos de las aves migratorias para el programa de monitoreo de sobrevivencia invernal del Instituto de Poblaciones de Aves de California (IBP). Ella captura las aves, toma medidas básicas y las anilla, con la esperanza que, en años posteriores, pueda recapturarlas y esto permita una mayor información sobre lo que ocurre con estas especies en su paso por Sudamérica.

“Por mucho tiempo se ha considerado a las aves migratorias como aves de Norteamérica y no hubo tanto estudio en las áreas de invierno, aunque pasan casi la mitad de su vida en Centro y Sudamérica. Para conservarlas se necesita saber cómo están acá”, dice Buttner.

La bióloga también colabora con el proyecto Genoscape de la Universidad de California, que busca entender las rutas de las diferentes poblaciones de especies migratorias. “Sacamos unas plumas, las mandamos a laboratorio y ahí se hace el análisis de ADN para ver a qué población de la especie pertenece el ave capturada. Es muy importante mapear por donde van para implementar algún plan eficiente de manejo de hábitat”, dice Buttner.

Nicole Buttner examinando el estado de osificación de craneo para determinar la edad de un Anabacerthia variegaticeps. Foto: Pablo Garrido.

Migración y humedales en Chile

El biólogo chileno Luis Espinosa descubrió hace cuatro años el largo viaje de un ave migratoria que habita en la isla de Chiloé: el del zarapito de pico recto (Limosa haemastica), también conocido como aguja café.

Pasó años tratando de entender por qué veía a miles de zarapitos en la isla de Chiloé durante el verano y prácticamente ninguno en invierno. El ave emprendía, cada año, una travesía de casi 16 000 kilómetros hasta Alaska para reproducirse, pero esto no se había podido comprobar.

Antes del descubrimiento, Espinosa consultó con amigos en toda la costa del Océano Pacífico y prácticamente nadie lo veía en gran parte del año. Algunos tenían registros que fueron anotados científicamente, pero no eran resultados contundentes. El biólogo una vez anilló un zarapito de pico recto pero nadie lo vio en alguna parte de América. Finalmente, hace cuatro años instaló un pequeño transmisor satelital en un ave y gracias a él pudo conocer detalles sobre su ruta migratoria.

Zarapito de pico recto (Limosa haemastica). Foto: Luis Espinosa.

El trabajo de Espinosa también se ha concentrado en el lago Llanquihue, en cercanías de Puerto Varas y muy cerca de la desembocadura del río Maullín. Allí ha trabajado durante 12 años, junto con otros colegas, demostrando la importancia de esta zona para las aves playeras. Su persistencia fue tanta que logró que la desembocadura del Maullín tenga un reconocimiento internacional a través de la Red Hemisférica de Reservas para Aves Playeras y que localmente se haya emitido una declaración de Santuario de la Naturaleza para más de 8000 hectáreas de humedales en la cuenca del río.

Para Espinosa, una de las principales satisfacciones de su trabajo es acercar la información y el conocimiento a las personas locales. “Hace 15 años la población común no conocía sobre el zarapito de pico recto pero hoy es el ave emblemática en varios sitios de la isla de Chiloé. En el sur de Chile, la gente sabe quién es el zarapito, brinda protección a estos sitios y aprovechan oportunidades como el turismo”, menciona con satisfacción.

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