«Hemos luchado en contra de muchas autoridades para defender el parque Kaa-Iya»: Jorge Banegas, guardaparque en Bolivia

Jorge Banegas Franco, del Parque Nacional del Gran Chaco Kaa-Iya de Bolivia recibió el Premio Internacional de Guardaparques otorgado por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y la Comisión Mundial de Áreas Protegidas.

Ivette Sierra Praelli/ Mongabay Latam

“Este premio se lo dedico a mis compañeros porque han sido parte fundamental de todo este proceso y también a Bolivia”, dice Jorge Banegas en un diálogo telefónico con Mongabay Latam. Acaba de ganar el Premio Internacional de Guardaparques que por segunda vez entrega la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) y la Comisión Mundial de Áreas Protegidas (CMAP) a 12 representantes —personas y equipos de guardabosques— de 10 países de América Latina, África, Asia y Australasia por su compromiso con la protección de la naturaleza y la ayuda a las comunidades locales.

Banegas lleva 22 años cuidando del Parque Nacional del Gran Chaco Kaa-Iya, el área protegida más grande de Bolivia con 3 441 115 hectáreas. Allí empezó como guardaparque para luego, en el 2012, convertirse en Jefe de Protección, e incluso asumir la dirección interina en cuatro oportunidades.

El chancho solitario o jabalí (Catagonus wagneri), especie que el guardaparque Jorge Banegas estudió mediante cámaras trampa. Foto: Jorge Banegas.

“Soy de la cultura chiquitana, de una comunidad que vive en el entorno del Parque Nacional del Gran Chaco Kaa-Iya y postulé para ser guardaparque a través de una convocatoria que llegó a mi organización indígena que es la Central de Comunidades Indígenas Chiquitana en el año 2000”, cuenta Banegas sobre cómo inició su carrera a los 28 años. “El Parque Nacional Kaa-Iya nació de la lucha de tres pueblos: la cultura isoseña guaraní, la cultura chiquitana y la cultura ayoreo que viven en el entorno del área protegida”, agrega.

En el Día Mundial del Guardaparque, conversamos con Banegas sobre su historia; sus investigaciones sobre el jabalí solitario, especie endémica de Bolivia; sus trabajo con las comunidades y las amenazas que rodean a esta área protegida.

—¿Por qué decidió ser guardaparque?

—Yo tenía 28 años cuando llegó, a través de mi organización indígena, la convocatoria para postular como guardaparques del Kaa-Iya. Me animé porque desde niño tenía conocimiento sobre el resguardo de las áreas protegidas y la conservación y el amor a los recursos naturales. Uno nace con eso y aprende de los padres y de los abuelos. Hay una vocación de servicio porque, para ser guardaparque, se debe tenerla.

Parque Nacional Kaa-Iya. Foto: Walter Ridder.

—Usted es parte del pueblo indígena chiquitano ¿qué significa trabajar en esta área protegida?

—Las comunidades del pueblo chiquitano, entre ellas mi comunidad San José de Chiquito, están en el entorno del área protegida, en la zona de amortiguamiento, sin embargo, tiene también jurisdicción municipal dentro del área protegida. Son tres pueblos que tienen jurisdicción dentro de Kaa-Iya. Para la creación del parque se unieron estos tres pueblos: la cultura isoseña guaraní, la cultura chiquitana y la cultura ayoreo. Además, estos tres pueblos también forman parte del Comité de Gestión que se encarga de fiscalizar, evaluar y hacer seguimiento a lo que se hace en el área protegida. La mayoría de los guardaparques somos de los pueblos que viven dentro o en el entorno del área protegida.

—¿Y cómo fueron eso primeros años como guardaparque?

—Hay mucho para recordar, pero destaco el relacionamiento con la gente, porque al inicio era más complicado que ahora. Se consideraba al guardaparque como alguien que llegaba para prohibir cosas. Sin embargo, poco a poco, la gente se fue dando cuenta que no era así y ahora se suman a nuestro trabajo, se dan cuenta de los beneficios de la conservación y brindan apoyo en todo ámbito. Antes, cuando llegaba a una comunidad, ellos tenían en mente que uno iba a prohibirles todo, pero no es así, la misma ley menciona que los recursos naturales se pueden aprovechar de una manera sostenible o moderada. Entonces, explicábamos que no era como ellos pensaban y que el área protegida cumple funciones muy importantes ambientales, sociales, económicas, culturales y es fuente de vida, porque es ahí donde nace la vida y se reproducen los animales que ellos van a consumir.

—¿Ha cambiado la imagen que la gente tenía de ustedes?

—Con el tiempo hemos hecho alianzas estratégicas con algunas instituciones que apoyan la conservación para impulsar proyectos alternativos que son amigables con el medio ambiente y que benefician a las comunidades. Eso hace que la gente también apoye el tema de conservación. También, a través del turismo, se ha ido trabajando con las comunidades.

El guardaparque Jorge Banegas Franco en plena labor de combate a un incendio forestal. Foto: Gabriel Chávez.

—Además del trabajo con la comunidad, ¿qué otras experiencias ha vivido en Kaa-Iya?

—Entre los años 2003 y 2005 hice mi propia investigación sobre una especie de chancho que aparece en el logotipo del área protegida Kaa-Iya. Se trata de una especie bandera [especies carismáticas que presentan algún grado de amenaza y que, a través de su protección, permiten la conservación de otras especies y ecosistemas] para nosotros y que además está En Peligro en la Lista Roja [de la UICN], y es uno de los objetivos de conservación para la creación de esta área. Entonces, a través de un monitoreo con cámaras trampa hoy tengo mis propios datos. Creo que en ese momento yo era uno de los pocos guardaparques que realizó una investigación científica y eso me abrió las puertas para ir a mostrar mis resultados tanto a nivel nacional como internacional.

Lo segundo que hice fue especializarme como técnico operativo en ecoturismo comunitario, con la visión de mostrar al mundo lo que tenemos en Kaa-Iya y demostrar que el turismo también genera ingresos, pero, además, a mí me interesaba mostrar el potencial que hay en las áreas protegidas para que la gente conozca y tome consciencia de la importancia de los recursos naturales. También trabajé fuerte como técnico operativo de turismo, haciendo un inventario, junto a mis compañeros, de los atractivos turísticos. En este caso, como estamos en el Chaco, hicimos la exploración y el inventario haciendo énfasis en los cuerpos de agua.

Luego hicimos algunos senderos interpretativos y, posteriormente, trabajé con una comunidad en la que construimos un albergue. Pero me tocó también estar como jefe de protección y luego como director interino y trabajamos fuerte para lograr la reglamentación operativa específica para el turismo y para un sistema de cobro que genere ingresos. Ahora tenemos visitantes de diferentes partes del mundo. Y otra cosa que resalto es que formé parte de la edición del libro ‘Amo del monte’, sobre el área protegida, y que lleva ese título porque Kaa significa monte e Iya quiere decir amo.

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—Usted acaba de decir que realizó un estudio con cámaras trampa sobre la especie emblemática del parque, ¿qué pudo conocer sobre este animal?

—Me llamó mucho la atención que el chancho solitario (Catagonus wagneri), que es una especie emblemática que se consideró extinta durante un tiempo, luego fue redescubierta. Había leído que en Paraguay lo tenían en cautiverio, entonces, era crítica su situación. Es así que me intereso y, con el apoyo de una institución americana que trabajaba en investigación, consigo las cámaras trampa que en ese tiempo eran todavía con película fotográfíca que debía revelarse y pasar por un escáner, a diferencia de ahora que se coloca una memoria. El estudio lo hice en un distrito al otro extremo de donde vivo, porque es el tipo de bosque donde habita esta especie. Además, recogí la información de la gente sobre dónde había visto al animal.

El chancho solitario o jabalí, especie emblemática del Parque Nacional Kaa-Iya. Foto: Juan Manuel Campos Krauer.

—¿Cuáles fueron los resultados de su investigación?

—Recogí datos durante casi dos años y encontré seis grupos. Esta especie [el chancho solitario] tiene menos individuos que otros chanchos que habitan en Kaa-Iya, donde existen otras dos especies: el chancho tropero (Tayassu pecari) y el chancho de monte (Pecari tajacu). El chancho solitario tiene sus peculiaridades, prefiere salir cuando hace calor, a diferencia de las otras dos especies que salen cuando está nublado. A través de este estudio logré identificar esos seis grupos y tuve, creo, la primera foto donde habían siete individuos —cinco adultos y dos juveniles—. Eso me abrió la puerta para mostrar mi trabajo en congresos. Era el único guardaparque que iba a estos encuentros a mostrar mis datos a nivel internacional. Pero no ha sido fácil, cuando salía ante el público empezaba a temblar, a sudar, hasta que me fui acostumbrando a mostrar mi trabajo. Hablar ante el público era muy complicado para mí y ha sido todo un proceso.

—¿Ha realizado otros estudios similares?

—Este estudio lo hice por dos años y posteriormente lo amplié para otras zonas, pero no encontramos al chancho. Sin embargo, con el pasar de los años, lo hemos registrado en otros lugares, donde no se veía antes. Eso significa que la especie se está reproduciendo y eso es gracias a que el área protegida está en buen estado de conservación.

—Usted también comentó que se especializó en ecoturismo comunitario…

—Fui uno de los impulsores del turismo en el área protegida Kaa-Iya junto con la directora de esa época. Eso fue entre 2009 y 2013. Los guardaparques lo primero que hicimos fue el levantamiento de información sobre los atractivos turísticos y su potencial. Luego hemos trabajado sobre los senderos de interpretación y, después, sobre las normativas y el sistema de cobro. Con la comunidad Tetarembei, que limita con el área protegida, y con una empresa hemos conseguido instalar un ecoalbergue.

El guardaparque Jorge Banegas con niños de las comunidades vecinas al Parque Nacional Kaa-Iya. Foto: Guardaparques Kaa-Iya.

—¿Cuáles son las amenazas que enfrenta hoy el área protegida?

—Uno es el desmonte a gran escala por parte de la industria agrícola que ya llega hasta los bordes del límite del área protegida. A eso se suma una quema descontrolada que muchas veces se convierten en incendios y, justamente, en esta época del año todas las áreas protegidas estamos en alerta. También está la tala de maderas preciosas fuera de los límites del área protegida y a eso se suma la presión por cacería. En algunos casos también están las actividades ilegales que ponen en riesgo la vida de nosotros. También tenemos que trabajar y ver estas situaciones en la zona de influencia del parque para que el impacto no llegue directamente al área protegida.

—En los últimos años los incendios han afectado fuertemente a las áreas protegidas, ¿cuál ha sido la situación del Parque Nacional del Gran Chaco Kaa-Iya?

—En los años 2018 y 2019 ocurrieron los mega incendios y, gracias a Dios y a las instituciones aliadas, hemos podido trabajar mucho en prevención y también en el combate directo del fuego fuera de los límites del área protegida. Esa fue la razón para que dentro del área protegida no ocurrieran incendios. Solo en el 2020 se tuvo una mínima parte quemada y este año, recientemente, también tuvimos un pequeño incendio que llegó desde fuera del área protegida pero se logró controlar y liquidar. Hasta ahora, dentro del área protegida, solo ha sido afectada una hectárea y media, que es muy poco en comparación con lo que ocurre en otras áreas protegidas. Se trabaja mucho en prevención y si ocurre un incendio fuera del Kaa-Iya apoyamos a las personas que están combatiendo afuera para evitar que las llamas ingresen al área protegida.

—¿Existen otras amenazas?

—También hemos logrado frenar el ingreso de una minera en el área protegida porque es una zona que tiene gran potencial de yacimientos de calizas. Hemos luchado fuertísimo, porque usted sabe que el tema minero impacta muchísimo, hay que sacar todo el sustrato de arriba y trabajar en el subsuelo, entonces no hay manera de que se pueda remediar el daño ambiental. Incluso, hemos luchado en contra de muchas autoridades para defender el parque Kaa-Iya. También hemos apoyado la creación de otras áreas protegidas en la zona de influencia del Parque Nacional Kaa-Iya, además que seguimos trabajando con comunidades que viven en el entorno del área con propuestas productivas que ellos mismos plantean, las cuales deben ser amigables con la naturaleza.

El guanaco, una de las especies que habita en el Parque Nacional Kaa-Iya. Foto: Alcides Ramos.

—¿Y qué sucedió con la minera que quería entrar?

—Entre el 2011 y  el2012 una empresa minera tenía una licencia aprobada para explotar los yacimientos de cal que estaban dentro del área protegida. Con la directora del parque de ese momento, que era bióloga, nos movimos fuerte y tuvimos que hacer procesos administrativos para frenar la entrada de la empresa. Fue un tema muy difícil porque también había gente local que estaba de acuerdo con la minera, sientes que te ponen entre la espada y la pared. Es bien difícil ser guardaparque cuando te enfrentas a estas situaciones.

—En esa misma línea, ¿cuál es la situación más difícil que usted ha enfrentado como guardaparque?

—Tenemos un área protegida muy grande y poco personal. Mi plan de manejo contempla 52 guardaparques y dos jefes de protección, un técnico de monitoreo, un técnico de turismo, un técnico de educación ambiental, un asesor legal, un administrador y un director. Sin embargo hoy solamente somos 20, y a eso se suma que la mayoría del personal solamente tiene contrato por tres meses o por un año y no hay estabilidad laboral, es personal eventual a pesar de que algunos llevan 25 y 30 años de trabajo. Muchos se han retirado y otras han fallecido en esas condiciones [con contratos eventuales] y eso no está bien. Tampoco hay dinero para la parte operativa y todo eso preocupa bastante.

—¿Tiene alguna experiencia en campo que le emocione o o alguna anécdota que le gusta contar y recordar?

—El idioma chiquitano, que es el besiro, ya se ha perdido, pero los compañeros de la cultura guaraní si hablan su idioma. Cuando hice mi primer ingreso a la zona donde estaban ellos yo no entendía lo que conversaban, iba comprendiendo al observar pero a sus acciones y eso me obligó a aprender el guaraní. Aún no sé hablar bien, pero entiendo algunas palabras y puedo hablarles.

Jorge Banegas ha sido uno de los ganadores del Premio Internacional de Guardaparques 2022. Foto: Katia Garrido.

—Entre todas las especies que encuentra dentro del parque nacional, ¿cuál es la que más le gusta?

—Todas las especies son importantes, tanto de flora y fauna, pero la que a mí más me gusta es, precisamente, el chancho solitario o jabalí porque ha tenido que adaptarse a muchos cambios. Es la única especie de las tres de chanchos que tenemos que prefiere el calor o las altas temperaturas y también es una especie que se creía desaparecida, hasta que la descubrieron en el área protegida. Otra de las especies que me llama mucho la atención es un armadillo al que le decimos peichi, de unos 60 a 80 centímetros de largo y que pesa entre 50 y 80 kilos. El Parque Nacional Kaa-Iya es un refugio para muchos animales por su gran extensión y la conectividad con otras áreas protegidas como la Laguna Concepción, el Parque Histórico Santa Cruz La Vieja y el Área de Conservación e Importancia Ecológica Ñembi Guasu. En general, el parque Kaa-Iya es una muestra representativa a nivel mundial de un bosque seco chaqueño en buen estado de conservación.

—Finalmente, ¿qué significado tiene para usted el Premio Internacional de Guardaparques que acaba de recibir?

—Me motiva mucho. No me lo esperaba y lo comparto con todos mis compañeros guardaparques porque si bien yo lo recibo, no hubiera sido posible sin el trabajo de ellos, sin el apoyo de los comités de gestión de la gente que luchó para que se creara a esta área protegida. Además del trabajo de los directores y de muchas otras organizaciones. Es un premio también para Bolivia porque se preocupó en conservar esta área con los resultados que tenemos ahora. Parte del premio es también un aporte económico que va a ayudar a fortalecer el sistema de alerta temprano contra incendios en Kaa-Iya.

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