Cerca de 150 ayoreo en aislamiento voluntario sobreviven en el monte chaqueño en la frontera entre Bolivia y Paraguay. Entre los registros que evidencian su presencia se encuentran huecos y marcas en árboles; utensilios y chozas hallados, huellas en aguadas y objetos abandonados. Hoy sufren la amenaza de la deforestación, la construcción de caminos, los megaincendios y el avance de la frontera agrícola-ganadera. Ambos países deben tomar medidas para asegurar la protección de sus territorios y su supervivencia.
Los ayoreo son un pueblo cazador-recolector cuyo territorio tradicional contempla más de 30 millones de hectáreas ubicadas en el Gran Chaco Americano: el norte del Chaco paraguayo, el Chaco cruceño boliviano y la Chiquitanía. En la actualidad, la población sedentaria del pueblo Ayoreo asciende a 5.000 personas distribuidas entre Paraguay y Bolivia. No obstante, aún persisten grupos en aislamiento voluntario.
La mayoría de los ayoreo fueron sacados violentamente de su territorio tradicional en la segunda mitad del siglo XX para ser “reducidos” a pequeños asentamientos, donde hoy subsisten como sedentarizados. Los primeros contactos datan de 1711 y 1724, cuando los jesuitas fundaron la reducción San Ignacio de Zamucos con varios grupos locales ayoreo. En 1845, una sublevación acabó con esta reducción. Pasaron más de 100 años hasta que se tuvieron noticias de los ayoreo con un acercamiento del grupo local Jnupegosode a trabajadores del ferrocarril Santa Cruz-Puerto Suárez en Bolivia.
Hasta mediados del siglo XX, los trabajadores de empresas petroleras tuvieron encuentros en el Chaco Paraguayo. En la década del 60, se inició un proceso sistemático de búsqueda y contacto de los ayoreo, que culminó con su deportación y reducción en aldeas misioneras. El último caso de contacto y sedentarización de grupos aislados en Paraguay data de 2004.
Evidencias y testimonios de la presencia de aislados
La presencia de grupos aislados en Bolivia y Paraguay es conocida en ambos países. En Bolivia, se ha recogido información de manera metódica y sistemática, aunque ha sido difícil hacerlo de forma sostenida. En Paraguay, Iniciativa Amotocodie efectúa el monitoreo sistemático de la presencia de grupos aislados desde 2002.
Mediante el testimonio de los ayoreo sedentarizados y el registro de señales de presencia, Iniciativa Amotocodie estima la existencia de al menos 10 grupos pequeños (o grupos familiares), separados y aparentemente sin comunicación entre sí, que continúan con su vida nómada en el norte y oeste del Chaco paraguayo. Se trataría de entre 80 y 150 personas y al menos uno de los grupos pertenece al pueblo local Totobiegosode. Los otros no pudieron ser identificados aún.
La mayoría de los ayoreo fueron sacados violentamente de su territorio tradicional en la segunda mitad del siglo XX para ser “reducidos” a pequeños asentamientos.
En poco más de diez años, se pudieron identificar áreas y circuitos de los grupos nómadas. Los indicadores que se registran son varios: huecos de extracción reciente de miel en los árboles; marcas clánicas en cortezas de árboles y cactáceas; utensilios y chozas hallados en zonas de desmontes y trazado de nuevas picadas; marcas chamánicas advirtiendo a otros la presencia de un grupo o el límite hasta donde se puede avanzar sin peligro de choques violentos; huellas en aguadas y senderos dentro del monte; y objetos dejados cerca de algún asentamiento en señal de paz, amistad o intercambio.
Entre los indicadores testimoniales, se encuentran los avistamientos de personas desnudas con armas o utensilios, y las voces o gritos escuchados por no indígenas. Uno de los registros más importantes es el testimonio de los ancianos ayoreo que recuerdan a algún pariente que nunca salió del monte y que, por el tiempo transcurrido, se supone que aún está vivo.
Deforestación, usurpación y riesgo de contacto
El avance del desmonte pone en peligro tanto la subsistencia de las poblaciones aisladas como su forma de vida. Diariamente, el Chaco paraguayo pierde alrededor de 800 hectáreas de bosques, lo cual representa la deforestación más acelerada del planeta. El territorio tradicional del pueblo Ayoreo recibe el impacto directo de este ecocidio y los grupos en aislamiento voluntario son los más vulnerables. A esta amenaza se suman la construcción de carreteras, el narcotráfico, la acción misionera, la minería, la prospección petrolera y, por supuesto, el cambio climático. Cabe destacar que el Estado paraguayo todavía no reconoce formalmente la existencia de los grupos aislados ni posee políticas públicas para su protección.
El avance de la explotación económica hacia sus territorios significa la ocupación de áreas vitales para los grupos ayoreo. En la actualidad, el agronegocio es el principal causante de la deforestación del bosque nativo chaqueño y, con ello, el motor de la destrucción del mundo ayoreo. Además de una irrecuperable pérdida de hábitat, esto representa el aumento exponencial de situaciones de riesgo para los aislados: el desplazamiento forzado, el contagio de enfermedades, la pérdida de soberanía alimentaria, la muerte física, los contactos no deseados y los choques violentos con víctimas de ambos lados.
A veces, los aislados son tomados como intrusos cuando ingresan a propiedades privadas. Debido a la creciente escasez de agua, se ven obligados a exponerse a posibles situaciones de contacto acercándose por las noches a las haciendas ganaderas para extraer agua de los tajamares. Esta misma estrategia es empleada para recolectar sal.
El Estado paraguayo todavía no reconoce formalmente la existencia de los grupos aislados ni posee políticas públicas para su protección.
En este contexto cabe recordar que Paraguay posee la concentración de tierra más alta del mundo: con un coeficiente de Gini de 0,93, su desigualdad es casi perfecta. La mayoría de los latifundios, deforestados para el monocultivo o la ganadería, fueron adquiridos de manera espuria. El territorio Ayoreo comenzó a ser usurpado durante la dictadura de Alfredo Stroessner (1954-1989) y los gobiernos del Partido Colorado (1989-2008). Basándose en privilegios otorgados por el gobierno y en artilugios jurídicos, los supuestos nuevos propietarios desconocen cualquier derecho a la tierra, que precede al otorgado por los Estados nacionales. El conflicto suele derivar en enfrentamientos y asesinatos, lo cual está provocando un aumento de la violencia en la zona.
En medio de esta concentración de tierra y la deforestación, los ayoreo aislados siguen practicando su forma de vida nómada y recorren las mismas rutas migratorias utilizadas por varias generaciones. En su cosmovisión no existen los límites fronterizos actuales ni la idea del territorio asegurado por la legalidad moderna. Estas rutas migratorias están cada vez más perturbadas y fragmentadas por los ocupantes, las cercas, las carreteras y las instalaciones de las industrias extractivas. La consecuencia es obvia: la ocupación de sus tierras perjudica las prácticas tradicionales de los últimos ayoreo en aislamiento voluntario.
Incendios, caminos y evangelización forzada
En 2012, en una audiencia en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) se demostró que la acelerada ampliación de la frontera agrícola en los territorios donde transitan los ayoreo aislados había intensificado los avistamientos en todo el Chaco. Ese mismo año, el gobierno boliviano aprobó el Decreto Supremo N° 1286 en el que estableció un área de 536.568 hectáreas con la finalidad de aplicar medidas de protección territorial previo a la realización de estudios interdisciplinarios. La zona se ubicó en el Área de Conservación e Importancia Ecológica Ñembi Guasu, que abarca una parte del Parque Nacional Kaa-Iya y otra del Parque Nacional Otuquis, dentro de la jurisdicción de la Autonomía Indígena Guaraní de Charagua Iyambae (en la frontera con Paraguay). Sin embargo, nunca se hicieron los estudios ordenados por el decreto y tampoco se implementaron medidas.
El evento más catastrófico, que afectó las áreas de tránsito de las familias ayoreas aisladas y en contacto, se registró durante agosto y octubre de 2019, con los incendios forestales ocurridos en la Chiquitanía y el Chaco boliviano, que adquirieron dimensiones nunca vistas. Según la Autoridad de Fiscalización y Control Social de Bosques y Tierras, la superficie afectada fue de 3.519.843 millones de hectáreas, aunque otros estudios señalan que alcanzó más de 5 millones. El fuego comprometió sobre todo los ecosistemas definidos en el Decreto Supremo N° 1286 dentro del área protegida guaraní Ñembi Guasu, en la frontera con el Paraguay. Esta catástrofe hace presumir que se han modificado de manera definitiva las zonas de nomadismo de los aislados, dejando al decreto, en gran medida, descontextualizado.
El evento más catastrófico, que afectó las áreas de tránsito de las familias ayoreas aisladas y aquellas que están en contacto, se registró durante 2019, con los incendios forestales en la Chiquitanía y el Chacho boliviano.
La expansión de la red de caminos representa un gran impacto sobre el territorio, con efectos traumáticos e irreversibles sobre la vida de los aislados. Un camino abierto es el preludio de un nuevo desmonte, la incursión de saqueadores de maderas preciosas, la presencia de cazadores furtivos y de especuladores inmobiliarios. Si las carreteras son pavimentadas, el impacto es aún mayor. Las obras de infraestructura tienen efectos negativos derivados de la deforestación y la pérdida de los servicios ecosistémicos vitales para la población indígena y no indígena. Para los aislados, además, representa un corte en la continuidad de su territorio, una referencia nueva y un nuevo obstáculo a superar.
En 2020, se hizo visible un proyecto del Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones de Paraguay para habilitar un camino que atraviesa el Parque Nacional Defensores del Chaco y alteraría de manera definitiva el tránsito por parte de los aislados y la fauna de la zona. Sería el segundo de alto tránsito y alta velocidad que cruza el parque. Según el proyecto, se están planificados puentes y alcantarillas sobre los riachos y sobre el río Timane, lo que significa que será una ruta nacional y provocará una fuerte alteración ambiental.
Finalmente, aunque a esta altura se considera inadmisible la idea de contactar a los aislados “para salvarlos y entregarles la palabra de Cristo”, la acción misionera continúa en el siglo XXI. En ambos países, la iglesia A Nuevas Tribus persigue la evangelización de los ayoreo y organizan constantes viajes internacionales e intercomunitarios. De esta manera, los ayoreo se ven forzados a negar su cosmovisión debido a las determinaciones impuestas por los misioneros cristianos, lo cual también representa una forma de etnocidio.
La configuración de genocidio
La violenta transformación y usurpación del territorio tradicional Ayoreo obliga a los aislados a abandonar regiones. Las huidas son siempre traumáticas y conllevan riesgos: pueden encontrarse en el monte con intrusos e incluso, muchas veces, los invasores realizan cacerías humanas para expulsarlos y ocupar el terreno, una típica operación de limpieza étnica. Los ancianos que vivieron esas situaciones y que hoy están sedentarizados detallan que intentar comprender desde su cultura qué ocurre con el monte es muy difícil y doloroso. El temor a lo desconocido los lleva a un estado de tensión que produce un estrés social e individual. En ocasiones, retirarse del lugar no es una opción por lo que permanecen cerca de la zona de riesgo, sin saber cuánto tiempo más perdurará el peligro.
Los ayoreo en aislamiento voluntario están experimentando un agravamiento de las condiciones ya arduas en las que sobreviven. Del lado boliviano, la Autonomía Guaraní de Charagua está considerando la posibilidad de crear una categoría especial de área protegida, con carácter de intangibilidad, para garantizar la decisión autónoma de no contacto de los ayoreo aislados. La demarcación de un territorio intangible representaría una doble coraza de protección y permitiría recomponer un territorio afectado por una catástrofe ambiental sin precedentes. El territorio es una condición fundamental para poder mantenerse lejos del contacto de la sociedad nacional.
Las diferentes amenazas expuestas configuran una situación de genocidio promovida por el modelo de desarrollo y activamente apoyada por los gobiernos nacionales. Los responsables estatales deben detener inmediatamente este crimen en desarrollo implementando acciones: limitar el acceso de particulares, devolver los territorios tradicionales al pueblo Ayoreo, detener el tránsito y la penetración en los territorios, y restaurar los ecosistemas afectados por los incendios. Los Estados paraguayo y boliviano tienen el poder de tomar estas medidas, lo único necesario es la voluntad política de detener este genocidio.
- Miguel Lovera es agrónomo especializado en conservación de bosques y coordinador de Iniciativa Amotocodie, una institución de Paraguay que trabaja por la protección del Chaco y acompaña al pueblo Ayoreo en la defensa de su tierra, cultura y forma de vida.
- Leonardo Tamburini es Director Ejecutivo de ORÉ, abogado por la Università degli Studi di Macerata (Italia), ex Director del Centro de Estudios Jurídicos e Investigación Social (CEJIS) de Bolivia y asesor legal de la Autonomía Guaraní de Charagua Iyambae.
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