Naturaleza, arte y cultura, el ConservArte se supera cada año

Durante cuatro días, más de 60 actividades tanto en Roboré como en Santiago de Chiquitos, logran que la gente no solo conozca la biodiversidad de la zona, sino que los artistas se inspiren en paisajes siniguales.

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Fabiola Gutiérrez Escobar/ Foto principal: Steffen Reichle

Le coquetea al cielo y se pavonea hasta donde alcanza la vista. La reserva municipal del Valle de Tucabaca es un verde profundo. Su imponencia evoca un mar en pleno corazón de Sudamérica. Hoy, un día de marzo, esta inmensidad hace de fondo a dos jaguares y una paraba pintadas en el cuerpo de tres mujeres que les escenifican. En el amanecer previo hubo tambores, flautas y violines que interpretaron chovenas chiquitanas por la calles de un pueblo –Santiago de Chiquitos– donde niñas y niños bailaron con visitantes. Durante tres noches, una iglesia jesuítica casi tricentenaria y las estrellas hicieron de telón para intérpretes musicales y artistas que erizaron a los turistas.

Todo ocurrió en el Festival Arte para la Conservación, o ConservArte, que celebró su sexta versión del 12 al 15 de marzo en Roboré, municipio cruceño distante a cinco horas de la capital oriental. Fue la primera coordinada por el Centro para la Participación y el Desarrollo Humano Sostenible (Cepad), tras la creación, en 2015. Aquel entonces el artista plástico Leoni Manrique y los biólogos Yuvinka Gareca y Steffen Reichle decidieron apostar por este proyecto.

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Esta representación de la paraba barba azul y el jaguar cautivó a los visitantes en el Valle de Tucabaca.

Las actividades se realizan en Santiago de Chiquitos, la comunidad que está dentro del área protegida, y Roboré, la capital del municipio. Ambos son tricolores: colorada la tierra de sus anchas calles, verde frondoso de su bosque tropical y celeste el cielo de su picante sol. En las paredes de ambos sitios hay rastros silenciosos de cada versión del ConservArte: murales de naturaleza y folklore. Uno dice: “Santiago me haces bien”. Santiago de Chiquitos, es un pueblo sin mercados, bancos ni surtidores, donde el arcoiris hace amague de encontrarse con la tierra en las narices de uno y la sonrisa de la gente hace que sea un refugio de la furia de las ciudades. No en vano le dicen la Antesala del Cielo.

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Al contar con casi 60 actividades para cuatro días, 14 diarias en promedio, el festival tiene una agenda frenética de turismo que fusiona arte, cultura, naturaleza y foros, para experimentar en cuatro días lo que los locales viven todo el año: la valorización de su riqueza cultural y natural que marca su historia.

En Santiago de Chiquitos fue una asociación de padres quien organizó la Escuela de Música Misional de Santiago de Chiquitos. Los locales también son los artífices de que en las leyes conste la defensa ante las amenazas de explotación y la protección de su biodiversidad: nada más y nada menos que el bosque seco tropical mejor conservado del mundo -y una auténtica fábrica de agua. El lugar fue blindado allá por 2001 mediante una ordenanza municipal, solo con argumentos legales ante la falta de competencias estatales correspondientes. Actualmente, las leyes municipales y departamentales la reconocen como el Área Protegida y Reserva de Vida Silvestre de Tucabaca.

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La orquesta de Santiago de Chiquitos, formada por niños y jóvenes de la población. Foto: Edmond Sánchez

La agenda está ampliamente nutrida de actividades artísticas para elegir los cuatro días. Las hay para todas las edades y no solo para ser espectador. Incluye, además, una decena de disciplinas: murales, fotografía, escultura, pintura, performance, talleres de arcilla, acrobacia, elaboración de peluches de animales en peligro de extinción. Los cuatro días es posible observar a artistas esculpir piedra, madera y hierro; y dejarse transportar por las interpretaciones de los mejores músicos del país. Las ocho presentaciones de este año se dieron en las mañanas, tardes y noches; en   el exterior del templo misional, por las calles de Santiago, a orillas de un balneario, y en el Mirador de Tucabaca al amanecer y atardecer.

Además del arte, hubo actividades para disfrutar la riqueza cultural chiquitana. La Feria Artesanal e Informativa se realizó durante tres de los cuatro días del ConservArte y contó con la participación de productoras locales de medicinas naturales y tradicionales, jabones, tejidos y bisutería. También se instaló un spa con medicinas naturales, un taller para pintar máscaras chiquitanas y de animales, juegos para informar sobre la biodiversidad, estudios al aire libre para retratarse con fotógrafos profesionales, elaboración de velas con técnicas de reciclaje y desayunos en una quinta para tener una experiencia rural.

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Santiago de Chiquitos se destaca por tener pozas de agua como esta, escondidas entre rocas y parajes. Foto: Ricky Arias

A la biodiversidad roboreseña no solo llegan agendas culturales y artísticas de turismo. Muchas ansias de explotación privadas y estatales rondan sus tierras, aguas, fauna, flora, hierro y manganeso presentes en el muro del precámbrico que se yergue en el paisaje llano. La más reciente amenaza fue contra el fuego que no llegó a la reserva de Tucabaca por los esfuerzos de sus habitantes. Pues en la Chiquitania, los incendios arrasaron con más de cuatro millones de hectáreas en 2019. El tema no podía dejarse de lado, aunque el ConservArte sea un evento turístico, indicó el presidente del Cepad, Rubens Barbery. Es así que el segundo día se desarrolló el Foro Conservación del Medio Ambiente e Incendios Forestales y se hizo la entrega de donaciones internacionales de equipamiento de bomberos para Roboré y de Santiago de Chiquitos.

Los bomberos de Santiago de Chiquitos recibieron equipos e indumentaria gracias a la estación de bomberos de Arkansas, Estados Unidos y  una donación procedente de Alemania.

La agenda, por supuesto, no podía estar exenta de actividades en la naturaleza. Estas también se programaron para los cuatro días de festival, las hubo para todas las posibilidades físicas, y contaron con guías y espectáculos artísticos y musicales. Hubo desde visita al Balneario Municipal de Roboré, plantaciones de árboles endémicos en Santiago de Chiquitos; pasando por paseos en El Manantial, un complejo de senderos, aguas cristalinas y pinturas rupestres; hasta subida a los miradores del valle de Tucabaca, visita a las Pozas de Santiago de Chiquitos, escalones empotrados en la piedra que contienen y hacen cascadas de aguas cristalinas, y horas trekking por la serranía de Santiago de Chiquitos.

El amanecer con violines es ya una tradición del Conservarte. Niños acompañados por violines recorren las calles del pueblo. Foto: Doly Leytón Arnez

Seguramente, para quienes participaron del ConservArte este año fue difícil regresar al frenesí de la vida citadina que además estaba en puertas de la semicuarentena por el contagio exponencial del coronavirus. Esa se suma a las muchas características del mundo moderno encementado que hacen valorar más lugares como el valle de Tucabaca, el municipio de Roboré, esfuerzos de conservación como los de sus habitantes, y eventos como el ConservArte, que hacen del arte y la cultura portales para reconectarnos con la inmensidad de la naturaleza, canales para convocarnos a la conservación de tal inigualable biodiversidad. Esta idea de festival, que nació entre vinos de biólogos y artistas, es ahora una antena de centenas de artistas y turistas para exaltar la conservación y vivir la Chiquitania en primera piel.

ConservArte en imágenes

Artistas nacionales e internacionales se involucran en las actividades, que cada vez toman más espacios de la naturaleza.
Los más pequeños son los más entusiastas abuelos en el amanecer con violines. Foto: Rocío Lloret

 

Los visitantes también podían hacerse imágenes profesionales con indumentaria típica del lugar, gracias a la intervención de fotógrafos profesionales. Foto: Edmond Sánchez
El violinista Gustavo Orihuela deleitó a los asistentes con un concierto en el que no solo desplegó su talento, sino mostró la versatilidad del instrumento de cuerdas. Foto: Edmond Sánchez
Contrapunto cerró los conciertos con broche de oro, en medio de aplausos, bailes y mucha emoción. Foto: Edmond Sánchez
El violinista Gustavo Orihuela acompañó las chovenas chiquitanas que se interpretaron en el amanecer. Foto: Doly Leytón.