- Gracias al trabajo de 40 periodistas, Mongabay Latam, una página de información con noticias sobre conservación y ciencias ambientales, pudo conocer la situación ambiental de Latinoamérica, desde los mares a las selvas, pasando por montañas y glaciares.
- Aquí algunas historias sobre el trabajo periodístico en zonas difíciles de cubrir debido al aislamiento del lugar o la peligrosidad de los conflictos.
Más de 40 periodistas colaboraron con Mongabay Latam este 2018. Gracias a sus trabajos de reporteo pudieron contar qué está pasando en América Latina en temas ambientales. Llegaron así hasta apartados lugares para informar acerca de deforestación, tráfico de especies, pueblos indígenas, impactos asociados a proyectos extractivos y agroindustriales, pero también para contar historias de conservación, ciencia y nuevos descubrimientos.
Estas son las experiencias de algunos de los periodistas de Mongabay Latam, trabajando en zonas difíciles de cubrir debido al aislamiento del lugar o la peligrosidad de los conflictos.
Eduardo Franco (Bolivia)
Mi cobertura más difícil en 2018 fue la producción del especial sobre jaguares, “Un viaje al mercado negro de jaguares en Bolivia” y “Perú: mafias arremeten contra la población de jaguares en Iquitos”. Para esta investigación transfronteriza realizada entre Bolivia, Perú y Brasil, realizamos una operación encubierta para poder documentar la manera en que operan los traficantes y vendedores de partes de jaguar en el mercado negro. Esto derivó en una amenaza de muerte por parte de uno de estos traficantes hacia mi persona en Bolivia.
La ilegalidad en la que operan estas personas, quienes están dispuestas a hacer “lo que sea necesario’’ para continuar con sus negocios ilícitos, hace que este tipo de coberturas sean complicadas. Fue así que para continuar con nuestra cobertura en Perú tomamos ciertas precauciones y establecimos un equipo de seguridad conformado por un guía local y un policía, quienes nos acompañaron de manera incógnita a algunos de los sitios en donde opera el mercado negro de vida silvestre en Iquitos. Muchos de estos lugares eran bastante peligrosos y las mismas autoridades nos alertaron de la dificultad que ellos mismos tienen para realizar sus controles, como la zona baja del mercado Belén, en Iquitos.
Pero el momento más difícil y que casi pone fin de forma prematura a nuestra cobertura periodística nos sucedió en Brasil. Allí, sufrimos un accidente vehicular en la región del pantanal brasilero hasta donde llegamos para continuar con la investigación y documentar jaguares salvajes en el Parque Nacional del Pantanal Matogrossense. El siniestro ocurrió al retorno de nuestra expedición, debido a que la lluvia malogró bastante el camino (Transpantaneira MT-060) ocasionando que nuestra camioneta resbale de un puente y termine volcada dentro de un pantano. Tuvimos unos pocos minutos para escapar por las ventanas mientras el agua inundaba la cabina y lograr así salir con vida.
A pesar de estos riesgos, logramos sacar adelante nuestra investigación y expusimos la gravedad con la que está operando el mercado negro de partes de jaguar, alertando principalmente a las autoridades nacionales y organizaciones del Perú sobre la gravedad del asunto, y también a la comunidad internacional. Nuestra investigación fue la más leída de 2018 en medios como Earth Journalism Network (EJN) en Estados Unidos.
Lee los reportajes de Eduardo Franco aquí:
- Un viaje al mercado negro de jaguares en Bolivia
- Perú: mafias arremeten contra la población de jaguares en Iquitos
Jack Lo Lau (Perú)
En dos momentos sentí un poco de incertidumbre. El primero fue en abril cuando viajé a la selva de Cusco, más allá de Quillabamba, una zona de narcotráfico, para hacer un reportaje sobre al ACR Urusayhua, en el Alto Urubamba, con comunidades machiguengas.
Es un lugar del Perú al que pocos llegan. Lo separa de la ciudad más de nueve horas en carretera y caminos afirmados.
En el camino de ida y de vuelta me cogió una lluvia torrencial en donde no se podía ver más allá de dos metros del auto. La carretera estaba muy resbalosa, el auto patinaba constantemente y veía cómo se iban desmoronando los cerros. Piedras pasaban al lado del auto, una que otra le daba al parabrisas y sentía que en cualquier momento caíamos al precipicio. Felizmente, no pasó nada y pude volver a Cusco sano y salvo.
El segundo momento fue en el VRAEM cuando viajé para hacer un reportaje sobre la situación de las comunidades asháninkas en la zona que es considerada como la más grande fábrica de cocaína del mundo. Si bien la zona está gobernada por los terroristas y el narcotráfico, no llegué a cruzarme con ninguno de ellos. Pero el temor y la sensación de abandono se te mete en la piel.
Después de ir en auto más de 16 horas, tomar un bote todo el día y caminar por cuatro horas, llegamos a Meantari. Acá sí que no llega nadie. Las personas en las comunidades me repetían: por favor, dile a los gobernantes que sí existimos.
Durante la caminata, de ida y de vuelta, fuimos con el comité de defensa. Diez personas armadas con escopetas listas para defenderse. ¿Si no pasa nada, por qué están tan armados? Ellos solo respondían: “por si acaso” y a uno lo dejaban pensando en los riesgos. Al salir, en la carretera la situación es tenebrosa. No se ve nada y en medio del camino te paran policías para revisar todas las maletas. Eso hace que sientas más peligroso todo.
Lee los reportajes de Jack Lo Lau aquí:
- ACR Urusayhua: Machiguengas lideran conservación frente al avance del narcoterrorismo
- Ashánincas en Perú, un pueblo indígena que vive entre narcos, invasores y terroristas.
María Fernanda Lizcano (Colombia)
Creo que la cobertura periodística más complicada fue cuando trabajé el especial Post Conflicto: guerra a muerte por la tierra en Colombia. De ese trabajo salieron dos artículos: “Así se disputan la tierra en Colombia” y “Mafias criminales se adueñan de los bosques”.
El primer tema pretendía explicar el problema de la tierra en Colombia y cómo es que grandes terratenientes han logrado acapararla. Ese tema es bastante espinoso y es el que, incluso, generó en su momento la creación de la guerrilla de las FARC. No solo era complicado explicarlo, sino que además incluía a todo el mundo: jueces, notarios, políticos, entre otros, se han unido para apropiarse de todo.
Allá el asunto es bastante complicado. La gente tiene miedo de contar lo que está pasando y toca saber manejar eso. Cuando fui a Guaviare para hablar el tema, prácticamente no pude avanzar más allá del casco urbano. Todos decían que era peligroso. La gente prefería no ser mencionada en el artículo y todo se trabajó off the record.
Lee los reportajes de María Fernanda aquí:
Rodrigo Soberanes (México)
La cobertura más complicada fue la del gasoducto que dividió a la nación yaqui, en Sonora, al noroeste de México. Se trata de la única nación de pueblos indígenas reconocida como tal dentro de México. Está conformada por siete comunidades, de las cuales seis se enfrentan a una sola. Esta última comunidad, Loma de Bacúm, resiste a la construcción del gasoducto.
Cuando hicimos la cobertura para Mongabay Latam hubo un enfrentamiento muy violento donde tuvo que interceder el ejército. Murió una persona y también secuestraron a la vocera del pueblo de Loma de Bacúm, Anabela Carlón y a su marido. Eso no se mencionó en el texto, por motivos de seguridad en ese momento.
Entonces la zona estaba totalmente ardiente. Cualquier persona que se acercara ahí era supervigilada por todo el mundo. Había desconfianza de todos los lugares. Al final con los contactos adecuados, tuvimos un poco de suerte y salió bien la cobertura.
Lee el reportaje de Rodrigo Soberanes:
Vanessa Romo (Perú)
La cobertura de las problemáticas ambientales en el Perú es riesgosa, sobre todo en temas de minería, tala ilegal y narcotráfico, que suceden en zonas amazónicas de frontera, muchas de ellas en áreas naturales protegidas como parques y reservas nacionales.
Mi experiencia más reciente de peligro en una cobertura para Mongabay Latam fue en la zona de amortiguamiento y dentro del Parque Nacional Bahuaja Sonene, ubicado entre las regiones sureñas de Puno y Madre de Dios, en la frontera con Bolivia.
Dentro del parque operan clanes familiares de narcotráfico que tienen vínculos con criminales bolivianos e incluso habilitan pistas de aterrizaje clandestinas para llevar la droga en avionetas hacia el país sureño. Además, hay una gran destrucción en la zona norte del parque por el mercurio usado para la minería de oro, en un área custodiada por personas armadas.
Tuve que regresar nuevamente en noviembre para dar seguimiento a este tema y el narcotráfico está aún más presente.
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