Bolivia: 3,4 millones de hectáreas quemadas en un año en el que las lluvias ayudaron a controlar el fuego

Santa Cruz concentra el 56.4% de áreas afectadas; mientras que Beni tiene el 37.6%. Los reportes muestran que, en las áreas protegidas, las llamas se iniciaron en zonas de uso agropecuario. Ñembi Guasu se quemó por segunda vez en tres años y eso hace prever cambios en ese importante ecosistema.

Entre enero y octubre de este año, 3,4 millones de hectáreas se quemaron en Bolivia como consecuencia de los incendios forestales. Septiembre fue el mes de mayor concentración del fuego y aunque la superficie afectada fue menor a 2020 y 2019, uno de los factores que incidió fueron las lluvias que cayeron en las regiones golpeadas.

La información se desprende del reciente informe publicado por la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN) “Cuantificación de áreas quemadas de enero a octubre de 2021”. El reporte fue elaborado mediante el uso de imágenes Sentinel-2 y se procesaron más de diez mil imágenes en la plataforma de Google Earth Engine.

Así, Santa Cruz (56. 4%) y Beni (37.6%) concentran el 94 por ciento de áreas quemadas. En el primer caso, la superficie asciende a 1,9 millones de hectáreas (un promedio de 622 hectáreas en los últimos tres meses), mientras que, en el departamento amazónico, la superficie es de 1,3 millones de hectáreas.

Este año, se quemaron 688 mil hectáreas de bosque entre enero y octubre. Las tierras no boscosas (pastizales, matorrales, herbazales) sumaron 2,6 millones de hectáreas, y el restante -114,7 mil hectáreas- se detectó en áreas agropecuarias.

Áreas protegidas, afectadas por quemas provocadas

El 46 por ciento (1,5 millones de hectáreas) de la superficie total quemada se concentra en áreas protegidas nacionales y subnacionales.

En el caso de San Matías y Otuquis (Santa Cruz), son parques nacionales que sufren incendios recurrentes. “Para que tengamos fuego en nuestra región, se tiene que haber iniciado en un área agrícola. A lo largo de nuestras evaluaciones vemos que son pocos los incendios que se iniciaron por quema de basura, por ejemplo”, dice al respecto Armando Rodríguez, gerente de proyectos de la FAN, a La Región.

En ese contexto, para el experto “no es extraño” que, dentro de las áreas protegidas, principalmente Amboró (Santa Cruz) tenga esta presión del uso de la conversión de la tierra para uso agropecuario en el perímetro externo. Detectar esta situación es posible gracias a los análisis históricos de las áreas quemadas. En el mapa https://amazonia.mapbiomas.org se tiene información desde 1985 respecto a ocurrencia de incendios.

El doloroso destino de Ñembi Guasu

El incendio de Ñembi Guasu se repitió este año y afectó al Abayoy y al Cerrado.

En 2019, uno de los incendios más graves y dolorosos que se registró en Bolivia, ocurrió en el Área de Conservación e Importancia Ecológica Ñembi Guasu; la segunda zona de protección más grande del Chaco Sudamericano, que alberga especies como el jaguar (Panthera onca), el puma (Puma concolor) o el mono nocturno (Aotus azarae).

Este año el fuego se ensañó nuevamente con esta área protegida que tiene uno de los ecosistemas más ricos de la región, como es el abayoy. “Si se tenía alguna idea de rehabilitar este ecosistema, con este escenario de dos años de incendios -2019 y 2021- básicamente esta vegetación tiene un daño tan grande, que se ha cambiado la composición de las especies”, lamenta Rodríguez.

Eso implica que no solo sería muy costoso en cuanto a inversión y tiempo, sino que, al caer las lluvias, las especies que se criarán ahí serán invasoras, por tanto, todo ese ecosistema cambiará. “Se va a requerir muchos estudios para tomar una decisión de cómo hacer esta recuperación”.

¿Qué pasó?

Como viene sucediendo en los últimos años, el análisis permitió establecer que el fuego se inició en áreas de uso agropecuario. A diferencia del comportamiento de este fenómeno en otros países, en Ñembi Guasu y en San Matías se pudo establecer que el inicio no se dio en un solo foco, sino en la sumatoria de ellos. Eso significa que las quemas comenzaron en distintos puntos y al final se conectaron, formando complejos muy grandes, difíciles de controlar. “Esto no es una problemática aislada. Al no saber cómo se comporta el fuego, porque no sabían por dónde empezó, era difícil controlarlo”, explica Armando Rodríguez.

Evidentemente, este año, la afectación en hectáreas fue menor a 2019 y 2020, pero para el experto, esto no solo se debió a las acciones de control, sino a las lluvias que hubo este año. “Estos escenarios de áreas quemadas están históricamente ligados con el clima. Este año, finalizando la mitad de la época seca, hemos tenidos lluvias de consideración importante y eso también ayudó a controlar los incendios”.


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