Bolivia, un país reconocido mundialmente por su rica biodiversidad, alberga alrededor de 1445 especies de aves registradas. Una riqueza natural que actualmente se encuentra amenazada por la pérdida de hábitat, la cacería furtiva y otras actividades humanas. En ese contexto, surge Conserva Aves, un proyecto que busca proteger y restaurar ecosistemas clave, a través de la creación de áreas protegidas subnacionales y el involucramiento de comunidades indígenas y campesinas.
Implementar un proyecto de conservación tan ambicioso e innovador es posible gracias al aporte de cinco organizaciones líderes en el mundo: National Audubon Society, American Bird Conservancy, BirdLife International, Birds Canadá y la Red de Fondos Ambientales de Latinoamérica y del Caribe, que asignaron recursos para que la Asociación Armonía y Fundesnap lleven a cabo la iniciativa en Bolivia.
La meta es la conservación a largo plazo de las aves, la biodiversidad y los servicios ecosistémicos en nueve países de América Latina y el Caribe, eso va desde México hasta Chile.
En Bolivia, hasta la fecha, se están llevando a cabo seis proyectos, distribuidos en los departamentos de Oruro, Beni, Potosí y Santa Cruz. Estos proyectos abarcan desde el altiplano hasta los bosques amazónicos y tienen entre 13 y 24 meses de duración.
Lanzada a mediados de 2023 en nuestro país, la iniciativa se desarrollará hasta agosto de 2026. Abarca una amplia gama de posibilidades de acción como la creación o ampliación de nuevas áreas protegidas regionales y municipales, públicas y privadas para la conservación de las especies de aves amenazadas, endémicas y migratorias en declive en áreas prioritarias.
Para formar parte del proyecto, las organizaciones debieron cumplir con rigurosos criterios. Entre ellos, una propuesta de creación de áreas, de al menos 600 hectáreas, nunca antes protegidas; el compromiso de involucrar a las comunidades locales en la gestión, y el desarrollo de planes de manejo y financieros sólidos. Gracias a estos requisitos, se garantizó la selección de beneficiarios con un alto potencial de éxito y un impacto duradero, explicó Imke Oetting, coordinadora de Conserva Aves, de Asociación Armonía.
Hasta septiembre de 2024, se recibieron numerosas propuestas en dos convocatorias, de las cuales se han seleccionado las siguientes para su financiamiento: Biota, que propone un plan de protección de aves en los lagos Poopó y Uru Uru; Faunagua, que se enfocará en el Iténez, municipio de Baures; Prometa, en el río Chilenas; Biota, en Cuñurani, ambos en el departamento de Potosí; Ceraí, en la Serranía de Sunsás, en San Matías; y ORE, que desarrollará un plan para proteger la riqueza avifaunística de Loma Santa, en el Territorio Indígena Multiétnico (TIM) de Beni.
Oetting, destaca que la iniciativa comprende la conservación de una amplia diversidad de aves, por lo que las acciones pretenden expandir los hábitats disponibles para especies amenazadas, migratorias y endémicas.
En cuanto al financiamiento, cada beneficiario puede recibir hasta 100.000 dólares para implementar actividades de creación, manejo y sostenibilidad de las áreas protegidas subnacionales. Conserva Aves Bolivia cuenta con un presupuesto de 1.1 millones de dólares. Las organizaciones que accedan a estos fondos deberán comprometerse a aportar una contraparte equivalente al monto recibido, con la opción de aumentar su contribución si así lo desean.
Un modelo de conservación participativa
Ernesto Aramayo, coordinador de Conserva Aves de Fundesnap, explica que una de las características que los distingue es el enfoque participativo. Las comunidades locales, que históricamente han convivido con la naturaleza, son consideradas aliadas estratégicas en la conservación. Al involucrarlas en la toma de decisiones y en la gestión de las áreas protegidas, se busca garantizar la sostenibilidad a largo plazo de estas iniciativas. “Este proceso de creación de un área subnacional debe tener el respaldo de todas las comunidades. Tiene que convertirse en un proceso participativo, donde los pobladores se sientan parte de la solución”, menciona.
Más allá de la creación de nuevas áreas protegidas, también se espera generar impactos positivos a largo plazo. Por ejemplo, que estos sitios se conviertan en refugios seguros para especies amenazadas o en peligro crítico de extinción, como la Paraba frente roja, la Paraba barba azul o la Palkachupa. Además, se prevé que estas iniciativas fomenten el desarrollo de actividades económicas sostenibles en las comunidades locales, fortaleciendo su vínculo con la naturaleza.
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