
Rocío Lloret Céspedes / laregion.bo
De la Paraba Barba Azul (Ara glaucogularis) se sabe que hasta 2015 quedaban entre 350 y 450 ejemplares en vida silvestre, según el único censo realizado sobre la especie. Que es una de las aves más amenazadas del mundo, según Birdlife International. Que para la IUCN está “en peligro crítico de extinción”. Es más, se creía extinta, pero un grupo de científicos redescubrió una población en 1992. Desde entonces, la lucha por salvar a esta ave que alcanza entre 66 y 71 centímetros, ha incluido diferentes estrategias; una de las cuales, este año ha roto un récord importante para la conservación: 17 pichones que lograron volar con éxito durante la temporada de reproducción de 2024 gracias a cajas nido que están en la “Laney Rickman”, una reserva ubicada en el municipio beniano de Loreto, a 57 kilómetros de Trinidad.
Tjalle Boorsma, director de Programas de Asociación Armonía, organización dedicada a la conservación de aves de Bolivia; explica a La Región, que el resultado es fruto de casi 20 años de conocimiento al respecto. En 2005, cuando comenzó el programa de cajas nido, no había certeza de que las aves anidarían en estos espacios. El primer año, solo uno de 20 nidos instalados intentó ser ocupado por una pareja, pero no hubo éxito. Al año siguiente, nació el primer pichón. Desde entonces hasta la fecha, 145 ejemplares han alzado vuelo, dejando a su paso aprendizajes que van desde encontrar las medidas correctas de las cajas, ponerlas en una dirección que el sol de la tarde no las afecte e, incluso, ubicar árboles aislados para que depredadores como los monos capuchinos, no puedan llegar.
“Hemos aprendido, por ejemplo, a hacer el hueco (de la caja nido) lo suficientemente pequeño (10 x 10 cm) para que no haya competencia con la Paraba negra (Ara ararauna), que es más grande y normalmente gana (a la Paraba Barba Azul)”, dice Boorsma.
Los anillos de la experiencia

En este tiempo, las cámaras trampa y unos anillos que se coloca a las crías que nacen y dejan el nido, han permitido registrar hallazgos muy interesantes sobre el comportamiento de la especie.
Entre otras cosas, las parabas que salen de las cajas nido vuelven cuando son adultas para anidar. En tanto, las amenazas para la especie —dice Boorsma— siguen siendo las mismas: pérdida de hábitat por la expansión de la agricultura, pérdida de nidos por incendios, cacería para mascotismo. La más reciente, ejemplares que fueron repatriados de zoológicos y están en un centro de custodia en Sachojere (Loreto), desde donde, en caso de que algún individuo escapara, podría infectar alguna enfermedad exótica a la población silvestre.
Respecto a las amenazas de los huevos, César Flores, guardaparques que trabaja casi 15 años con Armonía, considerado un experto en Paraba Barba Azul a nivel mundial, detectó que el oso melero sube a los nidos y se come los huevos. También lo hacen el Mono Capuchino, la Boa Constrictor y el Toco Tucán. Asimismo, el Carpintero blanco y el Pato puturi compiten con la Paraba por el nido. “Hemos observado una pelea entre el pato y la paraba, que dejó a esta última muerta”, refiere Boorsma.
A todo ello se suma que, desde hace tres años, todas las cajas nido con actividad, tienen una cámara trampa al lado. Eso ha permitido observar cómo los padres llevan la comida a los pichones y cómo los entrenan antes de volar.
Una “isla” en medio de haciendas
“Laney Rickman” es una reserva de 2421 hectáreas, creada en 2018 por Armonía para proteger el hábitat reproductivo de una de las tres poblaciones identificadas de la especie. En este caso, se trata de la subpoblación sur, ya que hay otra en el norte beniano, donde está la Reserva Barba Azul, y una tercera, por el municipio de San Ramón.
El hecho de que se busque conservar un ecosistema rodeado de haciendas, permite que otros animales lo vean como un refugio. Desde 2019, por ejemplo, se empezó a notar mayor presencia de Paraba Roja (Ara chloropterus), lo cual podría deberse a los incendios forestales que azotaron Bolivia ese año. “Esto ha afectado negativamente alguna caja de nido que Barba Azul estaba usando y eso es algo nuevo”, refiere el experto.
En contrapartida, es evidente que la Paraba Barba Azul sabe que está en un sitio seguro para anidar. Por mucho tiempo, los nidos naturales estuvieron ausentes en el ecosistema, porque muchos árboles que tenían huecos potenciales fueron derribados para usarlos en infraestructura de ganadería. De ahí que, en 2005, cuando se empezó a poner las cajas artificiales, literalmente todas fueron ocupadas por diferentes especies de aves, lo que para el biólogo Boorsma demostró cuánta falta hacia este tipo de espacios.
Sin embargo, ya con miras a futuro —50, 100 años— la idea es reforestar el terreno para volver a tener cavidades naturales. Por ello se inició un programa, con especies arbóreas que puedan cumplir esa función más adelante.
Un éxito en vida natural
Hasta ahora las cifras de reproducción en vida natural son alentadoras para los expertos. De ahí que para Boorsma, la cría en cautiverio para una posterior liberación “sería un desastre y una de las nuevas amenazas para la especie”.
La repatriación de ejemplares procedentes de zoológicos de Estados Unidos, Canadá e Inglaterra ha puesto esa posibilidad sobre la mesa.
“La genética de las parabas que vinieron del exterior está muy deteriorada. Tampoco hay información completa del espectro de la genética natural de la Paraba Barba Azul. Recién ahora estamos haciendo un análisis de ADN de cuatro individuos de la zona norte y hasta la fecha, no hay genética publicada al respecto”, asegura.
La respuesta surge porque uno de los argumentos para reproducir pichones en cautiverio y luego liberarlos en vida natural, es que esto ayudaría a mejorar la genética de la especie. Para Armonía, “eso no es verdad”.
Hasta ahora, según datos de la organización, Barba Azul es una de las pocas especies de paraba a nivel global que reproduce hasta tres pichones de forma exitosa. A ello hay que sumarle un aumento de ejemplares en la Reserva Barba Azul, ubicada en el municipio de Santa Ana de Yacuma. “Tenemos conteos de más de 220 individuos solo en esa Reserva. Eso es algo súper positivo y no muestra algún tipo de problema genético, ¿por qué arriesgar este esfuerzo costoso al liberar parabas que pudieran liberar enfermedades?”, cuestiona Tjalle.
Actualmente, organizaciones que trabajan en la conservación de la especie, autoridades, instituciones científicas y colegios de biólogos, entre otros, buscan elaborar un Plan de Acción para continuar la labor de salvar a una Paraba única en el mundo.