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El 29 de julio sonó la alarma. La huella ecológica indicó que ya consumimos todo lo que nos debía alcanzar hasta el 31 de diciembre y empezamos a vivir nuevamente el “déficit ecológico”. El 2018 la alarma se escuchó el 1 de agosto, este año recorrió tres días; pero al igual que en años anteriores,  será una alarma que a pocos importa, y los habitantes y decisores del planeta seguirán devorando los recursos al estilo del siglo XX como si nada ocurriera.

En contraruta, la semana pasada el Gobierno de Bolivia firmó un decreto que autoriza en Beni, el cambio de uso de suelo para ampliar el territorio dedicado a la agricultura y ganadería, esa decisión pone en riesgo cuatro millones de hectáreas en la Amazonia, lo que puede significar en lo posterior: sequías prolongadas, incendios forestales e inundaciones no solo para esa región. El cambio climático no respeta jurisdicciones ni fronteras.

Mientras tanto, la densidad poblacional a nivel mundial llegó a 7.698.248.550 habitantes, es decir que en estos primeros siete meses del año crecimos en 47.924.840. A ello se suma la economía plateada, entendida como las oportunidades económicas derivadas de los gastos públicos y de los consumidores en relación con el envejecimiento de la población y las necesidades específicas de los mayores de 50 años; que se muestra con una musculatura sorprendente y un rol en la economía mundial relevante. La ciencia también empieza a tener avances exponenciales y la tendencia a vivir más años es una realidad; la disrupción existente en la biología, la medicina, la biotecnología y la nanotecnología[i] lo confirman. Avances que pretenden revertir el envejecimiento mediante la reparación de daños moleculares y celulares, es decir, en las próximas décadas las personas fácilmente podrán extender su paso por la tierra con mayor y mejor calidad de vida.

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En otras palabras, la población mundial tiene dos vertientes de crecimiento: nacimientos y  prolongación de años de vida, lo cual debería alegrarnos, pero la pregunta es, ¿qué debemos hacer para responder las diferentes demandas de la población mundial cuando la huella ecológica nos muestra que  no estamos dando a la tierra el tiempo necesario para regenerarse?

A semejante interrogante, son varias las respuestas que pudiésemos tener. Una de ellas y en un contexto como el actual, es la urgencia de promover la economía circular o estrategia que tiene por objetivo reducir tanto la entrada de los materiales como la producción de desechos vírgenes; modelo que estamos obligados a catalizar comprometiendo a todos los sectores de la población, si queremos de alguna manera empezar a gestionar el déficit ecológico. Nuevamente parece ser una invitación a que gobiernos, empresas y sociedad civil trabajemos en torno a ella.

También debemos estar conscientes que no es posible continuar con estos niveles de producción. La obsolescencia  programada y la demanda inducida es una de las trampas del modelo actual y se hace urgente reflexionar, porque  de ahí nacerán las políticas públicas que hoy requerimos.

Lamentablemente todavía en nuestro país son muy pocas las empresas que llevaron a la práctica la economía circular y  los ciudadanos tampoco hacen su parte. El problema de fondo talvez sea, que no existe la información, el debate, reflexión y  conciencia necesaria sobre su importancia. No terminamos de entender que hoy la economía circular es hermana de la sustentabilidad, prima hermana de la innovación y resiliencia. Más allá de la normativa legal que puede existir en el país en torno a residuos.

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Batebol, Mamut, Empacar y el Ingenio Guabirá empiezan a ser empresas referentes de la economía circular, pueden haber otras que todavía no están visibles y es urgente que se conozcan. Por otra parte, hoy los municipios están en la carrera de cumplir con el mandato de la Ley 755 y requieren contar hasta el 2020 con rellenos sanitarios. Santa Cruz de la Sierra, por ejemplo, dentro de poco debe licitar el servicio de recojo de basura -hasta el nombre debe ser cambiado-, ahí veremos si los términos de referencia responden a los desafíos del siglo presente. Tendrá que inventarse una formula innovadora y hacer que ese servicio esté impregnado de reducir-reutilizar-reciclar, de esa manera evitar el producir-utilizar y tirar, involucrando a las empresas generadoras y sea un proceso creador de empleos verdes e inclusivos.

Mientras tanto, la deforestación, la escasez de agua, la erosión del suelo, la contaminación del aire y la crisis climática  nos seguirán gritando al oído que el planeta está enfermo, de la urgencia de la economía circular. Las nevadas en los valles pasarán y los nietos seguirán llegando para el gozo de los abuelos de la economía plateada. La huella ecológica ¡llorará su desventura!

  • El autor es Director de Fundación  AMIGARSE
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