
Autor: Huáscar Azurduy – Fundación para la Conservación del Bosque Chiquitano
Parece un día cualquiera en una estancia chiquitana, el vaquero traslada ganado de un potrero a otro y el calor se siente fuerte. Se seca el sudor y a lo lejos ve columnas de humo que emergen intimidadores en el horizonte. El viento que viene del norte está muy fuerte; es agosto y el bosque está con un buen colchón de hojarasca seca… el vaquero sabe que lo que se viene no es nada bueno. Se viene un incendio…
Los sucesos que se desencadenan luego son una mezcla de confusión, caos, incertidumbre, incapacidad de reacción, acciones inefectivas, riesgos innecesarios, etc. Pero todo ese relato es un simple matiz, dicho evento es uno de los miles que se han producido en la Chiquitania este año y que impacta sobre uno de los bosques más valiosos del mundo.

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Catalizadores y deforestación: alimentando al dragón
Por definición los catalizadores aceleran una reacción química. En analogía, los catalizadores o disparadores, pueden acelerar procesos de distinta índole en el ámbito social o ambiental.
Pero ¿qué pasa cuando a esos catalizadores se le agregan otros catalizadores? Lo más probable es que los efectos y consecuencias también se exacerben y se intensifiquen como una especie de efecto lupa que amplifica la intensidad de calor causando que la “superficie del papel se queme”.
En un escenario sensato, la política pública no solo responde a una necesidad o coyuntura, sino también a un estado de conocimiento que respalde ciertas decisiones que en teoría se sustentan en hilos lúcidos de responsabilidad.
A medida que la deforestación se incrementa, el efecto lupa se intensifica y las aspas del ventilador giran cada vez más lentamente…
Según el Global Forest Watch (https://www.globalforestwatch.org/) los trópicos perdieron 12 millones de hectáreas de cobertura arbórea en 2018, la cuarta pérdida anual más alta desde que comenzó el registro en 2001. Lo más preocupante es la desaparición de 3.6 millones de hectáreas de bosque lluvioso primario, un área del tamaño de Bélgica. Las cifras provienen de datos actualizados de la Universidad de Maryland, publicados hoy en Global Forest Watch.
Bolivia tiene un comportamiento en deforestación errático y no regulado consistentemente.


En los departamentos de Santa Cruz y Beni se autoriza el desmonte para actividades agropecuarias en tierras privadas y comunitarias que se enmarquen en el manejo integral sustentable de bosques y tierra (…). En ambos departamentos se permite la quema controlada de acuerdo a reglamentación vigente en las áreas clasificadas por el Plan de Uso de Suelo (PLUS) que así lo permitan.
Este video muestra la situación de incendios en la Serranía de Santiago. (Las imágenes fueron captadas en un sobrevuelo de evaluación del Municipio de Roboré y difundido el 14 de agosto).
El Bosque Seco Chiquitano es un bosque tropical que en época seca deja caer sus hojas haciendo que se forme en el suelo un colchón de hojas secas que deben ser vistas como papel. Por sus atributos ecológicos y geográficos, representa la mayor extensión remanente de bosque seco en todo el mundo. Al mismo tiempo es uno de los ecosistemas más amenazados debido principalmente a la expansión de la agricultura y ganadería. El bosque seco chiquitano se extiende en Bolivia, Brasil y Paraguay, con una superficie de 24 millones de hectáreas, de las cuales 20 millones están en Bolivia.
Sus condiciones climáticas con regímenes de lluvia bajos (800-1300 mm/año) y periodos secos prolongados determina que la vida que se establece haya desarrollado en el tiempo características particulares. En promedio, especies forestales que habitan en este bosque requieren de 172 años para crecer 40 cm de diámetro (equivalente a dos palmas de la mano extendidas). Mientras que en el bosque amazónico, para lograr ese mismo diámetro toma unos 86 años, que es ¡la mitad de tiempo! Ello implica que la recuperación del bosque seco chiquitano puede demorar mucho más en comparación a bosques más húmedos.
El análisis consideró una franja de 2.8 millones de hectáreas entre Cuatro Cañadas y Puerto Quijarro (pasando por la serranía de Tucabaca y Laguna Concepción), incluyó 20 ecosistemas representativos como los bosques enanos del abayoy, palmares chaqueños, humedales naturales, pequeños machones de pino de monte, bosques chiquitanos de serranía, entre otros.

En línea con el estudio realizado por FCBC, un estudio del año 2018 publicado por Ferrer-Paris y colaboradores, pero a una escala de América y el Caribe, concluye que los bosques secos tropicales [como el bosque seco chiquitano] tienen una categoría de amenaza más altos; requieren por lo tanto reducir los riesgos para los ecosistemas forestales a nivel nacional. De ese modo los países que albergan este tipo de bosques deben combinar grandes medidas de protección forestal con acciones específicas para ayudar a restaurar las funciones ecológicas.
«Según la Lista Roja de Ecosistemas para América y el Caribe, el bosque seco chiquitano ESTÁ categorizado como EN PELIGRO.»

Al momento de escribir estas líneas el Municipio de Roboré se ha declarado como Zona de Desastre. La Serranía de Santiago, enfrenta una situación de fuego altamente crítica al punto de amenazar comunidades y el Valle de Tucabaca, una simple evidencia de que el dragón al que se alimentó muy bien, se escapó y nuestra capacidad de atrapar y controlar la bestia, es extremadamente limitada…
*Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan necesariamente la postura del medio.
Este artículo fue publicado por primera vez el 11 de septiembre de 2019 por la FCBC en esta plataforma