René en el mirador de su casa, muy temprano.
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Rocío Lloret Céspedes

En Suiza –dice René Brugger- con la leche del bebé entra la frase: “este producto está hecho por nosotros”. Quizá por eso, cuando se evoca ese país, de inmediato la mente asocia: relojes – chocolates – quesos – calidad, algunas de las industrias más conocidas de ese origen. Entonces, esa misma idea, de regir un concepto por la nacionalidad, hace que uno imagine a un suizo como una persona seria, que no admite errores y muy poco buen humor. René Brugger es todo y nada de eso a la vez.

Casi en la cima de una pequeña colina, la casa de René es un pequeño búnker con un balcón desde el que se ve pasar aves en medio de un tupido bosque subtropical rodeado de cerros. Allí, en una mesa de madera, este hombre de 74 años toma un café expreso Munaipata, la marca que creó hace diez años y que hoy se produce en  Shanti, su hacienda situada en la comunidad Munaipata de Coroico, a 17 kilómetros del centro urbano del municipio.

Desde la hacienda, la vista de los espacios donde se seca el café.

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Apenas amanece y él ya está vestido, disfrutando de un paisaje que lo conquistó de tal manera que, ya jubilado como economista de la cooperación suiza, hizo que se quedara en Bolivia. “Yo no puedo vivir sin problemas”, dice y con esa respuesta explica por qué decidió emprender  -a los 60 años- en un país donde no solo la burocracia representa un obstáculo.

Café Munaipata –su proyecto- nació con la idea de que los productores de la zona se convirtieran en accionistas y demostraran aquello que René aprendió de niño: puedo hacerlo mejor. Allá por 2009, una treintena de ellos apostaron por el proceso que implica tener una mercancía con sello de exportación, pero de a poco gran parte empezó a bajarse del carro. Hoy quedan seis, aquellos con los que este suizo de frente amplia y abundante barba, trabaja a la par y a quienes llama colegas, porque se sabe uno de ellos.

No tiene una rutina, tampoco funciona como “reloj suizo”, pero sí está pendiente de crear soluciones para los problemas más frecuentes: cómo lograr un mejor tostado, qué hacer para mejorar aún más todo esto. “Yo trabajo con personas”, dice y por eso no le agrada eso tan europeo de vivir en el futuro. “Los seguros tienen tanto éxito en Suiza porque no viven el presente. Incluso hay un seguro de vacaciones, donde tú recibes dinero si en tus vacaciones está lloviendo más del 50 por ciento del tiempo. Este pensamiento no funciona, la realidad es diferente”.

Los diversos grados de tostado: americano, el más suave; europeo, más fuerte, e italiano, el más fuerte.

Con sus compañeros comparte esa pasión por mejorar el producto. Son procesos que él llama de creatividad y que muchas veces son mejor entendidos por las mujeres. Pascuala Huacatiti, por ejemplo, trabaja junto a él hace más de dos años, y le encanta innovar con ingredientes típicos. Entre sus cualidades está el arte culinario, al que le ha puesto su toque con salsas agridulces de café que acompañan muy bien una carne de llama, o empanadas fritas con el mismo ingrediente.

De pequeña estatura y un humor incisivo, la minuciosidad que René aplica día a día, se refleja en sus gustos. El tenis, por ejemplo, es un deporte que le apasiona tanto, que es capaz de cambiar una reunión para tener una mañana libre y disfrutar la final de la Wimbledon entre su ídolo, el suizo Roger Federer, y el serbio Novak Djokovic. “Federer es muy creativo y es muy humano. A veces pierde los nervios, pero ese proceso de recuperarse de un momento de falta de concentración, lo hace admirable”.

En el interior, la casa es acogedora, con una alfombra en el living y una cocina donde no falta una máquina de expreso, con la que toma café cada vez que le apetece. Las tacitas, en forma de keru tiwanacota, son una creación de la escultora Lucrecia Palza, a quien le pidió hacerlas, como un complemento perfecto de una obra de arte. Hoy esta vajilla la hace un artista alteño. Por eso café Munaipata, incluso en el pequeño local que tiene en la zona de Sopocachi, en La Paz, se sirve en estas pequeñas réplicas en forma de vaso con una delicada oreja y sobre un platillo, con dos líneas en una esquina.

A primera hora de la mañana, se sirve los primeros expresos.

Todo esto, al final, parece un ritual que hasta tiene una melodía: La Cantata del Café, que el alemán Johann Sebastian Bach compuso como protesta ante la decisión del Rey Federico II, de prohibir el tostado, para no perjudicar el cobro de impuestos de la cerveza. Para René, el complemento perfecto para cualquier jornada de descanso.

Como es él, hoy le gusta preparar salsas para acompañar pastas, pero otro día puede gustarle otra cosa; lo que no cambia es esa pasión por la vida, la que lo impulsa a viajar con frecuencia a Taipiplaya, en Caranavi, para conversar con sus colegas productores; la que hace que aliste películas para verlas con una copa de vino en la mano. Esa energía que solo se tiene a los 74 años.


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