En el mes del Jaguar te contamos cuatro historias de animales que viven en la Comunidad Inti Wara Yassi

Estos felinos fueron víctimas de tráfico y nunca más podrán volver a su hábitat. La vida les dio una segunda oportunidad, luego de padecer malos tratos y lesiones físicas imborrables, pero son el vivo testimonio de lo que no debe volver a suceder con esta especie.

La Región

Kusiy

Foto: Ella Wood

Este jaguar vivía en un patio pequeño, junto a perros y gatos. Gracias a la denuncia de vecinos, en 2015 fue rescatado y llevado al Parque Machía, en Villa Tunari, Cochabamba. Allí los veterinarios de la Comunidad Inti Wara Yassi diagnosticaron infección en la piel causada por pulgas. Al rascarse, el animal perdió la piel de la cola. También tenía parásitos y una lesión en el ojo derecho. Tras recuperarse, fue trasladado a Ambue Ari, en Guarayos, Santa Cruz, donde actualmente vive.


Amira

Esta jaguar quedó huérfana cuando era una cachorra. Cuando la rescataron, estaba encadenada en una casa de Riberalta (Beni). Los niños que pasaban, le lanzaban piedras y aún hoy conseva cicatrices de aquel martirio. Ahora vive en un refugio, rodeada de todo aquello de lo que nunca debió separarse, aunque nunca podrá volver a su habitat natural, porque no aprendió a sobrevivir sola en la selva.

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Katie

Foto: JP Miller

Una familia de Coroico, en La Paz, tenía a Katie como mascota. No se sabe si la compraron o cazaron a su madre. A medida que comenzó a crecer, se convirtió en un problema por la cantidad de carne que necesitaba para alimentarse. Ante la situación, la entregaron a CIWY. Llegó primero al santuario de Machía y ahora está en Ambue Ari. Hoy en día tiene un espacio enorme en medio de la selva, con distintas plataformas donde puede desplazarse. A los voluntarios les gusta dejarle deliciosos premios escondidos para que active sus sentidos de predadora.


Yaguarú

Foto: Antoine Aupetit

Su nombre proviene de la voz guaraní jaguaru, que significa «lobo grande». Llegó a la Comunidad Inti Wara Yassi el 11 septiembre 2004, cuando tenía 10 meses. Rú, como lo conocen los voluntarios, vivía con una familia ganadera, pero empezó a desarrollar su instinto y a cazar gallinas. Ante la situación, los dueños lo encerraron en una jaula. Al enterarse las autoridades lo entregaron a Ambue Ari. Al haber estado en cautiverio tanto tiempo, nunca pudo volver a la selva.

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