Un nuevo estudio, publicado en enero pasado en la revista Science of the Total Environment, aporta la primera prueba de un mecanismo por el cual el cambio climático podría haber desempeñado un papel directo en la aparición de SARS-CoV-2, el virus causante de la COVID-19.
Los investigadores -Robert M. Bayer, Andrea Manica y Camilo Mora- revelaron grandes cambios en el tipo de vegetación al sur de la provincia china de Yunnan, y de las regiones adyascentes: Myanmar y Laos a lo largo del último siglo. Así, el aumento de temperatura, la luz solar y el dióxido de carbono atmosférico -elementos que afectan al crecimiento de plantas y árboles- modificaron los hábitats naturales de bosque tropical a sabana tropical y bosque caducifolio. Esta situación creó un entorno adecuado para muchas especies de murciélagos que viven predominantemente en los bosques.
El número de coronavirus en una zona está estrechamente relacionado con el número de especies presentes en estos mamíferos. El estudio revela que en el último siglo, unas 40 especies de murciélagos, que albergan unos 100 tipos más de coronavirus, se han trasladado a la provincia de Yunnan, al sur de China. Este punto es la región donde los datos genéticos sugieren pudo surgir SARS-CoV-1 y SARS CoV-2.
“El cambio climático del último siglo ha hecho que el hábitat del sur de la provincia china de Yunnan sea apto para más especies de murciélagos”, dice Robert Beyer, investigador del departamento de Zoología de la Universidad de Cambridge y principal autor del estudio.
Para llegar a estos resultados, los expertos crearon un mapa de la vegetación mundial tal y como era hace un siglo. Para ello utilizaron registros de temperatura, lluvias y nubosidad. Luego usaron información sobre los requisitos de vegetación de las especies de murciélagos del mundo para calcular la distribución global de cada una a principios del Siglo XX. Al comparar ambos cuadros, se vio que el número de especies diferentes cambió en todo el mundo durante el citado siglo por efectos del cambio climático.
“A medida que el cambio climático alteraba los hábitats, las especies abandonaban unas zonas y se trasladaban a otras, llevándose sus virus consigo. Esto no solo alteró las regiones en las que están presentes los virus, sino que muy probablemente permitió nuevas interacciones entre animales y virus, haciendo que se transmitieran o evolucionaran virus más dañinos”, explica Beyer.
Algunos datos importantes
La población mundial de murciélagos es portadora de unos tres mil tipos diferentes de coronavirus. Cada especie de estos mamíferos alberga 2,7 coronavirus, la mayoría sin mostrar síntomas. Entonces, un aumento del número de especies en una región concreta, impulsado por el cambio climático, puede aumentar la probabilidad de que un coronavirus perjudicial para el ser humano esté presente, se transmita o evolucione allí.
La mayoría de estos virus no pueden saltar al ser humano, pero sí es muy probable que muchos coronavirus conocidos por infectar a humanos, se hayan originado en murciélagos, incluidos tres que pueden ser fatales: CoV del Síndrome Respiratorio de Oriente Medio (MERS), y CoV-1 y CoV-2 del Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS).
La región estudiada por los científicos también alberga pangolines, que se sugiere actuaron como huéspedes intermedios de SARS-CoV-2. Es probable que el virus haya saltado de los murciélagos a estos animales, que luego se vendieron en un mercado de fauna silvestre de Wuhan, donde se produjo el brote inicial de COVID-19 en humanos.
Un clamor urgente
Con este estudio, los investigadores se han hecho eco de otros colegas que instan a los responsables políticos del mundo a reconocer el papel del cambio climático en los brotes de enfermedades virales, y a abordar el tema como parte de programas de recuperación económica de la pandemia.
“La pandemia por COVID-19 ha causado un enorme daño social y económico. Los gobiernos deben aprovechar la oportunidad de reducir los riesgos sanitarios de las enfermedades infecciosas, adoptando medidas decisivas para mitigar el cambio climático”, afirma el profesor Andrea Manica, del departamento de Zoología de la Universidad de Cambridge y también autor de este estudio.
Camilo Mora, de la Universidad de Hawai en Manoa, asegura que el hecho de que el cambio climático pueda acelerar la transmisión de patógenos de la fauna salvaje a los humanos, debería ser un llamado de atención urgente para reducir las emisiones globales.
En ese contexto, los expertos subrayaron la necesidad de limitar la expansión de las zonas urbanas, las zonas de cultivo y los cotos de caza en el hábitat natural, para reducir el contacto entre el ser humano y los animales portadores de enfermedades.
Asimismo, el estudio demostró que a lo largo del último siglo, el cambio climático también impulsó el aumento de especies de murciélagos en regiones de África Central y en zonas disperas de América Central y del Sur.