Grace Ledezma, la bióloga detrás del éxito del Bioparque Vesty Pakos de La Paz

En 10 años, el ex “Zoológico de Mallasa” se convirtió en referencia de educación ambiental, conservación y rehabilitación de fauna silvestre. Esto le valió ser el primer centro de Bolivia miembro de la ALPZA, una asociación que reconoce la excelencia y altos estándares de proyectos de conservación.

El mundo de Grace Ledezma se reduce a poco más de 22 hectáreas. En este espacio situado a 14 kilómetros al sur de La Paz, la joven bióloga vive rodeada de más de 520 animales silvestres. En total, 88 especies entre aves, mamíferos, reptiles y anfibios. La mayoría, víctimas de tráfico, tenencia ilegal y comercialización de fauna. Todos ellos dependientes de un equipo multidisciplinario de alto compromiso liderado por ella.

Hasta el año pasado, este lugar se denominaba Zoológico Municipal Vesty Pakos. Su incorporación a la Asociación Latinoamericana de Parques, Zoológicos y Acuarios (ALPZA), le valió el cambio de nombre a Bioparque Municipal Vesty Pakos, siendo el primer centro de custodia de Bolivia en convertirse en miembro, en reconocimiento a la excelencia y altos estándares de proyectos de conservación.

Este Jukumari (Tremarctos ornatus) se encuentra en la fosa de osos. Foto: Gentileza Vesty Pakos.

Todo esto fue un proceso. Hace diez años, a finales de 2010, cuando Grace Ledezma se incorporó como encargada de Biología, no se había definido bien el rol de ese cargo. Ver a estos animales, víctimas de tráfico o mascotismo, la llevó a crear un programa de enriquecimiento ambiental para mejorar su calidad de vida. Esto implicaba estudiar su comportamiento y encontrar alternativas para que puedan desarrollar habilidades que quedan frustradas al sacarlos de su hábitat. Así, se comenzó a esconder alimentos, o cambiar la forma de ofrecérselos, enterrarlos, o ponerlos dentro de objetos previamente desinfectados. Todo con el fin de que ellos dejen el tedio y puedan emular sus costumbres.

Al principio -recuerda Grace- los guardafaunas veían todo esto como algo que aumentaba su trabajo. Con el tiempo notaron mejoría tanto en la salud como en el comportamiento, así que empezaron a reclamar iniciativas y apoyar el trabajo. Hoy se puede ver jaulas donde los monos se deslizan como si estuvieran en la selva, mientras que otros reciben su alimento en envases en los que deben darse modos para abrir.

Paso a paso

Los recorridos ahora son guiados, en grupos de entre 20 y 25 personas, respetando las medidas de bioseguridad.

El “Vesty”, como se conoce a este centro, fue abierto en la década de los 90, precisamente en la ecorregión de los Valles Secos de La Paz. Lleva el nombre por Silvestre Pakos Sobro, un herpetólogo austriaco que jugó un rol vital como naturalista en Bolivia. Fue él quien inicialmente proyectó un espacio de educación ambiental, conservación e intercambio de información con expertos, para que la fauna silvestre albergada sea mucho más que simple exhibición.

Lamentablemente, falleció meses antes de la inauguración del entonces zoológico de Mallasa (1993), por lo que se dispuso ponerle su nombre. Sin embargo, había dejado un espacio muy lindo para trabajar en sus sueños.

Se trata de una ecorregión -Valles Secos de La Paz- con un ecosistema diverso en cuanto a fauna y flora. Y si bien ya se trabajaba para que sea un espacio de educación ambiental, la gente lo veía (todavía hay quienes lo ven así) como un lugar de esparcimiento y no tanto de aprendizaje.

Las aves rapaces también tienen un espacio. La mayoría de estos animales son víctimas de tráfico o llegaron porque sufrieron lesiones.

Diversas fuentes coinciden en que la llegada de Grace Ledezma impulsó el cambio. Tras la consolidación del programa para mejorar el comportamiento de los individuos, se creó uno nuevo, de rehabilitación de aves rapaces. Esto porque cada vez era más frecuente la llegada de halcones, águilas, aguiluchos, alcamaris y otras que se accidentaban al chocar con alambrados, postes o muros. En ese momento, no había normativa nacional que permita la reinserción de fauna a su hábitat, por lo que todos los individuos que llegaban a los zoológicos o centros de custodia del país debían quedarse.

Con el tiempo, la necesidad hizo que se implemente tal norma. La autoridad competente es el Viceministerio de Medio Ambiente, Biodiversidad, Cambios Climáticos y Gestión y Desarrollo Forestal, luego de seguir un protocolo, es la que autoriza tales acciones. Y es que se debe tener en cuenta que cuando un animal silvestre ha sido mascota, nunca más puede volver a su hábitat, por ejemplo, ya que no ha desarrollado sus habilidades para sobrevivir. También puede darse el caso de que al estar en contacto con otros animales, en este caso, domésticos, puede haber contraído enfermedades que luego pueden afectar a otros individuos de su especie.

El programa del cóndor andino ha permitido la liberación de varios individuos. Foto: gentileza Vesty Pakos.

Actualmente, el “Vesty”, como se conoce al bioparque, tiene también un programa de rehabilitación de cóndores andinos, lo que le ha permitido liberar a varios en su hábitat. A la par, desde hace seis años, se inició la preparación en infraestructura y capacitación de personal para que en algún momento -ojalá muy lejano- se tenga que reproducir individuos en cautiverio para preservar la especie.

Y es que este mundo se trata de eso. De recibir animales víctimas de tráfico derivados por autoridades competentes, trabajar para que en lo posible su estancia sea lo más parecido a su ambiente, investigar y, mediante los recorridos guiados, educar a grandes y chicos para que -en otro mundo idílico- no haya necesidad de contar con zoológicos, bioparques, santuarios o como se desee llamarlos.

Solo este año el Vesty Pakos recibió 120 individuos, entre anfibios, reptiles, aves y mamíferos. En el país hay 26 centros de custodia, la mayoría de los cuales son privados, por lo que las necesidades son muchas. Incluso en este caso, que es un bioparque que depende del municipio de La Paz, los recortes de presupuesto afectaron al personal. “Se nota que hay más tráfico. Nos llaman cada día, cada semana”, lamenta Ledezma.

La necesidad de crear espacios

Este es uno de cuatro acuarios de ranas que estará habilitado para que la gente pueda ver a los individuos y aprender sobre lo perjudicial que es el tráfico.

Hoy en día Grace y su equipo tienen en marcha 18 programas y otros tantos en consolidación. Cuando la bióloga llegó, a finales de 2010, asumió este trabajo como “lo mejor que me pasó en la vida”. Quizá por ello, después de estar al frente del equipo de Biología pasó a ser la responsable de manejo de fauna, y desde 2019 es la directora y pieza clave en muchos de los logros del centro.

No tiene horarios de trabajo y sabe los nombres e historias de los animales, porque implementó un registro detallado de cada uno; tanto, que llevan chips con sus datos. Cuando recorre los extensos pasillos al aire libre, saluda con mucha confianza a guardafaunas y guías, quienes le responden con el mismo cariño. “Somos un equipo”, reitera a cada instante, aunque muchas de las iniciativas, contactos con expertos internacionales y la decisión de postular al Vesty a la ALPZA son sus méritos.

Gracias a toda esa labor, hoy en día el exzoológico cuenta con dos programas que permiten la reproducción de fauna en cautiverio; algo que en el mundo científico requiere un estándar muy alto de preparación y responsabilidad. El primero es el de conservación de anfibios, en el que se trabaja únicamente con individuos decomisados de tráfico.

En el primer acuario, implementado a finales de 2018, hay ranas que están siendo rehabilitadas tras el decomiso a comerciantes en El Alto, que pretendían usarlas como “remedio” en jugos. “Empezó siendo un proyecto para la conservación de la rana gigante del Titicaca (Telmatobius Culeus), pero desde el año pasado ya es un programa de manejo de conservación de anfibios amenazados”, explica Ledezma.

Con apoyo de especialistas de Iniciativa Anfibios Bolivia (BAI), se implementó carbonatos, plantas originarias y algas, para que las ranas tengan las mismas condiciones, a pequeña escala, de su hábitat en el lago. Al conocer el proyecto, laboratorios Bagó decidió sumarse al proyecto. Si bien, esto es una esperanza para una especie amenazada, la necesidad condujo a habilitar todo esto, ya que no se sabía qué hacer con los decomisos.

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Flamencos en cautiverio

Estos flamencos juveniles nacieron en cautiverio. El programa de conservación de estas especies es único en el mundo y solo se hace en Bolivia.

El otro programa estrella de conservación es el de los flamencos altoandinos. Este surgió con el apoyo del Centro de Estudios en Biología Teórica y Aplicada (Biota), ya que se identificó que la Laguna Colorada, en la Reserva Nacional de Fauna Andina Eduardo Abaroa, es el único sitio de anidación y reproducción del flamenco andino (Phoenicoparrus andinus) y el flamenco de James (Phoenicoparrus jamesi). Si bien estas aves migran hacia Argentina o Chile, el único sitio de anidación y reproducción es Bolivia.

Las hembras ponen un huevo cada año y lo dejan a la vista de cualquier persona. Por usos y costumbres, los habitantes de la zona los desechan, con lo cual se pone en riesgo a la especie. Al analizar esa situación, los expertos decidieron aprender el manejo de reproducción, para que un día se tenga cómo preservar a estos importantes animales migratorios.

Fue así que a finales de 2016 se rescató huevos que estaban siendo desechados por los pobladores, se los transportó hasta el Vesty Pakos y se empezó un cuidado tal, que el 1 de enero de 2017 nacieron los primeros polluelos. A partir de ahí surgió otro aprendizaje, el de alimentarlos, suplir el rol de los padres y acompañar su crecimiento. El resultado es que actualmente hay un recinto especial para albergar a cien flamencos, en el que un grupo de juveniles que ya tienen cinco años, disfrutan de un espacio lo más parecido al suyo.

Esta técnica es única en el mundo, por lo que Bolivia es referente en conservación de esta especie.

Entender para cuidar

Actualmente las visitas por el Bioparque son guiadas, en grupos de 20 a 25 personas. Si bien esta medida se tomó por la Covid-19, ha servido para que los visitantes -en especial los niños- aprendan sobre especies que están en este espacio y se conciencien sobre el daño que causa el tráfico de animales silvestres.

A mucha gente que llega no le gusta mucho la idea de que la guíen, pero al final, los propios adultos salen sorprendidos por la información recibida. Todo esto, además, va acompañado de otras acciones, como la reforestación con especies de flora nativa.

Le pregunto a Grace si concibe su vida fuera de todo esto. Y con la misma emoción con la que cuenta su llegada, sus inicios y todo lo que se hizo hasta ahora, dice: “Es toda una vida, pero desde donde esté, siempre voy a apoyar el trabajo del Bioparque, de la manera que se pueda”.

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