Hallan especie de sapo en Bolivia después de 17 años

Este tipo de anfibio era muy común, pero hace 17 años no se lo había observado. Foto; Mauricio Pacheco (entrependientes.com)

La Región

La sensación que tuvo Mauricio Pacheco al avistar un Atelopus tricolor en una quebrada de Caranavi –Yungas de La Paz- fue que se trató de un milagro. Durante años viajó a la zona para captar al anfibio sin suerte, hasta que la noche del 1 de enero ocurrió algo inesperado.

Ni bien este fotógrafo de naturaleza y su colega, Gabriel Archondo, comenzaron a buscar por unas quebradas distintas a las que habían elegido antes, avistaron al anfibio. Pasaron 17 años desde que Andreas John había captado a uno, en 2003, por lo que el hallazgo causó revuelo en la comunidad internacional de biólogos.

El Atelolpus o sapo arlequín pertenece a la familia Bufonidae. Vive en quebradas torrentosas y forma parte de un grupo de sapitos de montaña que se encuentra desde América Central hasta Bolivia.

A finales de los 90 y principios de los 2000, una infección provocada por el hongo quitridiomicosis provocó “declinaciones catastróficas” en las poblaciones de estos anfibios. En Biología, el término se usa cuando un animal es muy común y desaparece de los lugares donde se lo ve.

Pacheco, quien lleva más de diez años fotografiando naturaleza, explica que este género tiene 96 especies. De esa cifra, el 90 % ha tenido “declinaciones catastróficas”, mientras que otras directamente se extinguieron.

Por estudios, se conoce que el hongo en cuestión atacó desde África y Norteamérica. Se activó con el cambio climático y se ha ensañado con individuos que viven en zonas templadas y quebradas.

Una esperanza

El Atelopus tricolor es el único sapo arlequín reportado oficialmente en Bolivia. Se documentó su presencia desde el norte de La Paz hasta la región del Chapare cochabambino. Los últimos registros provienen de la serranía Bella Vista, una zona húmeda, cercana a Caranavi.

Durante años, Pacheco acudió a esta zona, donde descubrió mucha riqueza de herpetofauna, pero no el objetivo que buscaba. La noche del nuevo año, sin muchas esperanzas, él y su colega Gabriel Archondo, vieron primero a un individuo. “Empezamos a buscar en siete quebradas y en una de ellas pillamos el sapito, la primera noche que llegamos. No era algo esperado y hallarlo fue como increíble ese rato. Después encontramos otros tres más. La primera noche, dos, y luego otros tres. En total son cuatro diferentes, que además se pueden reconocer, porque cada uno tiene patrones distintos de marcas y manchas”, contó a La Región.

La zona en cuestión tiene actividad agrícola alrededor, pero los arroyos tienen cobertura vegetal y abundante agua. Pese a que se buscó en otros sitios, solo se encontró al vertebrado en uno de ellos.

«Cuando se encuentra una de estas especies, genera revuelo en la comunidad internacional, porque significa que hay esperanza para otras».

Trabajo científico

Tanto Pacheco como Archondo decidieron no revelar el lugar exacto donde encontraron al Atelopus, para que no surja un tipo de turismo que pueda perjudicar a la especie. Por eso, se decidió trabajar con especialistas en anfibios, de manera que –una vez se tengan los medios- se pueda hacer una investigación completa al respecto. Posteriormente, se debe elaborar un modelo de protección. “Este sapito vive entre piedras grandes, es muy complejo encontrarlo, pero antes era el que más había en las quebradas”, lamentó.