Reflexiones postpandemia

La nueva normalidad puede traer esperanzas con el turismo

Los bolivianos empiezan a descubrir que las áreas protegidas y la naturaleza son parte de lo que quieren conocer después de la pandemia.

El confinamiento durante la pandemia fue el momento adecuado para repensar el futuro. Algunos anhelaban volver a la normalidad, pero esa normalidad es insostenible.

La destrucción de la naturaleza, que se hizo más evidente con los incendios del 2019, y que a pesar de cualquier predicción continuó en los años siguientes; la insaciable demanda de los mineros; la toma de tierras y la destrucción de bosques; y el avasallamiento de áreas protegidas, entre otras afrentas a la madre tierra, llevan a repensar: ¿a qué normalidad queremos avanzar? Para ello algunas señales pueden ser un camino alternativo.

Desde hace poco más de una década, la Reserva Eduardo Abaroa (REA) se posicionó como el área protegida más visitada en todo el Sistema de Áreas Protegidas en Bolivia. En 2018, se registró un total de 152.892 visitantes. La cifra representa el 74.4 % de todas las áreas protegidas nacionales que recibieron un total de 205.429 personas.

En 2020, el fenómeno de la pandemia, con cierres de fronteras y restricciones de viaje, redujeron el número de turistas por completo en ciertos períodos.

En tanto que en 2021, con cierto desconfinamiento, un total de 27.072 personas visitaron áreas protegidas nacionales. Eso implicó una reducción del 86,8 % al periodo previo a la pandemia. Ya en 2022, 94.758 visitantes fueron registrados. (Suxo,R – SERNAP, 2023).

Llama la atención que en 2021 hay un cambio significativo en la demanda. Usualmente, antes de la pandemia, áreas protegidas como la REA recibían un flujo principalmente extranjero, e incluso era considerada inaccesible por los bolivianos. Después de la pandemia, los nacionales empezaron a descubrir el potencial y ahora son atraídos por estas áreas protegidas, entre ellas Pampas del Yacuma, en Santa Rosa, Beni. Las canoas de turistas donde antes solo se veía a foráneos ahora son ocupadas por bolivianos. Similar situación se da en otros sitios.

Un caso interesante es el del Parque Nacional Torotoro (Potosí), donde se  ha experimentado un crecimiento significativo. Recordemos que en 1999 se registró 726 turistas, un número que creció exponencialmente. Con la conclusión del camino empedrado desde Cochabamba, en 2009, el flujo se disparó a 3.421 visitantes. Una nueva aceleración se registró en 2017, con 24.994 visitas,  lo que representó un incremento de 34 veces el número de turistas en 20 años. En la actualidad, con una carretera asfaltada, se espera que el número de visitantes continúe en alza.

La recuperación de Torotoro en 2022, fue realmente importante. Recibió 21.785 turistas; el 78,6 %, de Bolivia. En tanto que la REA fue visitada por 57.866  personas, 10,5% de ellas fueron nacionales. Esto representa un incremento del 5.9% comparado con el periodo previo a la pandemia en 2018.

En las áreas protegidas subnacionales, la Unidad de Conservación del Patrimonio Natural y Paisajístico Espejillos, ubicada al sudoeste de Santa Cruz de la Sierra, recibió en 2021, 44.741 visitantes, casi todos nacionales, según datos de la Dirección de Conservación del Patrimonio Natural (Dicopan). Esto muestra que no solamente las áreas protegidas nacionales tienen interés turístico, sino que la demanda de los bolivianos y la necesidad del contacto con la naturaleza son primordiales.

Un elemento fundamental del optimismo del “volver a la normalidad”, es que la recuperación muestra no solo el retorno paulatino a flujos prepandemia, sino que implica, sobre todo, un descubrimiento de las áreas protegidas para los bolivianos. Es evidente que este desconfinamiento conlleva una necesidad de recuperar el tiempo de ausencia en la naturaleza; ojalá que con una conexión más profunda y más consiente.

¿Por qué son importantes estos números?

El turismo es una industria en la que el movimiento de gente genera una dinámica económica beneficiosa. Para Bolivia representa el 7 % del Producto Interno Bruto (PIB). Por un lado, el Sistema de Cobros por ingreso permite al Servicio Nacional de Áreas Protegidas (Sernap), le permite contar con importantes recursos para el funcionamiento.

En el caso de la REA, en 2022 presentó ingresos por más de 7,9 millones de bolivianos, mientras que Torotoro obtuvo más de un milón de bolivianos. El resto de las áreas protegidas nacionales generaron unos 10 millones de bolivianos, según datos del Sernap. A ello se suman las áreas subnacionales, como  la Unidad de Conservación del Patrimonio Natural (UCPN) Espejillos,   que  en una estimación personal de acuerdo a los cobros promedio,  generó unos 894.820 bolivianos.

Por otro lado, y tal vez más importante, la dinámica local que promueven emprendimientos y empleos en las comunidades locales por servicios de alimentación, hospedaje, transporte y guiaje es interesante. Esto en cuanto a beneficio directo, porque evidentemente la estimación del beneficio indirecto es muchísimo mayor.

Todo esto genera varios efectos positivos. El principal es la posibilidad del uso de los recursos naturales de una manera no extractiva, que promueve entre los pobladores un sentimiento de apropiación y una necesidad de conservación del mayor activo para los emprendedores y comunidades locales.

Si bien un elemento central del turismo en áreas protegidas es la posibilidad de generar educación ambiental fundamentalmente para los visitantes, quienes se deben conformar una línea de defensa hacia este patrimonio natural. Es evidente que esta posibilidad está subaprovechada y requiere mayor esfuerzo.

 Tal vez hay que empezar a ver el futuro con cierto optimismo, y este “volver a la normalidad”, no sea un retorno  a las prácticas prepandémicas. Ojalá que este optimismo hiciera  que Bolivia viera en el turismo, y particularmente en el turismo de naturaleza, una de sus mayores oportunidades para un tránsito hacia un modelo económico más sostenible, con una capacidad de proveer divisas, considerando que entre las 22 Áreas Protegidas Nacionales y toda la pléyade de áreas departamentales y municipales, existe una  altísima biodiversidad. Como ejemplo, el Parque Nacional Madidi, el área protegida con mayor biodiversidad del planeta, lo que sin duda es un gran atractivo para los potenciales visitantes, tanto los extranjeros que traen divisas al país, como los bolivianos que mueven la economía interna.

El ver estos pequeños pasos debe llenarnos de esperanza porque tal vez es esa curiosidad por visitar las áreas protegidas el germen del cambio que necesitamos; sobre todo en  la gente, y repensar si queremos volver a la normalidad, o queremos avanzar hacia una nueva relación con el planeta. Tal vez sea la oportunidad para tomarse un tiempo para salir a la naturaleza y realmente apropiarnos  de este nuevo paradigma.

Bibliografía

DICOPAN- Gobernacion SCZ. (2022). Estádisticas de turismo UCPN Espejillos. DICOPAN – Gobernación Santa Cruz.

Andersen, L. E., Revilla Calderón, V., & Rodriguez, J. . ((2023).). “La huella de carbono del turismo en Bolivia. ORBITA.

Sernap. (2023). Presentación Rendición Pública de Cuentas 2022. La PAz: SERNAP.

* Marcelo Arze es profesional con formación en turismo y amplia experiencia en y sostenibilidad está comprometido, con el desarrollo del turismo sostenible, con más de 20 años de experiencia en el trabajo de planificación, establecimiento de programas de formación y capacitación, desarrollo   de productos, estrategias de mercadeo, Alternativas    asociadas a cambio climático y conservación y gerencia estratégica le permitido trabajar en el sector privado, de la hotelería y la operación turística.

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