Foto: Marton Hardy / WCS

Loreto, a 54 kilómetros de Trinidad (Beni), es quizá uno de los municipios de Bolivia con mayor extensión de área protegida. De hecho, el 90 por ciento de su territorio —580 430 hectáreas— corresponde a esa categoría, gracias a la creación del Área Protegida Municipal (APM) Gran Mojos. Se trata de una llanura de inundación situada en la parte central del río Mamoré que, a su vez, forma parte de la cuenca alta del río Madeira, uno de los principales afluentes del río Amazonas.

Vista aérea de Loreto, un municipio lleno de historia, tradición y riqueza biodiversa.Foto: Marton Hardy / WCS

Creada en 2017, la extensa área posee un bosque primario (no explorado) de 85 mil hectáreas, mientras que las 495 430 hectáreas restantes son un Área Natural de Manejo Integrado (ANMI), lo que significa que actualmente alberga a 22 comunidades indígenas y campesinas, de las 33 que tiene el Gobierno Municipal de Loreto. “El 80 por ciento de la población (de Loreto) es indígena y tiene costumbres ancestrales: vive de la caza y la pesca como parte de su cultura”, dice la alcaldesa Yáscara Moreno. Pero, además, alberga alrededor de 463 especies de animales registrados, entre ellos la Paraba barba azul (Ara glaucogularis), un ave que únicamente se encuentra en los Llanos de Moxos (Beni), catalogada en peligro crítico de extinción; y el delfín boliviano (Inia boliviensis), en la categoría de “Vulnerable”.

Este 15 de febrero, el APM Gran Mojos cumplió seis años. Más allá de la conmemoración, los actos de homenaje fueron propicios para plantear los, al menos, cinco desafíos pendientes para mejorar la calidad de vida de sus habitantes, conservar la riqueza biodiversa y lograr la autosostenibilidad. En ese contexto, los retos son: elaborar el plan de manejo, optimizar la gestión del turismo y la pesca, así como la gestión territorial de las comunidades indígenas.

Los primeros pasos

El 15 de febrero se conmemora la creación del área protegida, en esta oportunidad se hizo un acto en el que participaron comentarios. Foto: Mauricio Barrios.

Aunque la pandemia por Covid-19 paralizó las acciones que se habían iniciado para trabajar en un plan de manejo, este año se presentó el proyecto de elaboración del Plan de manejo del área, una herramienta que proporciona las directrices generales para establecer acciones diversas de organización, sensibilización, administración y otros elementos que rigen este tipo de territorios.

Silvia Ten, del Centro de Investigación y Biodiversidad y Medio Ambiente (Cibioma), de la Universidad Autónoma del Beni “José Ballivián”, explica que se elaboraron diagnósticos y tanto los habitantes del lugar como responsables del municipio pidieron priorizar esta normativa.

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Por ello se iniciaron las etapas de planificación con ellos para bordar la construcción precisamente del P de M.

“Desde la creación del área protegida no se pudo avanzar realmente en la planificación del espacio con los actores, ver prioridades y necesidades. Que el área protegida disponga de un espacio de consulta y de participación para la toma de decisiones: planificar modelos de desarrollo conjunto, lo que implica gestionar el espacio”, dice Ten.

Se prevé que todo este trabajo concluya para noviembre de 2024, tiempo en el que también se irá identificando actividades que se pueden implementar, programas de capacitación e información, entre otros.

El reto: la autosostenibilidad

En Camacho, comunidad del área protegida, turistas nacionales llegan los fines de semana para practicar pesca deportiva.

El Grupo de trabajo para los Llanos de Moxos es una institución que reúne a oenegés, universidades, científicos e instituciones financieras comprometidas con la investigación, la conservación y el desarrollo sostenible de los Llanos de Moxos (Beni). En ese marco apoya al área protegida con la elaboración del plan de manejo.

Pero existen otros desafíos, como el desarrollo de productos turísticos y la consolidación de los que ya existen. Camiaco, por ejemplo, una de las comunidades del lugar recibe a decenas de visitantes que practican pesca deportiva. Pero sus habitantes también viven de la actividad tanto para su subsistencia como para el comercio.

Más de 300 especies de fauna fueron registradas hasta el momento. Fot0: Robert Wallace/WCS

“Se hizo un levantamiento de datos, más que nada en las comunidades de la Subcentral Indígena de Comunidades Ribereñas del Río Mamoré y este año se va a iniciar el monitoreo de pesca y fortalecimiento de los pescadores comunales. Más adelante se verá cómo apuntar a cadenas de valor, como la certificación u otras alternativas”, dice Marton Hardy, responsable de Comunicación de WCS.

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Del mismo modo, el otro desafío es lograr la gestión territorial indígena, que tiene que ver con la elaboración de planes de vida con aquellas comunidades indígenas que así lo decidan. Hasta el momento ya se ha trabajado con 12 de ellas. “Es un proceso, donde se pide un compromiso por diez años, mediante consulta previa, para que cada comunidad opte por la pesca, por ejemplo, o por el cultivo del cacao (chocolate), ya que se vio que es de muy buena calidad en esta zona”, afirma Hardy.

A la par se lleva adelante un registro de vida silvestre, lo cual le da un fuerte componente de conservación a este plan. Y a largo plazo, la meta es lograr la autosostenibilidad del área protegida.