Doly Leytón Arnez
Calles apacibles y gente que abre las puertas de su casa con una sonrisa a quien se asoma. Tierra cobriza, casas de chozas de barro con techos de palmas y gallinas que caminan en busca de alimentos, con sus pollos detrás. Sol ardiente de selva adentro.
Santo Corazón es una comunidad de 180 familias, situada al sudeste del Área Natural de Manejo Integral (ANMI) San Matías, que abarca tres provincias de Santa Cruz. Con 2,9 millones de hectáreas, esta área protegida es la segunda más grande de Bolivia después del Parque Nacional Kaa Iya del Gran Chaco.
Para llegar hasta aquí hace falta recorrer 390 kilómetros desde la capital del municipio, San Matías, o 107 kilómetros desde Roboré.
En este lugar los hombres se dedican a trabajar en el campo o en estancias ganaderas. Mientras, las mujeres cuidan de sus familias y realizan labores domésticas.
Cambiar esa rutina, por tanto, era un desafío. En 2018, un proyecto financiado por el PNUD y ejecutado por la Fundación Para la Conservación del Bosque Chiquitano (FCBC) convocó al pueblo para proponer una alternativa de empoderamiento femenino para aprovechar recursos forestales no maderables y generar ingresos.
En ese momento, muchos varones se opusieron a que sus parejas incursionaran en ello, pero fue la persistencia y la decisión de vencer miedos lo que hizo que algunas señoras apostaran por el emprendimiento.
En agosto de 2019 surgió entonces la Asociación de Mujeres de Santo Corazón, con 15 integrantes dispuestas a convertir hojas de plantas silvestres en aceites medicinales para venderlos.
Los primeros frutos
Casi un año después, Flor Delicia Ramos, actual presidenta de la asociación, muestra orgullosa un pequeño laboratorio. Acompañada por sus compañeras, ve con esperanza este negocio, del que ya se ha recogido buenos frutos.
De rostro redondo y sonrisa amplia, muestra un pequeño envase de vidrio que contiene aceite de cedrón, ideal para relajar los nervios y calmar dolores estomacales, dice. También producen aceite de soy maca, limón, toronjil y albahaca.
“Antes no estábamos organizadas y cada una buscaba su mejoría personal. En cambio hace un año y medio que llegó este proyecto con la finalidad de que nosotras generemos ingresos para nuestras familias. Luchamos bastante para organizarnos, nos faltaba decisión y se veía medio difícil. Además nunca habíamos escuchado de aceites esenciales, no sabíamos si iba a ser bueno”, recuerda.
Actualmente la asociación cuenta con diez socias. Para la producción cuentan con una maquina destiladora construida a medida del espacio cedido por la comunidad: una habitación de cuatro por cuatro.
Marcelo Cardozo, asesor técnico de la FCBC, explica que la producción depende de la materia prima. Su pequeña maquinaria tiene capacidad para 10 kilos de hojas y puede destilar entre 60 y 150 ml por lote, en tres horas. El aceite se fracciona en frascos y dependiendo de la medida puede costar entre 60 y 120 bolivianos. “Con tres días de producción a la semana, las señoras pueden generar unos 2.000 bolivianos por la venta”, proyecta.
Lo más importante es que el destilador funciona a leña, ya que en la comunidad solo hay energía eléctrica tres horas por la noche.
Basado en costumbres ancestrales
El proyecto aprovechó el conocimiento ancestral de las mujeres sobre el uso de yerbas medicinales para tratar algunas afecciones como tos, dolores musculares, de cuerpo y, espasmos, entre otros.
Por ejemplo, la producción de aceite de soy maca no estaba contemplada, pero ellas sugirieron trabajar con esta planta por su efectividad como antitusígeno y antiinflamatorio.
Las primeras ventas las hicieron en marzo de este año, durante el festival Conservarte que se realiza en Santiago de Chiquitos, Roboré.
Actualmente se dan modos para enviar los óleos y jabones a gente que hace pedidos. Debido al mal estado del camino, que empeora en época de lluvias, el pasaje para una persona puede llegar a costar hasta 200 bolivianos solo hasta Roboré. Para facilitar y garantizar la comercialización, la FCBC apunta a generar vínculos con personas y empresas que consumen y comercializan estos productos.
Por la conservación
La otra transversal de la iniciativa es el cuidado de la naturaleza. De ahí que las mujeres solo cosechan hojas cuando están maduras. Por eso intercalan la producción de aceites con la de jabones y también tienen previsto incursionar en la elaboración de aceite virgen de semillas, de almendra, totaí y ricino.
Para que no falte materia prima, en el caso del cedrón que demora hasta seis meses en crecer, una de las socias cedió un pedazo de terreno donde cultivan esta yerba y otras mujeres también lo hacen en sus casas para vender a las emprendedoras.
Frente a la sequía que azota a Santo Corazón –y a la Chiquitania en general-, el proyecto contempla implementar un huerto con un sistema de riego por goteo para que esto no se detenga.
El objetivo es que más mujeres incursionen en esta alternativa, aun cuando no se hagan socias. “Nuestra meta es agrandar más la asociación, tener más productos. El proyecto tendrá su final pero gracias a Dios nosotras estamos aprendiendo a ir solas. Ellos nos proveen todo pero nosotras manejamos la administración”, dice la presidenta.
Contacto para adquirir los productos: (591) 635-07946, (Flor Delicia Ramos)
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