Comunarias de Koema Guasu muestran la soya seca de las 23 hectáreas que tienen en el predio comunal.  Foto: Carlos cuevas
Comunarias de Koema Guasu muestran la soya seca de las 23 hectáreas que tienen en el predio comunal.  Foto: Carlos cuevas

Doña Adela Cuellar, indígena guaraní de 53 años, camina por lo que ahora es una senda cubierta de hojas y piedras. Hasta hace unos 20 años, por este lugar fluía agua, pero ahora solo queda el cauce seco de una quebrada, ubicada en Ojo del Agua, una de las comunidades guaraníes de Yacuiba, que se encuentra a los pies del Aguaragüe.

La serranía del Aguaragüe abarca tres municipios del chaco tarijeño: Yacuiba, Villa Montes y Caraparí. Se trata de un área protegida amenazada por proyectos y actividades que atentan contra el medioambiente. Estas afectaciones impactan la vida de las familias, principalmente de mujeres, quienes tienen que buscar formas de acceder a agua, tanto para consumo como para los cultivos. 

Adela Cuellar, capitana de la comunidad, expresa su preocupación por la falta de lluvias, que cada año se hace más evidente. En años anteriores, las primeras lluvias solían llegar a principios de septiembre, pero hasta ahora la sequía persiste. Dice que, por esa situación, tienen horas limitadas para regar sus cultivos.

“En tiempos de sequía tenemos que recibir agua por sectores: un día les toca a los de la banda; otro, a los que viven en la carretera. Para riego tenemos tres horas por familia, es muy poco”, afirma mientras camina cubierta de un sombrero, que le ayuda a protegerse del sol. 

Las familias producían en mayor cantidad hortalizas y maíz, que iban destinados para autoconsumo; el restante, para la venta. Pero esta tarea cada vez se hace más complicada debido a la escasez de agua, lo que repercute en la producción de alimentos.

Cuellar explica que hace años, tras la construcción de la carretera que conecta a Yacuiba con el municipio de Caraparí, la quebrada de su comunidad disminuyó de caudal y hubo daños ambientales, como contaminación de sus afluentes. 

En ese sentido, llama a reflexionar sobre lo que podría causar si se concreta el proyecto del túnel del Aguaragüe, obra propuesta por el Gobierno central y que pretende acortar el tramo carretero Campo Pajoso (Yacuiba) – Caraparí.

“Esto debería ser una voz (de oposición) de todo el Chaco. La carretera es un desarrollo, pero para el (sector) transporte, no para los que vivimos de la siembra en las comunidades. No vamos a permitir que se construya el túnel”, asegura Cuéllar.

La movilización y demanda del grupo de defensoras ambientales lograron detener el avance del proyecto del túnel del Aguaragüe, que se encontraba en fase de estudio de viabilidad. 

Debido al impacto causado por la construcción de la carretera, iniciada en el 2000, en los últimos 23 años las familias han reforestado la comunidad con árboles nativos. 

Adela Cuellar camina por área de riesgo en Ojo del Agua Foto: Nadia Lopez.

Nancy Cuellar, una comunitaria de Ojo del Agua, explica que abarcaron tres zonas: dos costados del tramo carretero y la quebrada. En total sembraron 300 plantines de algarrobo y chañar. Ambos árboles, nativos de zonas áridas y semiáridas de Sudamérica, se adaptan a condiciones extremas, lo que les permite resistir la sequía gracias a sus raíces profundas, que les facilitan el acceso a aguas subterráneas.

Pese a ello, la sequía y afectación por obras, hacen que la comunidad Ojo de Agua no haga honor a su nombre. Con mucho esfuerzo, logran abastecerse de agua para el consumo y cuentan con un suministro racionado. 

En la parte alta de la quebrada, las mujeres captan agua exclusivamente para el riego, lo que permite la producción de paltas, cebolla, acelga, tunas y cítricos.

La restricción de tres horas de riego por familia obligó a los comunarios con grandes extensiones de cultivos a comprar agua en cisternas para poder abastecerse.

La quebrada en la parte baja acumula basura que es arrojada por visitantes y en ocasiones por vecinos, por lo que las comunarias se organizan y distribuyen en grupos para la limpieza. La dirigenta comunal comenta que no aceptaron la ayuda del Ejército para esta labor, porque consideran que la tarea debe ser asumida por los habitantes del lugar para preservar su territorio.

Protección al Aguaragüe 

De las serranías del Aguaragüe brota agua dulce y quebradas que bajan hacia la llanura chaqueña, alimentando a comunidades indígenas y campesinas de tres municipios. En la comunidad Itavicua (Yacuiba) está una represa para riego de cultivos, que es monitoreada por el Sernap (Servicio Nacional de Áreas Protegidas) y que recibe agua de distintas quebradas.

Gueyza León, directora del Parque Nacional y Área de Manejo Integrado Aguaragüe, afirmó que los monitoreos hasta mediados de este año en Yacuiba, Villa Montes y Caraparí han revelado una disminución del caudal en las quebradas, fenómeno que atribuye a la prolongada sequía provocada por el cambio climático.

“De las 57 quebradas al menos dos por municipio están secas y otras con bajo caudal. El cambio climático y los incendios ocurridos en 2020 y 2022 afectan la función de los árboles que son los captadores de agua”, detalló. 

Según las estadísticas del Sernap, de 14 quebradas de Yacuiba, ocho tienen un caudal de 0, en lo que denominan agua abajo. 

Respecto a la protección del Aguaragüe, León precisó que coordinan con el pueblo indígena guaraní, al considerarse un territorio ancestral. 

“Realizamos actividades de prevención de incendios, limpieza de quebradas, campañas de concienciación y conservación del área”, detalló.

De las 57 comunidades que alberga el Aguaragüe en la región chaqueña, 15 de ellas pertenecen al pueblo guaraní, organizadas en la APG (Asamblea del Pueblo Guaraní). 

La responsable de Género de la APG de la Zona Yaku Igüa, Mariela Melgar, manifiesta que las mujeres se organizaron para la protección de Aguaragüe y en la captación de recursos económicos para promover la defensa del área protegida, que se creó en      2000. “Como guaraníes conservamos y recuperamos el territorio, llevamos a la práctica con la petición que logramos de que se declarare el Aguaragüe como reserva, que con una oficina y con los guardaparques para el patrullaje” dice Melgar. 


Las capitanías guaraníes participan en los patrullajes del Sernap y cuentan que en algunas quebradas hay contaminación y filtración de petróleo, a raíz de la actividad hidrocarburífera en la reserva que comenzó hace un siglo. 

Los guaraníes, en colaboración con organizaciones no gubernamentales y el Sernap, están evaluando los impactos y daños ambientales causados por las empresas petroleras, con el objetivo de buscar medidas de mitigación y reparación.

Ismelda Santos, responsable de Educación y Cultura de la APG en el sector de Yacuiba, destaca a las mujeres guaraníes como las principales protagonistas en la defensa del agua, la fauna y la flora del Aguaragüe.“Somos las que estamos con las tareas de reforestación por incendios forestales que ocurrieron (en 2020 y 2022). Es nuestro pulmón”, dice. 

En coordinación con el Sernap, las guaraníes desalojaron a los grupos que se habían asentado ilegalmente en la reserva y que provocaron incendios forestales. Además, conformaron un Comité de Gestión que incluye a representantes de cada comunidad guaraní para realizar inspecciones en la reserva y participar en talleres de preservación y educación ambiental.

Llanura seca

Aproximadamente a 30 kilómetros del paisaje boscoso de las serranías de Yacuiba está la zona de la llanura chaqueña o seca. Este lugar presenta un terreno bastante seco y desafiante para quienes lo habitan. En estas tierras también hay comunidades guaraníes.

En la llanura chaqueña, la temporada de sequía se ha prolongado durante los últimos 10 años. La probabilidad de lluvias ha disminuido. Según un informe del  Servicio Nacional de Meteorología (Senamhi), se pasó de 9.914 anuales, en 2018, a 7.192 milímetros durante 2022.

Koema Guasu, parte de la Tierra Comunitaria de Origen (TCO) Laguna Chica, tierras recuperadas a favor de los guaraníes de la APG de Yacuiba; el paisaje se torna amarillento por el polvo y el calor supera los 40 grados. 

En una loma hay casas alineadas, prácticamente sin árboles, rodeadas únicamente por cultivos de maíz y soya que han sido severamente afectados por la sequía, según la capitanía de la zona. 

Además, la comunidad no cuenta con servicio de agua potable para el consumo. Por ello, las señoras preparan una nueva solicitud al Gobierno Regional del Gran Chaco, la institución responsable de la dotación de agua en esa zona, para solicitar cisternas de dotación.

La mburuvicha (líder guaraní) Sandra Escobar comenta que el costo de cada cisterna de agua es de Bs 160, lo que abastecería a más de 20 familias entre dos y tres semanas.

Los habitantes disponen de pocas reservas almacenadas en tinacos de plástico. También cuentan con un sistema de recolección de agua de lluvia, que actualmente se encuentra vacío.

Elena Méndez, una anciana de la comunidad, pide a las autoridades encarecidamente la dotación de agua, para poder cocinar y dar de beber a sus animalitos. 

“A veces dan ganas de irse, pero hay que esperar, ya nos mandarán agüita”, dice resignada. En tanto, sus hijos se van a la ciudad a trabajar y retornan los fines de semana.

Doña Feliciana Fabián, otra comunaria de Koema Guasu, explica que para preparar su terreno para la siembra debe conseguir “tierra negra” desde un lugar lejano. Sin embargo, la falta de lluvia le impide mantener sus cultivos y muchos se secan. 

Esta situación afecta la provisión de alimentos, especialmente el maíz, que es un alimento básico para el pueblo guaraní. Dado que ya no cuentan con sembradíos, las familias se ven obligadas a comprar este grano en la ciudad de Yacuiba.

“Sembré yuca, pero se ha secado, antes llovía y sembraba verduras y granos, ahora no da nada”, lamenta Feliciana.

La falta de agua aumenta la carga de trabajo para las mujeres, quienes deben encargarse de buscar sustento para sus familias, cuidar de sus hogares y, además, encontrar agua, que cada vez es más escasa. Así lo expresa María Isabel Segundo, madre de seis hijos: “No tenemos una fuente laboral y aquí el agua no nos dura”.

La comunidad realiza gestiones con las instituciones locales para un proyecto de perforación de pozo, lo que alimenta sus esperanzas para continuar con la producción en su territorio.

En la comunidad de Tentamí, situada a pocos kilómetros de Koema Guasu, los habitantes esperan que una autoridad departamental cumpla su promesa de gestionar la implementación de un pozo de agua. 

La lideresa dice que sufren de agua en temporada de calor y que solo se abastecen mediante cisternas. En el lugar permanecen 10 familias. “A veces compramos el agua entre cuatro familias o de manera individual”, explica.

Anteriormente, contaban con dos instituciones para el suministro de agua: un convenio con una organización que les proporcionaba cisternas a través del Gobierno Municipal de Yacuiba. Sin embargo, tras la finalización de este acuerdo, ahora solo pueden recurrir al Gobierno Regional del Gran Chaco, que es el ente competente en la materia.

Ahora, las mujeres utilizan filtros donados, que son recipientes de cerámica diseñados para purificar el agua de lluvia, haciéndola apta para el consumo humano.

La falta de agua es un problema que afecta a todas las familias guaraníes del Chaco tarijeño. Por ejemplo, en el trayecto entre Yacuiba y Villa Montes se encuentra la comunidad de Palmarcito, donde 48 familias logran subsistir a pesar de las inclemencias provocadas por la aridez del lugar.

Susana Revollo Claros, habitante del lugar, menciona que la comunidad necesita al menos dos cisternas de agua por semana, las cuales son enviadas desde la Alcaldía de Yacuiba. La comunidad solo debe cubrir el costo del combustible para el transporte.

Reforestación de especies nativas en Tarairí 

A paso acelerado por unos senderos, Reina Rosales se dirige a orillas de una quebrada; trepa por una cerca para bajar y revisar unos plantines que se encuentran escondidos entre ramas para proteger su crecimiento de los animales. 

“Esto será como una barrera que atajará el paso del agua”, menciona al señalar su terreno.

A unos 20 minutos de la ciudad de Villa Montes se encuentra Tarairí, una de las comunidades a faldas del Aguaragüe que se extiende hasta ese municipio. Esta comunidad era conocida por su abundante producción de cítricos, pero cada año ve disminuir su cosecha.

Debido a la erosión que se agudizó en los últimos cinco años, algunos huertos familiares quedaron devorados por el arrastre de la quebrada en temporada de lluvias. Por ello, para crear una barrera natural implementaron un plan de reforestación, en el que trabajaron mujeres guaraníes.

Los plantines, entregados por el Fondo Nacional de Desarrollo Forestal (Fonabosque) y producidos en el vivero municipal de Villa Montes, son parte de un proyecto de implementación de sistemas agroforestales. Esta iniciativa busca promover la adaptación al cambio climático a través de prácticas sostenibles. 

Sofia Segobia, secretaria de las Asociación de Mujeres Productoras Guaraníes, asegura que sus terrenos fueron afectados por el cambio climático y que con la reforestación esperan que los árboles grandes retengan las riadas en tiempos de lluvias. 

Durante 15 días, las mujeres plantaron cuatro variedades: timboy, lapacho, algarrobo y mora, a lo largo de la quebrada que bordea la comunidad. El lapacho, también conocido como tajibo en otras regiones de Bolivia, es un árbol característico del Chaco. Sus llamativas flores lo hacen muy ornamental, y puede llegar a medir entre 20 y 30 metros de altura. 

Según la bióloga Ludmila Pizarro, los lapachos y algarrobos son adecuados para suelos con altos niveles de humedad y también ayudan a proteger contra la erosión y los desbordes en las áreas de quebradas.

Las comunarias de Tarairí aguardan el inicio de un proyecto gestionado con el gobierno central, que consiste en la plantación de cítricos y que está previsto para octubre. Cada familia recibirá más de 90 plantines, por lo que ya están preparando el terreno para su cultivo. 

Debajo de la sombra copiosa de un motoyoe, doña Eliodora recuerda que, en otras épocas, la lluvia favorecía al crecimiento de sus plantas de naranja, mandarina, este tiempo recurre a regar con mangueras y no logran el rendimiento de la producción.

Mujeres y resiliencia

La mujer transmite los valores y conocimientos ancestrales, fomentan la preservación, el uso sostenible de la tierra y el agua, manifiesta Ninet Cardozo, técnico del área de Desarrollo Territorial de Fundación ACLO (Acción Cultural Loyola) Regional Chaco, organización no gubernamental que trabaja en Villa Montes.

“Las mujeres comenzaron actividades resilientes al cambio climático. Valoran su territorio, están participando de capacitaciones en algunos emprendimientos para poder tener una fuente de recursos económicos”, dice.  

Además, destaca que, ante la intensificación de la crisis climática, las mujeres están promoviendo la incorporación de políticas públicas en sus municipios. Estas acciones surgen de las demandas que sus comunidades, de forma organizada, presentan en sus asambleas

El esfuerzo y la resiliencia de las mujeres guaraníes son notables. A pesar de la hostilidad de la zona seca, se aferran a sus territorios, se organizan para producir sus propios alimentos y superan las adversidades. Además, persisten en la preservación de la rica biodiversidad de sus bosques y enfrentan el desafío de la crisis climática.