Primera evaluación sobre el impacto del fuego en el Parque Nacional Iñao: “Los incendios llegaron a bosques muy bien conservados”

Un equipo de investigadores y estudiantes de Biología de la Universidad San Francisco Xavier de Chuquisaca recorrió las zonas afectadas por el fuego en 2020, para determinar los daños en la flora y la fauna. El fuego alcanzó ecorregiones ricas en biodiversidad y que cumplen funciones ecológicas vitales.

“Desde adentro, ver el bosque quemado es una sensación muy fuerte. Subir a la parte más alta del Iñao, allá donde ocurrió uno de los incendios más grandes, es duro. Aquellos bosques húmedos, que parecían bosques encantados de películas de hadas y duendes, estaban reducidos a palitos oscuros. Ese contraste entre lo verde y los tonos grises y cafés. Solo hormigas llevándose lo que quedaba con vida.

Vivirlo desde adentro te hace dar cuenta que fue un fuego agresivo. Imposible creer que había gente ahí arriba; guardaparques que durmieron al lado del fuego luchando por contenerlo. Es de no creer lo que ha pasado”.

Claribel Villarroel, bióloga.

Entre septiembre y noviembre del año pasado, alrededor de seis mil hectáreas ardieron en el Parque Nacional y ANMI (Área Natural de Manejo Integrado) Serranías del Iñao de Chuquisaca. Nunca antes o, por lo menos hace muchos años, no se había visto un fenómeno de tal magnitud en una región formada por hábitats como Yungas Andinos del Sur y Bosques Secos Montanos de Bolivia.

Casi de inmediato, en diciembre, un equipo conformado por docentes y estudiantes de la carrera Biología de la Universidad San Francisco Xavier (USFX) de Chuquisaca realizó una evaluación de campo en las áreas afectadas por el fuego, para determinar el impacto en la flora y fauna.

Los resultados fueron plasmados en el “Informe de proyecto de evaluación biológica de áreas afectadas por el fuego en el PN-ANMI Serranía del Iñao, Chuquisaca, Bolivia”, presentado en marzo a la Casa Superior de Estudios.

Los equipos de trabajo se dividieron en tres grupos, para estudiar tanto flora como fauna.

Se trata de un primer paso para conocer el impacto de incendios, que se han convertido en cíclicos en la zona. Según uno de los autores, estos empeoran a lo largo del tiempo, principalmente por el cambio climático y el cambio de uso de suelo: de bosque a pasturas o a campos para agricultura.

“Con esta primera evaluación pudimos verificar que los incendios llegaron a bosques muy bien conservados, lugares que no se habían quemado antes. Esto pudo ser por condiciones climáticas, ya que 2020 fue un año extremadamente seco. No es que la gente de la zona haya quemado más de lo habitual, sino que se llevaron a cabo chaqueos que se les fueron de las manos”, dice Mauricio Peñaranda, biólogo y docente de la USFX.

Durante diez días se evaluaron tres grupos específicos: plantas, herpetología (reptiles y anfibios), y aves. En el caso de los mamíferos, que son más raros de ser vistos en la naturaleza (menos densos), se dejó cámaras trampa. Las mismas serán recogidas a finales de mes. | Lee también: Bolivia: ¿están preparadas las áreas protegidas para enfrentar una tercera temporada de incendios?

Funciones y riqueza de una reserva poco estudiada

La mayor preocupación surgió luego de ver la magnitud de los incendios forestales.

El Iñao es un Parque Nacional y ANMI de 263 mil hectáreas y 32 comunidades. En él confluyen tres tipos de ecorregiones: Gran Chaco, Bosque Tucumano-Boliviano y Chaco Serrano. Esto hace posible encontrar bosques residuales de Yungas, Semideciduo Chiquitano, Chaqueño de transición y Boliviano-tucumano. Según el informe, además de la gran biodiversidad que alberga, en estas serranías se da una de las funciones ecosistmémicas más importantes del área: proteger cuencas, regular el régimen hídrico regional, controlar la erosión y retener sedimentos.

Todo este sistema permite tener especies como cuchis, nogales, tajibos, pinos de monte, kewiñas, helechos gigantes y una potencial diversidad de especies de orquídeas. Esta vegetación es un recurso importante para la actividad apícola.

Hasta 2003, se consideraba que el interior de la reserva se encontraba “poco amenazada, pero potencialmente vulnerable”. Sin embargo, la intervención humana en actividades de expansión de la frontera agrícola y aprovechamiento forestal en los bosques de serranías bajas y pie de monte, se intensificaron en los últimos años. En 2020, ello se vio agravado por los incendios.

Los incendios que causaron mayor afectación en superficie ocurrieron en las comunidades de San Isidro – Alto Seco, Montegrande – Itapochi, y Los Pinos – Chuyayacu. Esta última, ubicada al sur del área protegida, caracterizada por ser una de las zonas mejor estado de conservación. También porque una de las principales actividades de los habitantes es la apicultura y recientemente la melipinicultura, que es la crianza de abejas sin aguijón, refiere el informe.

Respecto a fauna, entre las especies registradas en la reserva están el jaguar (Panthera onca), puma (Puma concolor), oso andino o jukumari (Tremarctos ornatus) y anta o tapir (Tapirus terrestris). Si se menciona a las aves, el cóndor andino (Vultur grypus), cóndor de los llanos (Sarcoramphus papa), y una diversidad de rapaces pueden ser encontradas en la zona. Además se registró anfibios y reptiles que en el Área Protegida son poco conocidos y aún hay muchos invertebrados por descubrir. |Te puede interesar: Charo y Valentina, más de 4.500 dólares para salvar a dos animales víctimas de incendios forestales

Resultados preliminares de incendios de magnitud

Las partes más afectadas están en las serranías o partes altas del Parque Nacional.

Durante diez días, los investigadores apoyados por estudiantes de Biología recorrieron diferentes zonas del Iñao, distribuidos en grupos. Aunque en todos los casos, es necesario profundizar sobre los resultados preliminares y continuar con la tarea de investigación de impactos, algunos de ellos dan cuenta que la afectación se dio en lugares muy bien conservados.

En el caso de la vegetación, se tomaron muestras botánicas y de suelos, y se hicieron parcelas permanentes. Las especies arbóreas más abundantes encontradas en el muestreo fueron: Chari (Parapiptadenia excelsa), Aguay (Chrysophyllum genocarpum), Paltay (Capparis prisca) zapallo (Pisonia zapallo), Blanca flor (Luehea fiebrigii) y Momoqui (Caesalpinea pluviosa). Entre las especies de importancia medicinal presentes en la zona resalta la Quina  (Myroxylon perufeirum).  

En las áreas quemadas pudo observarse que junto a los árboles, también fueron afectadas las plantas que viven sobre ellos (epífitas) principalmente, especies de: bromelias, cactus, helechos y orquídeas; tal pérdida es dificilmente calculable. El mapa de severidad de quema obtenido, refiere que la parte media de la unidad de vegetación Bosque subandino Boliviano – Tucumano de Mirtaceas fue la más afectada. Es importante apuntar que dicho tipo de vegetación es único en el país, razón por la que se encuentra representada dentro del PN-ANMI Serranía del Iñao. Asimismo, se evidenció que a mayores elevaciones, mayor daño.

Sobre los anfibios y reptiles, durante la incursión del equipo correspondiente se colectaron individuos muertos, que ahora forman parte de la colección científica de la USFX. En los seis días de trabajo de campo se registró 12 especies, seis de anfibios y seis de reptiles. Lee también: Incendios alcanzan a 55 áreas protegidas en dos años y 22 soportan fuego dos veces continuas

Se tomó muestras de varios elementos y se evidenció la presencia de ciertas plantas.

Para los expertos, esto último da una idea del potencial de la zona para contener comunidades con una riqueza alta en este grupo de animales. Asimismo, gracias a esta evaluación, ahora se cuenta con una guía de anfibios y reptiles para la zona. La misma será entregada a los habitantes del lugar en los próximos meses.

Si se habla de mamíferos, tal diversidad es amplia también, ya que para 2011 se tenía reportadas alrededor de 41 especies, de las cuales destacan: el jaguar, puma, oso andino, tapir y lobito de río (Lontra longicaudis).

Aunque aún se espera los resultados de las cámaras trampa, Mauricio Peñaranda, especialista en mastozoología, adelantó que preocupa que se hayan quemado áreas significativas dentro del Parque Nacional. “Las serranías, que son las partes altas, se han quemado. Ahí precisamente persisten los animales más vulnerables a la presión antrópica: jaguar, jukumari y tapir. Hay muy pocos individuos y con el incendio se quemaron los lugares donde preferían estar, porque están alejados de la gente”, explica.

Aunque se evidenció rastros de estas tres especies, desde la parte técnica preocupa la posibilidad de que los comunarios decidan aprovechar las áreas quemadas para cambiar el uso de suelo.

“Este grupo de animales necesita extensiones grandes y a la primera que encuentran ganado, o se escapan o ven un recurso interesante, entonces viene el conflicto (con el ser humano). Por otro lado, seguro ha habido escasez de recursos (alimentos), para estos mamíferos grandes en especial y todo esto es una cadena. No hay recursos en el monte y los animales empiezan a acercarse a sitios donde hay personas”, dice Claribel Villarroel, bióloga y otra de las autoras del informe.

También se pudo detectar la presencia de mamíferos, que dejaron rastros a su paso.

Finalmente, en el grupo de aves, es necesario saber que estas son indicadores de la calidad de los ecosistemas. Por ello, en este caso se estableció ocho puntos de muestreo, distribuidos al azar: cuatro dentro de la zona afectada por los incendios y cuatro en la no afectada.

En ocho días de trabajo se registró a 69 especies: 28 en bosque afectado por el fuego y 35 en bosque no quemado. Adicionalmente 25 especies fueron anotadas en el área por observación casual.

Para los autores, es destacable la presencia de aves migratorias como Euphonia cynocephala y Myarchus Tyrannulus, y otras especies características de la zona, como el pájaro bandera (Trogon personatus), el carpintero grande (Campephilus melanoleucos), tucán (Ramphastos toco), la pava oscura (Penélope obscura), loro hablador (Amazona aestiva), perdiz tataupá (Crypturellus tataupa), y nidos con pichones.

En ese contexto, una de las conclusiones preliminares es que en algunos ambientes se notó mayor diversidad de especies, pero esto dependería de factores ambientales.

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Queda mucho por hacer

El trabajo de campo demandó diez días, aunque algunos grupos tomaron menos jornadas.

El presente estudio es fruto de la inquietud de un grupo de biólogos que ayudó a gestionar ayuda para el Área Protegida durante los incendios, afligidos porque era la primera vez que sucedía algo así. Ni bien se liquidó el fuego, recurrieron a su Facultad, de Ciencias Farmacéuticas y Bioquímicas, cuyas autoridades intercedieron ante el Rectorado, para financiar el trabajo de evaluación de la flora y fauna afectada.

Fue así que la Universidad San Francisco Xavier apoyó la iniciativa. Asimismo, el grupo de diez autores -conformado por: Ma. Cristina López-Roberts, Mauricio Peñaranda, Yara Lazcano, Ariel Céspedes, Amira Apaza, Beatriz Nieto, Patricia Mendoza-Miranda, Claribel Villarroel, y los estudiantes tesistas Wiemar Rodríguez y Aided Guzmán- trabajó con universitarios de la carrera de Biología -Mariela Ajhuacho, Ana Ortega, Beatriz Espinoza, Lorena Cazón, Felipe Téllez y Florentino Saigua-, quienes respondieron a una convocatoria.

En este último caso, la experiencia fue “extraña”, según describe Villarroel, porque para muchos era la primera vez que estaban en este tipo de bosques. “Si bien no todos consiguieron llegar hasta la parte más afectada (la más alta de las serranías), se llevaban la sorpresa que instalaban su parcela y estaba todo quemado. Caminaban un poco y podían ver orquídeas terrestres. ‘Lo que se perdió fue invaluable, se les escuchaba comentar”.

Por eso el equipo ahora busca financiamiento y becas ya que, si bien la Universidad comprometió su apoyo, los recursos no son suficientes y se trata de investigaciones de largo aliento, para seguir trabajando en el tema.

El equipo que encaró la investigación, con el apoyo de guardaparques y el director del Parque Nacional y ANMI Serranías del Iñao.

En medio de todo esto, el trabajo no hubiera sido posible sin el apoyo y la colaboración del director del PN-ANMI Serranía del Iñao, Guido García; el jefe de protección, Juan Bernardino Apata, y los guardaparques: Julio Guerra Padilla, Mizael Millares Ortiz, Constantino Miranda Cárdenas, y Pastor Padilla Camargo. Todos ellos demostraron un gran valor en el combate del fuego y mucha predisposición para la presente evaluación, destacan los investigadores.

Entre tanto, con lo vivido, los expertos ven que, en el caso de incendios forestales, “no hay nada mejor que la prevención”. Los meses que vienen son cruciales y es necesario enfatizar en la educación ambiental.

“Hay que charlar con las comunidades y mostrarles estos datos. Hay años que son más secos, más peligrosos y si van a seguir con los chaqueos para ampliar sus tierras, deben ser mucho más responsables”, exhorta Peñaranda.

El otro factor vital es la formación de bomberos comunitarios, mediante la canalización de fondos. Se requiere gente del lugar, porque se evidenció que el apoyo tarda demasiado en llegar a la zona y hasta que eso sucede, el fuego se vuelve incontrolable.

Villarroel coincide en que en el empoderamiento de las comunidades está una de las respuestas al problema. Y ello tiene que ver con capacitación, fortalecimiento de las unidades de riesgos municipales y alternativas de ingresos económicos a la agricultura, como la apicultura.

“Para mí es involucrar a la gente en la conservación. Mostrarle por qué no es bueno que se queme el bosque. Lo que ha pasado nos debería dar una lección: no trabajar en la respuesta, sino en la prevención”.