Paraba Barba Azul: ¿qué pasará tras la repatriación a Bolivia de ejemplares que vivían en zoológicos?

Ocho guacamayos procedentes de Canadá ya están en Beni, la única zona en el mundo donde se encuentra esta especie en peligro crítico de extinción. Se prevé la llegada de 24 más, provenientes de Estados Unidos e Inglaterra. El fin es trabajar en una inédita estrategia de conservación. Una experta en genética de aves sugiere iniciar otras acciones previas para garantizar buenos resultados.

Uno de los ejemplares de la paraba barba azul que fueron repatriados. / Foto: Gentileza Fundación CLB
Uno de los ejemplares de la paraba barba azul que fueron repatriados. / Foto: Gentileza Fundación CLB

Entre la década de los 70 y 80, Bolivia vio salir impávida a uno de sus tesoros naturales más preciados: Ara glaucogularis o Paraba Barba Azul. Decenas de ejemplares de esta especie de loro de 85 centímetros y cuello azul terminaron en Norteamérica y Europa, principalmente, para convertirse en mascotas o “adornar” zoológicos. Aunque en 1984 el tráfico ilegal fue prohibido, el negocio continuó y sumado a la pérdida de hábitat, diezmó seriamente las poblaciones de esta ave que prácticamente se creía extinta.

En 1992, investigadores redescubrieron un grupo de aproximadamente 50 ejemplares en los Llanos de Moxos, Beni, el único lugar en el mundo donde se distribuyen estos guacamayos, como también se conoce a las parabas. Desde entonces, se iniciaron esfuerzos para salvar a uno de los animales más amenazados del mundo; catalogado tanto por la UICN como por el Libro Rojo de Vertebrados de Bolivia “En Peligro Crítico” de extinción.

Tales acciones de conservación se han aplicado en dos zonas de distribución del ave: al norte de Beni, por Santa Ana de Yacuma, y al sud, en el municipio de Loreto, cerca de Trinidad. En estos sitios trabajan tres oenegés: Asociación Civil Armonía, con dos reservas privadas naturales —Laney Rickman (sur) y Reserva Natural Barba Azul (norte)—; Fundación Conservación Loros de Bolivia (CLB), que apoya al área protegida Gran Mojos (sur), y Loro Parque Fundación (sur), también privada.

Dos de ellas, hasta ahora, han logrado éxito en la reproducción de pichones en nidos artificiales, siendo Armonía la pionera en la estrategia desde 2005. A esta se siguió CLB, tras la creación del área protegida, y recientemente Loro Parque, hace cuatro años, todavía sin resultados exitosos. Pero también se trabaja en aviturismo, como es el caso de la Reserva Barba Azul; la concienciación en comunidades indígenas cercanas al hábitat, como hace CLB, e incluso la reducción del uso de plumas en bailes tradicionales, acción que promueve Loro Parque.

Sin embargo, ya desde 2017, como se lee en un reportaje de Mongabay, se empezó a hablar de “preparar guacamayos cautivos que han sido mascotas confiscadas, para que se unan a sus compañeros (en vida silvestre)”.

Un largo camino a casa

Las aves llegaron en sus respectivas jaulas, primero a La Paz, después a Trinidad y, finalmente, a Loreto. / Foto: Gentileza Fundación CLB

A las dos de la mañana del miércoles 27 de septiembre hubo un movimiento inusual en el aeropuerto internacional de El Alto. Encerradas en sus jaulas correspondientes, ocho ejemplares de Paraba barba azul —cinco machos y tres hembras, de entre cinco y ocho años— llegaron al país, procedentes de un zoológico de Canadá, a más de 8.900 kilómetros de distancia. Autoridades nacionales y representantes de la Fundación CLB acudieron a recibir a las aves.

Ya por la mañana, tras presentarlas en conferencia de prensa, tanto en La Paz como en Beni, los animales emprendieron un cuarto viaje, esta vez por tierra, hasta el lugar donde se encuentran en cuarentena: el Centro de Custodia de Fauna Silvestre de la Paraba Barba Azul “Sachojere”, en el municipio de Loreto, a 22 kilómetros de Trinidad.

“Este proceso (de repatriación) se inició hace más o menos diez años”, dice a La Región Rafael Mounzón Narváez, director ejecutivo de CLB, para quien las políticas inexistentes “relacionadas a algo así” retrasaron la medida.

En La Paz, el viceministro de Medio Ambiente y Biodiversidad, Magín Herrera, le dijo a la prensa que los individuos serían “introducidos en su hábitat, en Moxos, Beni”. Mounzón explica que, tras la cuarentena, estos entrarán en un aviario, en tanto se espera la elaboración de un plan de acción para iniciar una “reproducción en cautiverio, de manera que las hijas de las parabas que llegaron, puedan ser reintroducidas en su hábitat natural”.

Autoridades de la Gobernación de Beni durante la presentación de los ejemplares en Trinidad. / Foto: Gentileza Fundación CLB

Moasir Rivera, dependiente de Biodiversidad de la Secretaría de Medio Ambiente de la Gobernación de Beni, asegura que el objetivo es “darle una carga genética diferente a las (parabas Barba azul) que tenemos en el medio”. En un momento —argumenta— se llegó a tener menos de 100 ejemplares registrados, con los cuales se trabajó en reproducción natural. “Esta reproducción, como entenderán, se hizo entre familiares: padres, madres, hijos, y ha habido una consanguineidad total. Por ello, en época de reproducción, estas parabas llegan a poner tres huevos y, debido al grado de consanguineidad, de tres huevitos, solo está reventando uno”.

Así —refiere la autoridad departamental— las aves que llegaron serán utilizadas “como reproductoras” y sus pichones, liberados, “tratando de aumentar la fertilidad, y recuperando a la especie para sacarla de la extinción”.

Las bases científicas

La estrategia se basa en un estudio publicado en agosto de 2021, que sugiere que Ara glaucogularis y otra especie de ave mexicana, “podrían beneficiarse de la reintroducción de la variación genética hallada en cautiverio, y subrayan la necesidad de una gestión genética de la población cautiva”. El mismo documento refiere también, en el acápite de Discusión, que “aunque valoramos la idoneidad de las poblaciones cautivas de cada especie para su reintroducción, estas importantes intervenciones sólo deben considerarse tras una evaluación exhaustiva de la viabilidad de los riesgos, así como de los costos y beneficios en relación con otras acciones de conservación”; algo que también plantea la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza).

“Se cree que por traer parabas con un perfil genético diferente al de las que están en vida silvestre, se va a incrementar la diversidad y eso no es así. Más bien lo que podrías estar ocasionando es que el perfil genético de la población en vida silvestre, que ya afronta las presiones de vida silvestre, pueda cambiar y podrías provocar mayor mortalidad en vida silvestre. Pero eso no lo vas a poder saber sino hasta 10 o 20 años después”, dice Rodrigo Soria Auza, director ejecutivo de Armonía.

Esa falta de certeza frente a lo que sucederá exactamente es la que genera dudas entre expertos. En 2010, en Australia, una especie de loro, Neophema chrysogaster, tenía apenas 50 individuos registrados en vida natural. El perfil genético de aves en cautiverio tenía diversidad, por lo que se trabajó en reintroducción. La ficha informativa de BirdLife International refiere que la población de esta especie disminuyó a 14 en 2017, con lo cual, en lugar de aumentar, cayó de forma alarmante.

Al respecto, Mounzón asegura que tuvo la suerte de trabajar en distintos proyectos de conservación con reintroducción a lo largo de América Latina, donde además —explica— ha participado en proyectos de rewilding, una acción que se da cuando la especie se ha extinguido totalmente en determinado hábitat. “Se hace la reproducción en cautiverio y liberación, Posteriormente si existe falta de cavidades (nidos), se ponen cajas nido como lo que se hace ahorita, y se apoya de esa forma a las poblaciones silvestres”.

La otra preocupación de biólogos que trabajan con la especie pasa por la transmisión de virus. Mauricio Herrera, de Aves bolivianas – Loro Parque Fundación, manifestó a La Región que, desde el Colegio de Biólogos de Santa Cruz se envió una nota al Gobierno advirtiendo posibles riesgos frente a este tipo de acción.

“Los loros tienen muchos virus que son difíciles de detectar, por ejemplo, el virus de Pacheco o el Newcastle. Se está metiendo animales que han salido (del país) en el 70, 80 y mucho antes todavía. Entonces, esto no vendría a ser una repatriación, porque se trata de hijos de las parabas (traficadas)”, asegura.

Desde la Gobernación beniana, Moasir Rivera, asegura que se certificó que las aves “no tienen ningún tipo de enfermedad zoonótica viral que ponga en riesgo a las aves nativas que tenemos en nuestro departamento”. Tales documentos —sustenta— fueron avalados por el Senasag (Sanidad Agropecuaria e Inocuidad Alimentaria) de Bolivia que, a su vez, recibió las certificaciones de negatividad de enfermedades aviares contagiosas por parte de su homólogo en Canadá.

Un mismo objetivo

El centro donde los individuos están en cuarentena. / Foto: Gentileza Fundación CLB

Las tres organizaciones que trabajan con Barba azul en el Beni coinciden en que el fin que persiguen es la conservación de la especie. Hasta ahora, las estrategias de nidos artificiales han sido exitosas en el municipio de Loreto, lo mismo que en la Reserva Natural Barba Azul, propiedad de Armonía.

Solo este año, CLB pudo tener en cinco nidos que estas aves usaron para reproducirse, lo que en teoría representa una esperanza de ver el nacimiento de 15 pichones, aunque esto se ve amenazado porque no todos los huevos son fértiles, algunos se pierden por ataques de depredadores u otros simplemente mueren. En el caso de Armonía, entre 2005 y 2022, nacieron 113 pichones en la Reserva Laney Rickman; datos actuales se pueden encontrar en este enlace. “La población está creciendo”, observa Rodrigo Soria.

En esa línea, distintos biólogos expertos tanto en conservación como en investigación consultados por este medio, ven muy apresurado el tema de la reproducción en cautiverio. Uno de ellos, quien prefirió mantener su nombre en reserva, explica que, cuando se trata de especies que tienen poblaciones muy bajas en el mundo (se estima que alrededor de 500 y 550 individuos de Barba azul), “es ideal tener centros de reproducción en otros lugares, porque siempre pueden entrar enfermedades a los lugares donde están (en vida silvestre) y, al final de cuentas, puedes rescatar esas poblaciones cautivas”.

Para los responsables de la Gobernación beniana, es necesario llegar a un consenso para la elaboración de plan de manejo de la especie, para ello ven necesaria la participación de las tres organizaciones que trabajan con la especie, así como del Centro de Investigación de Biodiversidad y Medio Ambiente (Cibioma), y la Universidad Autónoma del Beni. Finalmente, tras tener el documento, este debe ser aprobado por la Dirección General de Biodiversidad y Áreas Protegidas (DGAP), la instancia gubernamental, por lo que tanto CLB como el ente departamental coinciden en que no tienen un plazo para llevar adelante su estrategia.

Desde la experiencia en genética

Estaban en un zoológico de Canadá. / Foto: Gentileza Fundación CLB

Jennifer Cahill es científica investigadora del Centro de Biodiversidad y Genética de la Universidad Mayor de San Simón (UMSS) de Cochabamba, y ha trabajado en estos temas con aves. Asegura que de realizarse la estrategia de conservación que se propone con las parabas repatriadas sería algo inédito, ya que “no se ha hecho nunca” en el país.

“La teoría detrás de esta repatriación con fines de mejorar las condiciones de la genética de la población de Barba azul sí funciona. Es una estrategia de conservación y en otras partes del mundo, donde los individuos están debidamente evaluados en su genética, sí se ve como una estrategia. Porque las poblaciones, cuando son muy pequeñas, pueden verse muy comprometidas y amenazadas por una situación genética que se llama endogamia o falta de variabilidad genética”, detalla la experta.

Teóricamente —continúa— puede ser interesante si los individuos que están trayendo de Canadá, tienen estos alelos nuevos, que sí serían un buen aporte para la población, “pero algunas veces puede suceder otro efecto genético, que se llama la depresión por exogamia, que se da cuando dos individuos son distantes genéticamente, y la descendencia puede tener problemas.

“Para estar cien por ciento seguros, en algunos programas que he visto en el mundo, primero hacen esta prueba inicial en cautiverio, y cuando ya se testea las características genéticas de comportamiento en la descendencia, y se ve que no hay esta situación, recién se hace la liberación”, advierte.

Con base en el estudio presentado para sustentar la repatriación, Cahill observa que hay dos poblaciones, una en el norte del Beni y otra en el Sud (190 kilómetros entre un punto y otro), por lo que —quizá— antes de pensar en reproducción en cautiverio, primero se debería estudiar cómo conectar a estas dos poblaciones. “En algún momento, cuando la población no era tan chica, seguramente en el pasado, todos los individuos eran una sola población. Pero en algún momento esto debió cortarse”, sugiere.

Por otra parte, para minimizar riesgos, la científica plantea hacer un piloto con una sola pareja (de un pichón nacido en cautiverio y un ejemplar de vida silvestre) para saber cómo va a salir la descendencia. “De manera que no exista ningún riesgo de esta depresión por exogamia, y después recién tratar de realizar la reintroducción”.

Del mismo modo, coincide en que se debe extremar esfuerzos para cuidar el aspecto sanitario. Precisamente para que no haya riesgos de propagar virus difíciles de detectar.

“Viendo todas las enfermedades virales que pueden tener los Psitacidos (loros y parabas), habría que hacer todas las pruebas necesarias y no sé si todas se hacen en Bolivia. Algunas habría que mandarlas al Brasil, donde hay laboratorios bastante especializados en toda la parte sanitaria de Psitacidos, porque si existe algún indicio, o realmente hay alguna enfermedad viral, y se libera a los individuos, puede ser terriblemente negativo para la especie”.

En tanto, en los próximos meses se espera la llegada de otros ocho ejemplares, procedentes de Inglaterra, y 16, de Estados Unidos.