¿Resuelto el enigma de Puma Punku?

Un estudio científico asegura que monumentos de uno de los templos más asombrosos de Tiwanaku, en La Paz, están hechos de rocas artificiales. La investigación dejaría de lado otras hipótesis, entre ellas la participación de seres de otro planeta. “Es fruto del genio humano”, dicen los expertos.

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Rocío Lloret Céspedes

Si se introduce “Puma Punku” al Google, las primeras palabras que arroja el buscador son: “misterio” y “secreto”. Durante años, investigadores de diversas nacionalidades y bolivianos, por supuesto, han buscado resolver el enigma de este complejo monumental situado en Tiwanacu, a 76 kilómetros de La Paz. Enormes bloques de piedra, de hasta ocho metros de alto, de paredes de corte implacable. Figuras casi imposibles de hacer en superficies rocosas. Incrustaciones de rostros diferentes y otros detalles han hecho que el canal History le dedique un episodio en su programa “Alienígenas ancestrales”.

Hasta ahora, muchas respuestas a ese enigma estaban ligadas a seres de otro planeta. “Fenómenos naturales y astronómicos”, escribió Arturo Posnansky, autor austriaco de Tihuanacu, la cuna del hombre americano.

Pero en julio de 2018, un equipo científico del Institut Geopolymere, de Saint-Quentín, Francia, y la Universidad Católica San Pablo de Arequipa, Perú, publicó el estudio “Primeros resultados para Tiwanacu/Puma Punku, Bolivia”, que resolvería el enigma. En él se establece que “las rocas son artificiales” (geopolymeros), creadas hace 1400 años y que no fueron seres de otro planeta quienes las tallaron. Todo aquello –dicen- es fruto del “genio humano”, que explotó los recursos de su entorno de manera inteligente.

Mira aquí el documento del estudio: https://bit.ly/3bUMEPf

Los hallazgos

Los investigadores tomaron muestras de lugares cercanos al templo para someterlas al microscopio. Foto: senda Utópica

Tiwanaku, a 3.850 metros sobre el nivel del mar, es una ciudad arqueológica construida en el año 600 después de Cristo, hace 1400 años, y destruida en el año 900, 500 años antes del imperio inca, según detalla este estudio.

Conocida por la Puerta del Sol, las ruinas de templos, pirámides y piezas de gran valor cultural; entre estos sitios, hay uno que no está restaurado y no ha sido desarrollado para la actividad turística, pero causa fascinación entre los arqueólogos: Puma Punku, el templo piramidal más grande del continente americano.

Entre muchas curiosidades tiene dos arquitectónicas: cuatro terrazas gigantes de roca arenisca roja, que pesan entre 130 y 180 toneladas, y bloques pequeños de andesita, una roca volcánica, cuyas formas complejas y precisión milimétrica son incompatibles con la tecnología de aquellos tiempos.

Los escritos previos al presente trabajo dicen que los tiwanacotas solo tenían herramientas de piedra y ningún metal suficientemente duro para tallar la roca. Pese a ello, se supone que tallaron gigantescos bloques de roca arenisca roja y llevaron cientos de toneladas al lugar, posiblemente en troncos (aunque en la zona no hay árboles), para luego colocarlos con total precisión. También, que tallaron otras rocas volcánicas como la andesita (rocas imposibles de tallar), con un acabado increíble.

Hasta ahora, había dos explicaciones académicamente aceptadas respecto a los autores: fue una antigua súpercivilización perdida o extraterrestres.

La precisión de los cortes en las piedras fue lo que cautivó a los arqueólogos. Foto: Luis Callisaya

En noviembre de 2017, los científicos de Geopolymer Institut tomaron muestras de arenisca roja y andesita de la zona donde está Puma Punku. Por primera vez las analizaron con microscopios electrónicos, las compararon con recursos geológicos del lugar y descubrieron la presencia de materia orgánica basada en carbono. “Este elemento orgánico (andesita) es un geopolímero basado en ácido carboxílico, por consiguiente, fue añadido por intervención humana dentro de la arena de andesita para formar un tipo de cemento”, dice en un video explicativo el químico francés Joseph Davidovits.

Pero los bloques gigantes de arenisca roja plantearon otro problema. Esta es una roca sedimentaria compuesta de granos de cuarzo y un aglutinante de arcilla. Hay varias posibles fuentes y ninguna corresponde a los monumentos arqueológicos. Bajo el microscopio electrónico, se detectó que no puede venir de la zona. Entonces, ¿de dónde?, ¿de cientos a miles de kilómetros?, ¿cómo se supone que transportaron las piezas?

Del análisis por microscopía electrónica se desprende que la composición podría ser artificial. La hipótesis es que los tiwanacotas crearon una especie de cemento geológico, a partir de arcilla (la misma arcilla roja que usaron para la cerámica) y sales de carbonato de sodio de la laguna Cachi, al sur del desierto del Altiplano. Para la roca arenisca gris, inventaron un aglomerante órgano-mineral a base de ácidos orgánicos naturales extraídos de plantas locales y otros reactivos naturales, uno de ellos la chicha de maíz. Este aglomerante luego fue vertido en moldes y endurecido durante algunos meses.

Sin un profundo conocimiento de la química de los que estudian la formación de estas rocas por geosíntesis –refiere la investigación- es difícil reconocer la naturaleza artificial de las rocas.

Estos detalles llaman la atención por la forma en que fueron esculpidos. Foto: Luis Callisaya

Esta química no es una ciencia difícil de dominar. Es una extensión del conocimiento de esta cultura prehispánica en la cerámica, minerales, pigmentos y sobre todo un excelente conocimiento de su entorno. Sin la selección de una buena materia prima, estos extraordinarios monumentos no podrían haber sido creados hace 1400 años, señala el experto.

Este análisis científico confirmaría leyendas del lugar, que dicen que “las rocas fueron hechas con extractos de plantas capaces de ablandar la roca”. Explicación que siempre ha sido rechazada por los arqueólogos, “porque no tiene sentido”. Ahora, la evidencia científica muestra que la tradición oral estaba en lo cierto: hacían rocas suaves que podían endurecer. “Los tiwanakus eran seres humanos inteligentes. Conocían perfectamente su entorno y sabían cómo explotar los recursos que les ofrecía la naturaleza”, insiste el químico francés.

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“Sí, es posible”

Choque trabaja en un bloque de piedra, es descendiente de artesanos tiwanacotas. Foto: Eduardo Choque

Para muchos académicos, la historia oral carece de sustento científico. Pero dentro de los pueblos, el respeto hacia esa fuente de conocimiento se mantiene hasta nuestros días.

Eduardo Choque es tallador de piedras y artesano nacido en Tiwanacu. Heredó el oficio de sus antepasados y cuenta cómo trabaja las rocas para lograr pequeñas réplicas de piezas tiwanacotas, que luego vende.

“Yo trabajo con piedra desde mi niñez, porque mi padre y mi abuelo fueron artesanos. En Tiwanacu, la cerámica y la piedra son de origen sedimentario y volcánico. La cantera o lugar donde se extrae la piedra está como a 10 kilómetros y antes teníamos que caminar con la piedra alzada. Ahora la traemos en movilidad”, cuenta.

El procedimiento comienza con la búsqueda. Se debe ir a las tres de la mañana y ubicar piezas que aguanten los golpes para esculpir. Una vez que se las extrae, no se la debe exponer al sol, sino más bien meterlas en agua durante dos meses como mínimo.

Por estudios que hizo este artesano, recuperó de la historia oral el uso de sábila de cactus para ablandar las piedras. Al experimentar con un retazo de arenisca que sumergió en agua con esta planta, comprobó que sí es posible el ablandamiento. “La sábila se incrusta en la porosidad y cuando le das un golpe para hacer un detalle al esculpir, no se sale. En otra piedra, si golpeas con combo, se desportilla”, asegura.

Otro instrumento con el que piensa experimentar en cuanto sea posible es el asta del ciervo. Crónicas de la época de la colonia hablan de la existencia de este animal en la zona y cómo su cuerno puede cortar cuarzo u oxidiana. A ellos se debería la elaboración perfecta de ornamentos corporales como collares tallados en piedra.

Choque estudia a detalle los tallados. Los que están en Puma Punku o la famosa Puerta del Sol parecen hechos con máquinas, dice. Pero ahora, luego de leer el estudio de la escuela de los geopolímeros, asegura que sí es posible trabajar la piedra mediante un tratamiento previo con plantas. Hay quienes refieren que incluso la presión atmosférica tenía algo que ver.

“Nosotros ya sabíamos todo esto. Hasta ahora muchos compañeros no están convencidos, siguen creyendo en la versión oficial, pero los ancestros sí fueron capaces de desarrollar los geopolímeros”.

El químico Fernando García coincide con el artesano. Es más, junto al arqueólogo Luis Miguel Callisaya trabaja en un proyecto para identificar los componentes químicos de la piedra gigante de Samaipata (Santa Cruz) y así lograr su conservación.

La experiencia de la roca tallada más grande del mundo

En esta hornacina se ve a detalle el «descascaramiento» de la piedra de Samaipata. Foto: Luis Callisaya

Muy pronto, al lado de El Fuerte de Samaipata estará el primer laboratorio de composición química arqueológica del país. Se trata de un proyecto financiado por la cooperación estadounidense en pro de preservar la piedra tallada más grande del mundo y declarada Patrimonio Cultual de la Humanidad en 1998. Pero también servirá para analizar piezas arqueológicas de todo el país.

Lee aquí: El despertar del gigante

Con estudios químicos al respecto, tanto García como Callisaya ven “totalmente posible” que las rocas de Puma Punku sean “amasadas” o “artificiales”. Su perspectiva, al igual que la del equipo francés/peruano, se basa en que en los alrededores de Tiwanacu existen los materiales y eso fue evidenciado durante el estudio presentado en julio de 2018.

Otros elementos que se detectó, como el guano, pudo ser traído de la zona del Pacífico, algo totalmente probable, porque se encontraron caminos para llamas, que conectan estos puntos, refieren los expertos internacionales.

“Para la creación de rocas artificiales se necesita sodio, ácidos carboxílicos y otros elementos que los tiwanacotas conocían. Ácido cítrico, el ácido acético, que es el vinagre, ya lo tenían a través de la chicha. Químicamente el almidón de la chicha se lo sacarifica, eso produce glucosa, eso se fermenta y produce alcohol, eso se fermenta y se produce vinagre”, refiere García. Esto último, el maíz, lo conseguían por intercambio con otras culturas.

Pero los hallazgos van más allá. “Tiwanacu se origina desde el año 300 y se prolonga hasta el 1000 después de Cristo. Los monumentos fueron construidos entre 600 y 700, usados hasta el año 900 (…) y luego, 500 años después, llegaron los Incas”, dice Davidovits en la presentación del trabajo.

Se supone que cuando los Incas llegaron, adoptaron varias técnicas de civilizaciones de Los Andes para aprovechar su uso.

Aunque aún está en duda si la construcción del Fuerte de Samaipata se debió a los Chanés o a los Incas, se cree que estos aplicaron las técnicas químicas sobre el monumento.

“Tenemos una evidencia de roca artificial amasada en el Fuerte de Samaipata, lo vimos en diciembre (de 2019)”, lanza García.

En una de las hornacinas o ventanas, se detectó el descascaramiento de la piedra, lo que –asegura- significa que era una especie de cemento. “Pero ellos no revocaban, lo que evidencia que fabricaban una roca artificial. Con el pasar de los años eso se está desprendiendo, por tanto, no había sido tallado, sino revocado. Eso es súper sorprendente. Quiere decir que el conocimiento llegó hasta ellos. Seguro cuando los incas o los chanés llegaron lo hicieron”.

Callisaya, quien desde hace varios años busca financiamiento para trabajar en conservación, tiene imágenes de este descubrimiento, que debe ser todavía estudiado, por supuesto.

El laboratorio mencionado será vital para esto, ya que cuenta con los materiales necesarios para estudiar las sustancias de las que están elaboradas las cerámicas y otras piezas. Con los resultados –dicen los expertos- será más fácil determinar qué elementos se debe o puede usar en preservación.

Lee también: Hallan la fórmula para salvar la piedra tallada más grande del mundo

“Vi anillos de colores bajar”

En Puma Punku, que significa puerta del puma, en idioma aymara, se encontró tres puertas. Foto: Luis Callisaya

César Callisaya es hijo de uno de los tres primeros guardaruinos de Tiwanaku. Desde su juventud, trabajó con más de 40 arqueólogos, es artesano y también ha tallado experimentalmente piedras. Entre los expertos con los que colaboró está Jean Pierre Protzen, autor del libro “Las piedras de Tiahuanaco”, junto a la también investigadora Stella Nair.

Como sus antecesores, Callisaya también ve posible que las piedras hayan sido moldeadas. “Nuestros abuelos decían que prefabricaban algunas masas especiales con hierbas especiales en Tiwanacu. Pero hay que saber que hay distintas andesitas, no es una sola clase, yo conozco al menos cuatro. A 25 o 30 kilómetros está el volcán Khapira y nuestros abuelos decían que usaban esa lava, la ponían en moldes”.

En su caso, sin embargo, fue testigo de situaciones misteriosas en Tiwanacu. Antiguamente esta ciudad era conocida por los mallkus o líderes indígenas como el ombligo del mundo, refiere. Coincidentemente la vía láctea se centra en este sector el 3 de Mayo o Fiesta de la cruz andina y por eso ahí se habría construido el templo de la Luna: Puma Punku.

Por la descripción de Callisaya, este tiene tres puertas fragmentadas, con piso rojo, blanco y verde. “Ellos (algunos investigadores) dicen: ‘están hechos por extraterrestres’. Y a veces aquí aparecen. En mi juventud vi anillos fluorescentes que bajaban y de un momento a otro se iban. También salían luces multicolores del lago, y se oía como un motor, que pasaba suave por Tiwancu”.

La fascinación por el misterio

Aún falta mucho por excavar en este monumento, pero hubo investigadores que descubrieron pasajes ocultos. Foto: Luis Callisaya

Puma Punku es uno de varios templos de toda la urbe arqueológica de Tiwanacu. Pero es el que más asombro causa. Hasta ahora lo que se sabe es que era un recinto administrativo-político. “Como el palacio de gobierno de determinado rey en cierta época”, describe el arqueólogo Luis Callisaya.

Alrededor de este hay tesis de investigación desde finales del siglo XIX, cuando llega el austriaco Arturo Posnansky, en plena Guerra del Acre. Él muestra vestigios muy interesantes en los cuatro tomos que le dedicó a Tiwanacu, como clavos de oro ensamblados en las rocas. Más tarde, cuando el boliviano Carlos Ponce Sanginés siguió la senda y dirigió las primeras excavaciones junto al profesor Omar Claure y Max Portugal Ortiz, se descubrió túneles secretos, que reafirman el nivel de ingeniería en la construcción.

“Es el templo más moderno que existe en toda la historia de Tiwanacu porque presenta más de cinco colores de rocas, es como un abanico polícromo fascinante, donde los Incas hacen su gran templo administrativo en el siglo XV, cuando llegan a Tiwanacu”, explica Callisaya.

En la década de los 90 surge una tesis doctoral de Alexis Brandish, de la Universidad de Pensylvania, que dice que el templo es una escenografía bien montada, que compara con Walt Disney. “Su hipótesis dice que asombraba a quienes llegaban a verlo, porque estaba colmado con colores, textilería, bloques de oro y plata, y que era para hacer creer que ahí había una gran riqueza. Pero él descubre que el templo no fue totalmente terminado y, por tanto, no era cierto lo de la riqueza, sino que era una estrategia de apariencia, para demostrar el poder del rey de ese entonces”.

Como sea, mientras los académicos no den por válido totalmente el más reciente estudio sobre la facilidad de moldear rocas que tenían los tiwanacotas, queda claro que esta civilización andina fue muy superior a lo que se piensa.


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