Tres historias de jóvenes bolivianas en la ciencia que cambian el mundo

Cada 11 de febrero se celebra el Día Internacional de la Niña y la Mujer en la Ciencia, para exigir el acceso y la participación plena y equitativa de las mujeres en la ciencia; también para elogiar a quienes dirigen medidas y actividades de innovación. En este especial de La Región te mostramos el trabajo de tres investigadoras que se abren paso en este mundo con importantes aportes para el país.

María José Borda Rivero (25), la ingeniera ambiental que descubrió daños en la genética de ranas expuestas al agua del río Rocha en Cochabamba

Ingresó al Museo de Historia Natural Alcides de Orbigny en 2018 para hacer una pasantía universitaria enfocada en el manejo de aguas. Si bien no era apasionada por la conservación, hoy en día es una de las encargadas de cría en cautiverio del Centro Kayra, ente de conservación e investigación de anfibios amenazados en Bolivia, dependiente del museo.

Esta ingeniera ambiental hizo un aporte vital respecto a la contaminación del río Rocha, de Cochabamba; afluente en el que se ha determinado la presencia de 37 pesticidas y 15 metales, entre ellos aluminio, cadmio y uranio.

Foto: Cortesía María José Borda

Con la tesis “Determinación del potencial genotóxico de la contaminación del agua del río Rocha con Pleurodema cinereum (rana de cuatro ojos)”, desarrollada como parte del proyecto de la Universidad Católica y el Museo de Orbigny “Vivir en el Río Rocha: Efecto ecotoxicológico de la contaminación del principal río urbano de la ciudad de Cochabamba”, descubrió los daños que causa la contaminación en los vertebrados. 

Los dos grandes hallazgos dan cuenta que el agua contaminada interfiere en el proceso de metamorfosis  y  además causa un daño genotóxico a nivel genético, lo cual representa un potencial peligro para las especies.

Si bien en esta vena hídrica se han realizado diversos estudios por su preocupante grado de contaminación, María José abordó de forma inédita este estudio, al considerar la importancia de los anfibios como bioindicadores de la calidad del agua.

Con el apoyo de Teresa Camacho, jefa del Departamento de Herpetología, y la tutoría Paul d’Abzac, docente investigador en el área de la química, especializado en la química y microbiología del agua, investigó qué efecto tiene la contaminación a nivel genético en los anfibios.

Algunos de los anfibios expuestos a las aguas contaminadas del río Rocha tienen los dedos unidos. Foto: Cortesía María José Borda

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“Si bien no se puede extrapolar los datos y decir lo que pasa a los anfibios le pasa también a los humanos; es el primer estudio en el río Rocha que trabaja con vertebrados. Entonces,  dar este paso es muy importante para poder tener una correlación un poco más cercana con nosotros los seres humanos”, explica a La Región.

La especie analizada es parte de la fauna urbana de Cochabamba, es una especie muy resistente, parte de la fauna del  río en cuestión. 

Para el estudio, la investigadora trabajó con huevos que ponen las ranitas en el museo y los expuso a la contaminación del río Rocha, por siete meses. Tomó muestras del líquido de cuatro puntos del cauce y siguió el mismo proceso con otros individuos de prueba pero en agua mineral.

Tras un minucioso proceso, que conllevó desde elegir los sitios para recoger agua, hasta ver el crecimiento de los individuos, se observó que  los renacuajos expuestos  al agua recogida de la parte más contaminada,  no terminaron el proceso de metamorfosis.

“Por otro lado, por la parte genética, se ha encontrado que los individuos expuestos al agua de La Maica y Sacaba (dos puntos donde se tomaron muestras) presentaron un alto índice de frecuencia de micronúcleos, que es el indicador de que hay daño genético. Lo más importante: se evidenció que hay un potencial peligro. Porque nosotros podemos evaluar individuos, si tienen cierto daño. ¿Pero cómo esto va a afectar a la población?”.

Otro dato relevante es que de todos los puntos analizados se han encontrado malformaciones congénitas. Ranas con dedos extras o dedos unidos, además de malformaciones óseas. “Eso es importante y preocupante porque es el agua con el que estamos relacionados igual”. 

Pese a los resultados del estudio, no hubo una reacción específica de las autoridades. María José espera que estas tomen conciencia y se desarrollen acciones que permitan recuperar el río Rocha y librar de la contaminación que afecta a todo el ecosistema. 

Tatiana Vargas, la experta que busca acercar a la ciudadanía a la ciencia para involucrarla en salvar a un río

Tatiana Vargas (derecha) junto con una de las voluntarias durante el trabajo de monitoreo en el río Rocha.

Cuando en 2018 la Gobernación de Cochabamba lanzó la campaña “Dar la cara por el río Rocha”, en busca de recuperar ese afluente severamente contaminado e involucrar en ese objetivo a la ciudadanía; Andrea Tatiana Vargas (31), fue una de las cientos de personas que respondió al llamado. 

Esta ingeniería ambiental dedicada a la  investigación, cambio climático y educación ambiental, formó parte del equipo de la Fundación Gaia Pacha como investigadora de un proyecto inédito que llamó a la población a ser parte del equipo de estudio. 

La iniciativa “Monitoreo y evaluación biológica con participación ciudadana del río Rocha”, se desarrolló entre 2018 y 2019, y estuvo enfocada en el monitoreo participativo, biológico de ese afluente que nace en la cordillera de Los Andes, al este de Sacaba, y que cruza el área urbana de Cochabamba. 

¿Por qué involucrar a la ciudadanía en la ciencia? Para la investigadora es importante porque permite que la gente conozca de primera mano lo que pasa en el río; lo que a su criterio, incide en el empoderamiento para impulsar acciones de cuidado. 

Si bien nosotros como investigadores conocemos el problema a fondo, también queremos que los ciudadanos y otros actores puedan ser parte de estos estudios, porque al final toda la información que se genere debe de ser de dominio público. Así  hay más respaldo en el pedido de acciones para solucionar problemas ambientales”, dice a La Región. 

Actualmente, Vargas cuenta que al menos cien personas, que se unieron al llamado de  Gaia Pacha, para apoyar en el estudio que buscaba conocer cuál era el grado de contaminación.  

Los monitores encargados de la parte biológica fueron capacitados para recolectar macroinvertebrados, unos organismos que viven en el agua y que de acuerdo con las diferentes familias que existen, permiten identificar el nivel de contaminación del río. Otros se encargaron de tomar muestras para el conteo físico químico, entre otros estudios.  El trabajo se realizó en tres puntos diferentes del afluente.

El resultado demostró que el río sigue siendo afectado por las descargas ilegales  domiciliarias y de empresas. El análisis biológico determinó, por ejemplo, que en la zona de Sacaba  y del puente Cobija, el grado de afectación es “crítico”. En tanto que en Colcapirhua, el estado está entre muy crítico a crítico. “Otros estudios mostraban que había plaguicidas y otro tipo de fertilizantes. Se encontraron metales pesados”. 

Los estudios más complejos los hicieron los expertos, en laboratorios. Aquí se involucró a instituciones como la Universidad Católica Boliviana y el  Centro de Comunicación y Desarrollo Andino. 

Si bien, se tenía conocimiento de la situación ambiental del río Rocha, para Adriana, involucrar a la ciudadanía ha despertado el interés en esta problemática.  “Es importante que los ciudadanos se involucren en este tipo de iniciativas, porque los datos generados pueden servir para realizar control social a nuestras autoridades, siempre impulsando el cuidado del medio ambiente. Y que más mujeres y niñas se animen a hacer investigación”.

María Laura Pinedo (28), la líder de un equipo que industrializa la saponina para convertirla en productos de limpieza y evitar la contaminación ambiental 

Laura Pinedo y Winny Sejas durante las pruebas de la saponina. Foto: Cortesía Laura Pinedo.

En Bolivia por cada tonelada de quinua, se produce cinco por ciento de un residuo llamado saponina. Normalmente este se desecha a los ríos y mal gestionado, ocasiona contaminación. Sin embargo, tiene características similares al jabón y por sus propiedades, es una alternativa ecológica a los detergentes comunes. 

Entre 2019 y 2020,  Maria Laura Pinedo Maraz (28), ingeniería ambiental, Máster en ciencias ambientales, se dedicó estudiar este componente, que se ha convertido en un problema para los productores de quinua, debido a que el almacenarlo en depósitos o gestionarlo de forma adecuada, demanda un alto costo.  

Junto a sus colegas  Winny Sejas y Camila Ledezma, desarrolló una investigación que permitió ejecutar un emprendimiento que, además, busca cambiar la costumbre de usar detergentes dañinos y costosos. 

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“Siempre me interesó el tema de tratamiento de aguas, y vi que es muy complicado  y difícil tratar la espuma de las aguas residuales producidas por detergentes. Entonces viendo alternativas, pensé que en vez de tratar las aguas con componentes del champú, lavavajillas, y los productos de limpieza en general, sería mejor sustituir estos productos con otros más amigables con el medioambiente”, cuenta a La Región.

De ese modo, ella y su equipo comenzaron a estudiar el tema en un laboratorio artesanal instalado en un pequeño cuarto en la casa de Pinedo.

Las investigadoras fueron galardonadas en un concurso de emprendimientos. En la foto María Laura Pinedo, Winny Sejas, Camila Ledezma y Lucia Calla.

Durante ocho meses realizaron pruebas hasta que en 2020 lanzaron la línea de productos de limpieza Sumay

Para Laura, lo más complicado fue hacer entender que no se trata solo de un emprendimiento de producción artesanal, sino de un estudio que pretende continuar para que la saponina sea utilizada como materia prima a gran escala por otras empresas, y no sea un contaminante más.

 “Actualmente lo estamos llevando como un emprendimiento artesanal, pequeño, pero mi principal visión es continuar con esta investigación para poder proveer esta saponina como un insumo para que otras empresas puedan utilizarla. No monopolizar sino distribuir, por ejemplo, a otras chicas expertas en cosmetología. Que esté disponible para todos”, asegura. 

Recientemente estas jóvenes recibieron el apoyo de la Universidad Católica, gracias a un reconocimiento a su investigación. Esto les permitirá continuar con sus estudios científicos y desarrollar más productos en los ambientes adecuados para ello. 

“Cómo gestionar la saponina, considerada un desecho industrial, es un gran problema medioambiental del que no se habla mucho. Allí está el mayor plus de nuestra investigación: apoyar esto y aportar para que la producción de quinua se realice enfocada desde un punto de vista de la economía circular”.

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