La presencia del oso andino (Tremarctos ornatus) en tres serranías del Parque Nacional y Área Natural de Manejo Integrado (PN-ANMI) Serranía del Iñao, de Chuquisaca, tranquiliza a expertos y responsables del área, porque implica que aun frente a amenazas como la ampliación de la frontera agrícola y la ganadería extensiva, entre otras; el estado de conservación de la zona es saludable.
Los registros de individuos adultos y posiblemente subadultos o juveniles fueron captados gracias a 42 cámaras trampa instaladas en lugares estratégicos como las serranías: Kaska Orkho, Iñao y la Serranía de Ñahuañanca, así como una pequeña parte de la serranía de Incahuasi. Lamentablemente, no se vio a crías de oso.
Mauricio Peñaranda del Carpio, investigador de la Universidad Mayor de San Francisco Xavier de Chuquisaca, explicó a La Región que el trabajo de monitoreo se viene realizando desde septiembre del año pasado.
“Hemos detectado al oso, al jaguar (Panthera onca) y al anta o tapir (Tapirus terrestris) en las cuatro serranías, y los resultados preliminares son que se trata de poblaciones vulnerables, porque no hay muchos registros. Salen de vez en cuando, en intervalos de tiempo relativamente prolongados; pero están, lo cual nos tranquiliza un poco”, explica.
En el Libro Rojo de los Vertebrados de Bolivia las tres especies mencionadas están catalogadas como “Vulnerables”. En el caso del oso andino, su presencia se reportó en las tres serranías que conforman el Iñao. Uno de los lugares donde se captó imágenes de ellos está cerca de la ciudad de Monteagudo.
Precisamente el conflicto entre el ser humano y la fauna silvestre es una de las amenazas más latentes para estos individuos. Gracias a estudios científicos anteriores, se supo -por ejemplo- que las serranías del Iñao fueron pobladas a partir de los años 70. Los habitantes, procedentes de otras zonas, formaron comunidades y se encontraron con animales carnívoros como el jaguar, el puma o el jukumari.
Se desconoce el número de ejemplares cazados de estos animales, pero los expertos presumen que fueron bastantes durante el proceso de colonización de las tierras. Hoy en día -dice el director del PN-ANMI, Guido García- se busca lidiar con estos problemas. “Obviamente el conflicto entre mamíferos grandes y comunarios es constante. Siempre ha existido. Pero ahora la gente ha comprendido que debe aprender a convivir con la presencia de estos animales”, dice. Por su parte, los habitantes que están en el ANMI se quejan, porque hay ocasiones en que el ganado es atacado por jaguares u otros carnívoros. Por eso, cuando alguien reporta que uno de estos ejemplares merodea por la zona, desde la dirección del área protegida, se busca ahuyentarlos, de manera que no se los mate.
En ese contexto, el apoyo del cuerpo de protección es vital, tanto en ese aspecto de concienciación a las comunidades, como en el monitoreo. De ello se encargan 12 guardaparques, dada la extensión del área protegida: 2.631 kilómetros.
Alta diversidad
Constituir estaciones fijas de monitoreo (cámaras trampa) también ayuda a conocer el estado de conservación de la zona, porque se trata de bosques de transición, entre bosques secos, húmedos y Yungas del sur de Bolivia. De hecho, si se baja aún más, están los bosques secos del chaco. Esa característica ecológica hace que el Iñao tenga muchísima diversidad, pero al mismo tiempo, esté comprometido con actividades antrópicas o del ser humano.
Entre otras amenazas, el Parque Nacional enfrenta la extracción ilegal de madera, la cacería por retaliación, la potencial extracción de recursos hidrocarburíferos, la extensión de la frontera agrícola y la ganadería expansiva. “Hay varias amenazas que se ciernen alrededor (del Iñao) y es un lugar muy interesante, entonces, la idea es establecer estas estaciones, pensando en estos tres grandes animales: oso, jaguar y tapir. Al mismo tiempo, encontrar más zonas donde se encuentre el oso andino”, afirma Peñaranda.
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Y es que la distribución del jukumari está principalmente asociada al norte de Bolivia, en el nudo que conforman desde el Parque Nacional Madidi (La Paz) y el Parque Nacional Amboró (Santa Cruz). Pero desde ese punto hacia el sur -Tarija y Chuquisaca- se sabe que el oso está, pero no se tiene demasiados estudios. “He estado recabando algunos datos, que no son finales, pero muestran que este animal es ampliamente conocido por las personas (en el sur del país). Ha habitado los bosques secos de la zona central: sur de Cochabamba, Chuquisaca al oeste y la parte norte de Tarija. Es un trecho bien extenso de territorio, donde no sabemos muy bien lo que está pasando con la especie. Y puede haber lugares como El Palmar (Chuquisaca), donde hay poblaciones pequeñas y aisladas, donde por características de la zona, la especie sigue persisitiendo. La intensión es identificar estas zonas y evaluar estas poblaciones”.
Una especie cautivadora
Cada 21 de febrero se conmemora el Día Internacional para la protección de los Osos, porque de las ocho especies que existen en el mundo, la mayoría está en riesgo de extinción. Entre ellos, figura el Oso de Anteojos o Jukumari, la única especie registrada en América del Sur, por lo que esta fecha tiene como objetivo generar conciencia respecto a su conservación.
Peñaranda explica sobre estos individuos que son “carismáticos y cautivadores”, y sus características son muy peculiares. Por ejemplo, sus marcas faciales (especie de anteojos) funcionan a modo de huellas dactilares, porque son específicas para cada individuo, lo cual permite diferenciarlos entre sí.
Los caminos que trazan en el bosque son únicos también, porque su paso por estas zonas está asociado a pendientes. Es decir que siempre vive en lugares montañosos. Como es tan grande y pesado, de cierta forma el animal va escalando las montañas. Por tanto, el sendero que deja es muy notorio: es ancho y las plantas son pisoteadas. “Ha habido lugares que son como escaleras en medio del bosque, pendiente de 30 hasta 50 metros de altura”, refiere el biólogo.
Otro detalle que hace particular a este oso es su forma de alimentarse. Consume frutas y plantas de los bosques que habita, pero lo hace de una manera que pareciera que ordena las hojas. Por ejemplo, en el caso de las bromelias, come la base, la mastica y luego pone las hojas en el piso. Por esas características es posible detectar un comedero de jukumari.
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