Cóndor andino: Bolivia suma 12 ejemplares monitoreados para trabajar en conservación

Se estima que en la Cordillera Oriental hay una población de alrededor de 1.400 ejemplares. Este año, se alista un ensayo para ejecutar un censo y actualizar la información. El biólogo Diego Méndez explica la situación actual de estas aves, catalogadas en la categoría de Vulnerable a la extinción.

Foto: Diego Méndez

Al joven cóndor Huancapampiño (Vultur gryphus) lo encontraron habitantes de una comunidad de Palca, un municipio situado al sur de La Paz. Era finales de noviembre del año pasado y al verlo débil, avisaron a las autoridades, quienes lo llevaron al Bioparque Municipal Vesty Pakos de esta ciudad. Durante tres meses, un equipo multidisciplinario se hizo cargo de la recuperación del ejemplar macho de cinco años y lograron que de pesar siete kilos, subiera a casi diez. Finalmente, tras seguir un protocolo, el pasado sábado 22 comenzó el proceso de reinserción a su hábitat, que culminó en lunes con el vuelo del ave en Chotokollo, otra comunidad de Palca.

El momento de la liberación de Huancapampiño en una comunidad de Palca. Video: Facebook Bioparque Municipal Vesty Pakos.

Huancapampiño es el doceavo ejemplar en el país que lleva un transmisor satelital en la espalda. Este dispositivo, que va acoplado al lomo del animal mediante una mochila o arnés, permite generar información para que científicos puedan desarrollar estrategias de conservación de la especie. Actualmente, esta se encuentra catalogada como Vulnerable en el Libro Rojo de los Vertebrados de Bolivia.

El dispositivo no supera el tres por ciento del peso del ave (en el caso de Huancapampiño, el GPS pesa 100 gramos) y se recarga con rayos solares. Desde 2019, hasta ahora, la mayoría de los 12 individuos todavía son monitoreados, aunque algunos dejaron de emitir señal por diferentes razones.

Diego Méndez, científico boliviano que investiga al ave emblemática de Sudamérica, asegura que no hay evidencia que estos últimos hayan muerto, por lo que se presume que los equipos dejaron de cargar su batería, porque su plumaje pudo cubrir los paneles solares.

Sin embargo, aún con un corto tiempo de seguimiento, la información que emite el transmisor es muy importante. “Tenemos evidencia que la mayoría está haciendo su vida normal. Incluso algunas hembras dieron indicios de que se habrían reproducido”, dice el experto.

El proyecto de seguimiento de cóndores mediante telemetría satelital se realiza en conjunto con el Museo Nacional de Historia Natural, institución de la cual Méndez es investigador asociado. El mismo ha marcado 15 individuos hasta el momento, dos de ellos en Perú y uno en Ecuador.

Los hallazgos

Realizar el monitoreo de estas aves, sin el dispositivo, es más complicado dada la altura a la que suelen anidar o buscar refugio. Foto: Diego Méndez.

Hasta ahora se pudo establecer que esta especie puede tener un área de movimiento que supera los 50 mil kilómetros. Eso significa que en todo ese radio puede buscar comida, refugio o potencialmente reproducirse. La superficie citada supera la de un área protegida e incluso traspasa fronteras, como se evidenció que sucede con cóndores que hacen su vida entre Bolivia y Perú.

Así, la tecnología ha permitido optimizar procesos, porque solo organizar una expedición o viaje de campo para ubicar sitios donde duermen estas aves demandaría días de trabajo y presupuestos elevados.

Bolivia cuenta con un plan de acción para la conservación de la especie, vigente entre 2020 y 2030. El mismo está definido como instrumento técnico oficial para la conservación y protección. Cualquier instancia, organización que tenga la meta de trabajar con el cóndor, necesita mirar el documento.

El fin último es revertir el estado Vulnerable de la especie. Para el experto, “si vamos ejecutando el plan, lo vamos a conseguir”.

Un año sin respuestas

A inicios de febrero del año pasado, una noticia conmocionó a la sociedad por la magnitud de un hallazgo. Más de 30 ejemplares de cóndor andino y otras aves rapaces fueron encontrados muertos en una quebrada del municipio de Cercado, en Tarija.

Aunque fue un hecho significativo, que derivó en investigaciones científicas y judiciales, a un año del suceso, no hay respuestas ni sobre los responsables, menos sobre el problema de fondo, que es el conflicto entre la fauna silvestre y el ser humano.

“En general, lo que se acepta o lo que los investigadores tomamos en consideración es que los casos de envenenamiento que salen a la luz son solo una fracción de los casos reales que existen. Encontrar un caso en el campo, conociendo la topografía de Bolivia, es muy complicado”, asegura Méndez, quien fue parte del equipo multidisciplinario que se conformó para indagar este hecho.

Esto, el envenenamiento, es la principal amenaza de la especie, además de la pérdida de hábitat, entre otros. Estas aves acostumbran a comer en grupo, por lo que un solo evento de esta naturaleza puede afectar a varios individuos, como sucedió en el sur de Bolivia.

“Las muestras científicas que colectamos (de los cadáveres) hasta el momento no han sido completamente analizadas. Eso es preocupante porque es información invaluable, no se puede decir cuán valiosas son para que todos estemos mejor informados, para desarrollar más acciones de conservación, más completas e integrales”, lamenta el biólogo.

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“Razonablemente saludable”

Pese a las amenazas, las estimaciones poblacionales en Bolivia indican que quedan alrededor de 1400 cóndores en la zona de la Cordillera Oriental, que es la parte más grande del rango de distribución en el país.

Sin embargo, la información no ha sido actualizada, por lo que una de las acciones que se empieza a gestar es ejecutar un censo poblacional. Para ello deben participar varios expertos e instituciones. Este año se prevé desarrollar los primeros ensayos.

“Lo que creemos o sabemos de las poblaciones es que están todavía razonablemente saludables. Tenemos cóndores y eso nos impone una responsabilidad muy grande de que esas poblaciones se mantengan y mejoren su estado de conservación”, dice Méndez.

Hasta ahora se conoce que el cóndor andino está en la zona de los valles interandinos, que incluye el cono sur de Cochabamba, los valles cruceños, el noreste y norte de Chuquisaca, y el norte de Potosí, en el Parque Nacional Torotoro.

Las citadas son regiones importantes para la especie. En el caso del área protegida, se detectó que allí se reproduce notoriamente gracias al trabajo de los guardaparques de Torotoro, refiere el experto. Similar situación se da en Tarija, donde guardaparques de la Reserva Biológica Cordillera de Sama (Tarija) acaban de reportar un nido activo.

Como sucede con los programas de conservación, este también es financiado enteramente por donantes extranjeros. The Peregrine Fund, por ejemplo, es esencial para las investigaciones sobre el cóndor en Bolivia. También está la Fundación Internacional para la Ciencia, de Suecia. Home conservancy, de Reino Unido y otros donantes internacionales.

“Sabemos que la conservación es complicada, que la escasez de fondos es una limitante, pero no hay otra. Es como repetitivo decirlo, es la verdad, pero hay que seguirle metiendo”.


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