De la “lástima” al tráfico y tenencia ilegal de fauna silvestre

Este texto editorial fue publicado originalmente en la Revista La Región, edición 66

Casi siempre, cuando se encuentra a un animal silvestre en manos de una familia o una persona, el argumento es que fue “rescatado por lástima”. Lo compraron “por lástima”; lo “encontraron” en medio del monte y daba “lástima” dejarlo solito. Y así, el argumento de la lástima es el incentivo perfecto para traficantes de fauna, que ven en la captura de pichones o cachorros la oportunidad de lucrar, ya que siempre habrá quien “por lástima” compre loros, monos, peces, tortugas y una interminable lista.

En Bolivia la Ley de Medio Ambiente 1333, define la tenencia en sí como una infracción administrativa, pero que puede llegar a convertirse en delito si se prueba que hubo cacería y tráfico. A ello hay que sumar que tanto la flora como la fauna son consideradas como Patrimonio Natural del Estado, con lo cual, legalmente hay argumentos suficientes para procesar estos casos por la vía penal, lo cual conlleva penas de cárcel.

Pero más allá de ello, está la consciencia ambiental. Es muy frecuente escuchar o leer comentarios de que tanto zoológicos como centros de custodia deberían cerrarse, “porque tienen a los animales sufriendo o en exhibición”. Sin embargo, nadie se cuestiona por qué esos seres están allí y qué sería de su vida si no tuvieran un lugar donde acogerlos, ya que al sacarlos de su hábitat pierden totalmente sus habilidades, sin contar que incluso pueden transmitir enfermedades. otros individuos de su especie. Esto último se da porque al estar en domicilios como mascotas, los tratan como si se tratara de tales, dándoles alimentos no aptos para sus organismos.

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Si uno analiza cada historia, se encontrará con víctimas de tráfico que fueron arrancadas del seno de su madre y que acabaron en viviendas donde hay niños, y que luego -al no saber qué hacer con ellos, porque de cachorros son “dulces” y “simpáticos”; los encadenan o entregar a los refugios- ya que representan un problema.

Hace poco en Sucre, una cachorra de puma murió porque quienes la tenían le daban leche o caldo, cuando en realidad necesitaban suplementos lácteos debido a su edad. Encima tenía la pata fracturada, pero no soportó la cirugía a la que la sometieron para curarla. El caso, uno de tantos otros, desnudó además la carencia de un centro de custodia en la capital de Bolivia, lo cual hace más grave la situación, porque cuando ocurre un rescate o un decomiso, no hay dónde tener a estos animales, y la sociedad civil se ha convertido en un soporte que debiera ser responsabilidad del Estado. Urge cambiar todo esto, pero lo más importante, tomar consciencia de que la “lástima” solo alimenta el tráfico y la tenencia ilegal.

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