“Uma”, la cachorra de puma que murió tras soportar desnutrición, deshidratación y una pata fracturada  

Durante 15 días voluntarios, expertos y biólogos intentaron salvar la vida a una cría que fue llevada a una veterinaria. Este caso y otros de tenencia ilegal desvelaron la carencia de un centro de custodia de fauna silvestre en la capital de Bolivia. Se alista una demanda penal contra tres personas.

Los últimos días de “Uma” fueron una mezcla del amor que no pudo recibir de su madre, el dolor de tener que caminar con una pata fracturada y su lucha por sobrevivir. “Uma”, una cachorra de puma (Puma concolor) de no más de dos meses, ahora descansa en un lugar muy parecido a su hábitat, lejos de Sucre, una ciudad a la que nunca debió haber llegado.

“Nosotros teníamos la esperanza de salvarla, pero su cuerpo entero estaba muy mal. Yo aún sigo sufriéndola, pensé que iba a salir. Obviamente iba a estar condenada a vivir en cautiverio, pero quedaba el sueño de verla grande y restablecida después de haberla cuidado tanto”.

Laura Lagrava es voluntaria de la Protectora de Animales S. A. de Sucre. La noche del 26 de abril recibió la llamada de una veterinaria, en la que le informaban de la presencia de una cachorra de puma, que había sido llevada por dos jóvenes. Aunque era evidente la fractura de la pata delantera izquierda porque el animal caminaba con la extremidad “al revés”, una radiografía corroboró la gravedad de la lesión.

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Muchas interrogantes quedaron en el aire sobre el origen del animal y por qué estaba en poder de dos jóvenes.

Un segundo veterinario con experiencia en fauna silvestre explicó que había que operarla para ponerle platino, pero antes era necesario recuperarla, porque estaba deshidratada y desnutrida. Ahí comenzó una lucha que, al principio, parecía ganable, pero que se perdió porque al ser separada de su madre y no recibir alimentación adecuada, la cría quedó tan débil que no soportaba siquiera que se le tome muestras de sangre porque cada gota era vital para su subsistencia.

“Esa noche les preguntamos a los jóvenes qué había estado comiendo porque tenía un cuadro de diarrea. Dijeron que sopa de arroz porque fue lo único que aceptó. Uno de ellos dijo que no les agarró ni mortadela”, cuenta Laura. Con dos meses y sin recibir leche materna, lo que “Uma” necesitaba era el lácteo con suplementos. “Empezamos a darle un poco de carne con el suplemento lácteo que tuvimos que conseguir, porque nos explicaron lo importante que era la nutrición especialmente cuando se saca a un cachorro del lado de la madre”.

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Al cabo de unos días, el animal parecía estar mejor, por lo que le programaron la cirugía. Todo ese tiempo, Laura lo tuvo en su casa, como en algún momento tuvo parabas, monos y otros animales silvestres, con la autorización respectiva de autoridades medioambientales, porque en Sucre -capital de Bolivia- no hay centros de custodia privados, mucho menos públicos.

Llegado el día de la operación, “Uma” dejó de comer, vomitó parásitos y se tuvo que posponer dos veces la intervención. Como el hueso se estaba consolidando, no quedaba tiempo para esperar más.

¿De dónde vino “Uma”?

Tras la muerte de la cachorra, el pasado 10 de mayo, muchas preguntas quedaron en el aire. Para saber a cabalidad qué pasó con la madre, dos hermanos y la propia cría, este mes se presentará una demanda legal patrocinada por el abogado ambientalista Rodrigo Herrera, del refugio La Senda Verde de La Paz.

“La demanda es contra dos jóvenes y una persona de sexo femenino”, detalla Herrera. Como exasesor legal del Ministerio de Medio Ambiente y Agua, dice que en el país ya hay más de 15 sentencias penales por este tipo de hechos. “En La Senda Verde tenemos bastante experiencia en este tipo de casos, no obstante, en el resto del país todavía existe miedo y susceptibilidad con relación a la aplicación de la justicia y es completamente previsible. Por eso es que los aliados que estamos en proceso de revisión, sensibilización y capacitación para que tomen consciencia que esto se puede hacer, y que es correcto”, asegura el jurista.

Uno de los delitos en los que se habría incurrido es “destrucción o deterioro de bienes del Estado y la riqueza natural”, tipificado en los artículos 350 y 223 del Código Penal, cuya pena es de hasta cinco años de cárcel.

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Y es que los jóvenes que tenían al animal entraron en contradicciones sobre el origen de la cría. En lo que coincidieron es que, en Rodeo, una comunidad del municipio de Icla situado a 102 kilómetros de Sucre, “la madre había estado acechando a un burro”. Presuntamente la gente del lugar intentó cazarla y, en ese afán, la hembra escapó y dejó a sus tres cachorros atrás. Por versión de uno de los chicos, se supo que uno se quedó en el campo, otro fue vendido y “Uma”, a la que en ese momento sus captores llamaron “Kiara”, fue atrapada. Todo esto pasó dos semanas antes que esta fuera llevada con la pata quebrada a la ciudad.

Inicialmente estas personas dijeron que no sabían de la lesión, pero en un video que colgó uno de ellos en su estado de whatsapp, se vio a “Uma” con la pata enyesada mientras alguien jugaba con ella como si se tratara de un gato doméstico. Aunque supuestamente se rompió la extremidad en una caída, uno de los muchachos admitió que durante la supuesta cacería “le habría llegado una pedrada o algo así”, dice Laura Lagrava.

De animales domésticos a fauna silvestre

Desde parabas hasta cóndores y un zorro, la tenencia de animales silvestres es cada vez más frecuente con el mismo discurso falso de quienes incurren en el delito: «lo rescaté».

Esta administradora de empresas se hizo parte de la Protectora de Animales S.A. de Sucre hace seis años. Este grupo de jóvenes inició como una organización para velar por los animales domésticos, pero desde hace tres años se vio obligada a hacerse cargo de fauna silvestre. Sucre, capital de Bolivia con alrededor de 282 mil habitantes según proyecciones del INE, no cuenta con un centro de custodia para estas especies.

Jairo Gutiérrez, secretario departamental de Medio Ambiente y Gestión de Riesgos, dice a La Región que, ante esta situación, una vez rehabilitados, estos animales son liberados en su hábitat. Los que están condenados a vivir en cautiverio, son derivados a centros de custodia de otras regiones. El año pasado se atendió 15 casos, entre ellos, “cóndores y loros”. Respecto al presupuesto anual que se tiene para estas situaciones, “no supera los 20 o 30 mil bolivianos (alrededor de $us 2 mil a $us 4 mil), solo para curaciones, cuidados y derivaciones”.

“La deficiencia como departamento es la falta de un centro de custodia. Estamos evaluando (la construcción). Es un pedido de diferentes sectores. Hemos tenido una reunión de acercamiento con el Gobierno Municipal de Sucre”, asegura por su parte Jorge Rodríguez, jefe de Recursos Naturales y Medio Ambiente, para quien el nuevo Plan Operativo Anual (POA) 2023 contemplará la contratación de un veterinario.

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Respecto a la cachorra de puma, dice que la Gobernación tuvo conocimiento y que, “en coordinación con la Protectora de Animales se ha dado el apoyo correspondiente”. Sin embargo, actualmente se debe la cuenta de la cirugía a la veterinaria, por lo que el informe de lo sucedido aún no se emitió. “Tenemos ciertos recursos, no son muchos, conversamos con los proteccionistas (para decirles) que en primera instancia podíamos hacernos cargo, pero nos vamos a reunir (nuevamente) para pagar el saldo”, asegura.

Tanto en este como en otros casos como el de un mono que fue rescatado cuando cabalgaba en el lomo de un perro, así como dos parejas de cóndores que fueron envenenados y una paraba frente roja (Ara rubrogenys) que fue criada cuatro años en la oscuridad y alimentada con galletas de agua, tuvieron que estar en domicilios de los voluntarios.

Este mono ahora está en un centro de custodia de Santa Cruz. Fue rescatado cuando «cabalgaba» en el lomo de un perro.

“La paraba estuvo tres meses en mi casa. Tengo la suerte de tener una vivienda con un patio amplio y unos papás bastante comprensivos. Le habían cortado las plumas de las alas, entonces no volaba. Le enseñamos a tomar sol porque no lo soportaba ni cinco minutos. Le fuimos quitando las galletas y con la asistencia de Marcelo Antezana, del Parque de las Aves Agroflori de Cochabamba, le fuimos dando la dieta que más o menos tenía que recibir. Al final estaba muchísimo mejor, pero está condenada a vivir en cautiverio, pese a que es una especie en peligro crítico de extinción”, explica Lagrava.

El traslado lo hicieron Laura y el biólogo Mauricio Peñaranda, con la gestión de la Gobernación ante el Ministerio de Medio Ambiente, trámite que demoró mucho más de lo normal, según los proteccionistas. “Suele ser difícil encontrar el centro al que se va a derivar un animal, porque todos están saturados, pero tuvimos la suerte de ir haciendo contactos. Muchas veces nosotros mismos gestionamos el contacto y ellos (la Gobernación) solo consiguen el permiso. Pero en este caso, por ejemplo, han demorado como si hubieran buscado el lugar”.

Muerte de un cachorro

Aquí yace «Uma», la cría silvestre que nunca debió haber sido separada de su madre ni salir de su hábitat.

“Uma” pasó sus últimos días en una veterinaria, rodeada de bolsas de agua caliente y alimentada con una jeringa cada dos horas para ver si lograba vencer el cuadro de malnutrición que enfrentaba. Los pumas -explica el biólogo Mauricio Peñaranda- son los mamíferos grandes que más problemas tienen con las comunidades campesinas de Chuquisaca después de los loros y los zorros. A diferencia del oso jukumari (Tremarctos ornatus) y el jaguar (Phantera onca), estos animales han sabido acostumbrarse al entorno del ser humano. “Pensaría que gran parte de su dieta depende de animales domésticos: cabras, ovejas, perros, burros, caballos, gallinas”, explica el experto en mastozoología, quien ha trabajado en diferentes regiones del departamento.

Sin embargo, debido a su amplia distribución, esta especie no está catalogada como vulnerable a la extinción. Por ello, cuando se mata a un individuo no se guarda tanto reparo como con el oso o el jaguar, que sí son considerados como “vulnerables”, lo cual no exime de responsabilidad a quienes incurren en tráfico o tenencia ilegal de fauna silvestre.

Quizá por eso el deceso de una cachorra de puma no esté en los titulares de un diario y los responsables de la Gobernación hayan asistido solo un día antes a verla. Mientras, Laura y Mauricio, quienes junto al veterinario se turnaron las 24 horas durante cinco días para asistir a la cachorra, aún lamentan la pérdida.

La malnutrición le jugó una mala pasada a la cachorra. La alimentaron como a un gato doméstico cuando necesitaba leche y suplementos.

“Tenían que ponerle platino porque los clavos son más incómodos. Cuando se decidió operarla porque ya no se podía esperar más, el veterinario nos dijo que cuando empezó, el hueso era como arena. Ahí se empezó a poner mal, llegó a tener 34 grados de temperatura, ya no comía, por lo que había que alimentarla cada dos horas con jeringa. La primera noche el veterinario la pasó en vela. La segunda noche lo hizo Mauricio. El tercer día lo hice yo. Para mí personalmente fue un caso muy triste porque luchamos con todo lo que teníamos. Ahí fue cuando el veterinario de La Senda Verde nos dijo que era muy complicado mantener la vida de un animalito destetado tan pronto. Ella daba dos pasos como borrachita y se botaba al piso. No tenía ganas de nada y nosotros seguíamos con la esperanza de salvarla”, recuerda Laura.

Finalmente, el 10 de mayo la cachorra murió. Mauricio le había puesto el nombre de “Uma”, que en idioma quechua significa cabeza o jefe, porque en la vida silvestre, la especie está catalogada en esa jerarquía. “También porque durante esos días, ella fue la jefa por la que vivimos todo el tiempo”, recuerda Lagrava. Con ese sentimiento, tras el fallecimiento, los voluntarios decidieron no dejarla en la ciudad y buscaron un lugar con una linda vista, lo más parecido posible a su hábitat. “Ahora solo esperamos que su caso no quede ahí. Era un animal magnífico, ha sido realmente una pérdida muy grande”.

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