Felicia luchó por las reivindicaciones de la mujer guaraní; ahora necesita ayuda

La lideresa isoseña está aquejada por diabetes, hipertensión y otros males. Es hija de “Sombra Grande”, un legendario libertador de su pueblo, y apela a la ciudadanía para recuperarse.

Texto: La Región / Fotos: Doly Leytón Arnez

Felicia Barrientos (72 años) luce demacrada. Este día frío en Santa Cruz está en casa de una de sus hijas en Warnes. Tuvo que viajar casi 12 horas desde su comunidad Las Brechas, en Izozog, para que un médico pueda darle algún tratamiento. “Ahora tengo dolor en el cuerpo”, dice.

Desde septiembre del año pasado, luego de superar la Covid-19, su salud se deterioró de a poco. Aquella mujer que en su juventud recorría distancias largas para reunir a sus compañeras en asambleas de reivindicación de sus derechos, ahora necesita ayuda para poder curarse.

“Tuve que venir porque en el hospital (de su comunidad) apenas me dan los remedios para la diabetes y la hipertensión”, dice. Su comunidad está en el territorio del Gobierno Autónomo Indígena Originario Campesino (Gaioc) Charagua, la primera autonomía indígena de Bolivia (2017), en la provincia Cordillera de Santa Cruz.

Estos meses no han sido fáciles para la lideresa isoseña-guaraní. Su salud la ha obligado a pedir ayuda, algo que en la concepción de su cultura no es común. Los guaraníes -explica- tenían los alimentos necesarios que cultivaban, por lo que no era problema concebir muchos hijos. Felicia tuvo diez, cuatro de los cuales fallecieron. Ahora, con su esposo Nicolás Rosauro (87 años) viven en compañía de la familia de su hija mayor. Él ya no puede moverse, pues ha perdido la vista. Ella espera recuperarse de la avitaminosis, piedrecillas en el riñón y otros males que le detectaron además de las enfermedades de base que tiene.

Pese a ello, todavía se siente con la capacidad de orientar a las nuevas generaciones. Evoca sus tiempos de dirigente, cuando de la mano de su liderazgo se formó la Central Intercomunal de Mujeres Capitanía Isoseña (Cimci). Hoy muchas cosas han cambiado. Lamenta, por ejemplo, que los actuales capitanes no le dan el lugar que habían conseguido las féminas, fruto de un proceso que se inició como un club de madres. “Ahora no nos toman en cuenta”, dice.

Felicia, quizá, pueda pasar desapercibida para muchos, pero en la historia del pueblo guaraní, su nombre está escrito como una de las promotoras para que el Parque Nacional Kaa Iya del Gran Chaco sea un área protegida. Aún hoy ella es miembro del comité de gestión que acompaña y supervisa la gestión de ese territorio.

Hija de Bonifacio Barrientos, el gran “Sombra Grande”, cuenta que siendo joven su padre la trajo a Santa Cruz, donde trabajó cuidando niños. “Ahí aprendí su idioma de ustedes”, asegura en alusión al español. Ya más grande, se casó, tuvo hijos y la llegada de religiosos a su comunidad cambió su vida.

Ya en la década de los 70 entendió que además de ser madre, podía esforzarse para recorrer las 16 comunidades que dirigía, para que las reivindicaciones femeninas sean escuchadas. Hoy aquello es más difícil, porque las jóvenes no tienen la misma entrega, opina.

Pero ella no está dispuesta a rendirse, solo necesita apoyo. Actualmente solo cobra su Renta Dignidad, que son Bs 350, de los cuales debe pagar Bs 100 para que un truffi la traslade hasta Charagua, la zona urbana del Gaioc. Por eso venir a la capital oriental, es otro gasto grande, porque además debe hacerlo con una sobrina que le ayuda a subir al bus. “Le pido a todos ustedes, a ver si me pueden colaborar, porque para ir y volver, no me va a dar siempre. Ojalá Dios ponga en su corazón su mano para que me ayuden”, pide.