Incendios, sequía y altas temperaturas: ¿qué está pasando en Bolivia?

El fenómeno climático de La Niña actuó como detonante de un conjunto de condiciones como: el uso no controlado de fuego para prácticas agrícolas, clima extremo y sequías prolongadas. Se trata de una situación cada vez más difícil de pronosticar y que obliga a aprender a convivir con el fuego, señala el experto Carlos Pinto.

Foto: Gobernación de Santa Cruz

Hasta antes de este año, el período crítico de incendios de Bolivia era considerado entre junio y finales de octubre. Las zonas más afectadas: Amazonia, Chiquitania, Pantanal y parte del Chaco, es decir, territorios de Santa Cruz y Beni, principalmente. Esta gestión, sin embargo, el fuego se reinició en un período atípico (noviembre) y en zonas que no estaban contempladas por autoridades nacionales, departamentales ni municipales.

Carlos Pinto, asesor de manejo de fuego de la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN) explica las posibles razones para estos fenómenos y por qué ve necesario aprender a convivir con el fuego, desde una perspectiva integral.

La Región (L.R.) ¿A estas alturas del año se supone que los incendios forestales estaban totalmente controlados?, ¿qué pasó esta vez?

Carlos Pinto (C. P.) Lo que estamos presenciando está influenciado por el fenómeno de La Niña en Bolivia, que viene desde el año pasado. Ya se proyectaba para esta temporada posibles detonantes acompañados por una sequía. Lo que no estaba claro era dónde iba a tener más efecto.

Si bien los incendios tienen una temporalidad marcada, que va de junio a finales de octubre, ese patrón se cumplió principalmente en la Chiquitania (Santa Cruz) y Beni, con varios incendios en áreas recurrentes, como el Parque Nacional Otuquis, Roboré.

El Parque Nacional Otuquis, en Puerto Suárez, está entre las zonas más afectadas por los incendios forestales. Foto: Gobernación de Santa Cruz

Este año, en el momento más complejo en el que los incendios se estaban saliendo de control, cayeron lluvias que ayudaron mucho a finales de septiembre. Pero esas lluvias vinieron acompañadas de altas temperaturas, de 40, 42 grados, entonces todo lo que se ganó en humedad, nuevamente volvió a disponer el combustible (pastizales). Tuvimos nuevamente incendios en el Parque Nacional Noel Kempff Mercado, Concepción. Paralelamente, la situación en la Reserva Nacional de Flora y Fauna Tariquía (Tarija), se fue complicando y la atención de los incendios se centró en esas serranías.

Es muy particular la manera en que se están propagando los incendios ahora. En áreas que nunca se habían incendiado o no con la dimensión y magnitud que lo hacen, como la serranía del bosque seco tucumano-boliviano, que va desde la zona sur de Tariquía, todo el chaco serrano tarijeño, chaco chuquisaqueño, chaco cruceño, pasando los valles, Samaipata, (Santa Cruz) Ese escenario no lo habíamos tenido antes.

(L.R.) ¿Y cómo se explica eso?

(C.P.) Hay un fenómeno climático silencioso, muy difícil de pronosticar en modelos meteorológicos. El fenómeno de La Niña es un elemento detonante, pero no es el único. El comportamiento normal antes era que llovía y se sembraba, y luego uno esperaría que ahora, diciembre, los cultivos estuvieran establecidos. Pero nada, se ha sembrado y se ha secado todo.

Frente a eso hay una necesidad de adaptarse a un escenario climático muy complejo, que tiende a complicarse los siguientes años. Pero tampoco es correcto señalar una intencionalidad sobre el uso del fuego para prácticas agrícolas como la principal causa. Es un conjunto de variables: prácticas de uso de la tierra, un clima cada vez más severo y extremo, acompañado de sequías cada vez más prolongadas. Se habla de un pronóstico de que La Niña quede en Bolivia hasta febrero. Eso es muy preocupante, porque como nunca vamos a estar atendiendo incendios en Navidad.

Bomberos de La Gobernación llegaron hasta los valles cruceños para aplacar el fuego. Foto: Gobernación de Santa Cruz

(L.R.) Sin embargo, el fenómeno parece ser mundial o, por lo menos, regional, porque también hay incendios y olas de calor en Argentina.

(C.P.)  El año pasado se hablaba de los grandes incendios en Argentina. De hecho, lo que pasó en Tarqiquía era mucho menor a lo que sucedía en Orán (Norte argentino), y estábamos tratando de entender por qué. Hay un escenario a nivel global, vinculado a un clima cambiante. Estamos viendo grandes incendios desde Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú, Bolivia, Argentina. Y hay un elemento común: el impacto de este clima severo (altas temperaturas), está generando esta dimensión catastrófica de incendios forestales.

Entonces, ahí estamos tratando de intercambiar experiencias para ver qué se está haciendo en otros países respecto a gestión de incendios. Nosotros como sociedad boliviana, luego de los incendios de 2019 todavía estamos en franco proceso de aprendizaje. Y coincidimos en que primero hay que comprender, qué se está quemando: pastizales, bosque alto, porque el combate es diferente.

Fijate que los últimos años los incendios en Bolivia ocurren principalmente sobre un terreno plano, con topografía no tan accidentada como la de Apolobabmba (La Paz), Tariquía (Tarija), o los valles. Nuestras capacidades últimamente han estado orientadas a ese tipo de ambiente y las técnicas o estrategias también, pero estas otras zonas tienen características muy diferentes. Son accidentadas y uno solo puede mirar que el cerro arde, porque no podés meter equipo ni arriesgar al personal.

(L.R.) Entonces, ¿qué hacemos frente a esto? Los incendios se están expandiendo.

(C.P.)  Como digo, lo primero es saber qué se quema, luego definir acciones para anticiparse a riesgo de incendios. Ahí entran las acciones de prevención física, que pueden ser mecanizadas (líneas de defensa con maquinaria), o hacerlo de una manera más adaptada a ese tipo de ecosistemas. Las quemas prescritas, por ejemplo, que como su nombre lo indica prescriben tras un control estricto, pueden ser usadas como elemento de prevención. Tienen su metodología científica, se realizan antes que llegue la temporada seca y reduce el combustible. Claro, eso siempre y cuando sea en tipos de ambiente donde hay relación entre ecosistemas y fuego.

Pero como sociedad todavía no estamos listos para una discusión bien aceptada sobre este tema (las quemas prescritas). Estamos en un proceso de aprendizaje. La sociedad funciona en función a la dimensión de la emergencia.

Lo otro es saber quiénes viven ahí (en las zonas recurrentes de incendios), comunidades indígenas, campesinas, áreas protegidas; llegar con acciones de prevención a ese grupo de actores, fortalecerlo. Darle un buen sistema de calendarización de quemas. Porque se comprende que de la noche a la mañana no se puede quitar al fuego como herramienta de uso de la tierra.

Desde FAN trabajamos en prevención, pero tenemos una red de 35 comunidades alrededor de Chiquitania y Pantanal trabajando en primera respuesta en el componente de combate. Esa parte participativa de las comunidades, gobiernos locales, es clave para anticiparnos a lo que se viene a futuro.

(L.R.) ¿Este aprendizaje es fruto de los incendios de 2019?

(C.P.)  Totalmente. Y algo que ha cambiado también desde 2019 es esa necesidad de contar con una organización. Recordemos que ese año en un escenario tan complejo, corríamos para todos lados. A partir de allí, que fue un punto de partida de aprendizaje como sociedad y como instituciones públicas y privadas, tenemos que estar organizados. Ahí hay un marco legal que lo respalda, que es la Ley 602, que establece que los municipios tienen que tener unidades de gestión de riesgos, para que cuando llegue una emergencia se active el centro de emergencia municipal sin estructura política, porque ahí está la iglesia, las organizaciones sociales, el gobierno municipal a la cabeza.

El año pasado un poco y este año he visto un poco de eso en regiones donde hay incendios recurrentes. Ahora las limitaciones que teníamos (en Santa Cruz) en 2019, están empezando en Tarqiuía, esa parte está muy débil todavía.

Este año Samaipata registró varios incendios. Foto: Gobernación de Santa Cruz

(L.R.) Por lo visto hay que aprender a vivir con esto.

(C.P.)  A nivel global se está hablando de un escenario en el que tenemos que aprender a convivir con el fuego, pero en el buen sentido. Comprender dónde se quema, cuándo se quema, cómo se quema, para estar preparados para la dimensión con la que se vienen a futuro los incendios.

En Bolivia hay un patrón histórico de ocurrencia de incendios catastróficos. Si entendemos 1999 como el punto de partida en Guarayos (Santa Cruz), después vino 2004, y 2010 superó a 99. Hasta ahora no hemos tenido una temporada que supere la de 2010 a nivel nacional, aunque a nivel departamental, Santa Cruz superó a 2010 en 2019. Ese patrón es muy variable en cuanto a la periodicidad, pero siempre vamos a tener una temporada que supere a las anteriores.

Un grupo de bomberos realiza el monitoreo y trabajos de liquidación del fuego en zonas de difícil acceso en Tucabaca.

Convivir con el fuego es eso, saber que hay un escenario inminente de eventos catastróficos y aprender a anticipamos a ello. Lo primero es desaprender, por un lado, que todo fuego es malo, porque es un elemento que regula estado de conservación, es una herramienta de uso de las tierras de la que dependen comunidades indígenas y campesinas para su subsistencia. Mal manejado, sí genera incendios de estas proporciones, pero el resto es cambiar eso.

Todo esto va en sintonía de abordajes internacionales, que hablan de manejo integral del fuego, porque todo está cambiando. En Roboré, por ejemplo, tenemos un incendio que, al parecer, fue originado por un rayo en la serranía y no habíamos visto eso antes.

Es una temporada muy atípica, posiblemente muy influenciada por La Niña, que puede que se prolongue hasta febrero, pero el fenómeno es solo el detonante, hay muchas variables detrás. En los próximos años esa tendencia puede ir complicándose más aún, con lo cual hay que seguir insistiendo en promover la participación de las comunidades, involucrare en gestión y prevención, involucrarse. Pero también, proporcionar información respecto a esta paradoja de fuego, que en algunos ambientes es beneficioso y en otros es negativo.