Oreobates legs, una nueva especie para la ciencia encontrada por James Aparicio durante la expedición Identidad Madidi. Foto: Morgan Erickson-Davis.
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Por Ivette Sierra Praeli / Mongabay Latam 

El biólogo y herpetólogo boliviano James Aparicio ha descubierto 17 nuevas especies para la ciencia, entre ellas una lagartija que habita a más de 5100 metros de altura, hasta ahora la especie que vive en el punto más alto de todo el continente.

Su pasión de niño por los animales lo ha conducido hasta la jefatura de Zoología del Museo Nacional de Historia Natural de Bolivia, un lugar que considera privilegiado porque le permite promover la investigación en su país.

El herpetólogo James Aparicio en el río Beni durante sus viajes de estudios sobre caimanes. Foto: Archivo personal.
El herpetólogo James Aparicio en el río Beni durante sus viajes de estudios sobre caimanes. Foto: Archivo personal.

En esta conversación con Mongabay Latam, Aparicio habla de sus investigaciones y descubrimientos, de los aportes de la tecnología a la ciencia y de los incendios forestales que están terminando con todos los reptiles y anfibios que habitaban en los lugares devastados por el fuego.

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¿Por qué eligió el camino de la ciencia?

Desde niño he estado apasionado por la biología, en casa tenía ratones blancos y hormigas. Un poco motivado por mi hermano mayor que era profesor de biología. Pero en esa época la biología no era común en mi país y yo decidí estudiar ingeniería. Sin embargo, después de un año en la universidad, supe que existía la carrera de biología dedicada a la investigación y me cambié inmediatamente. Desde ese momento me apasioné por la ciencia, por descubrir cosas y por estar en lugares a los que tal vez la mayoría de la gente no ha ido. Y me interesé por dar a conocer esa información al mundo.

¿Y cómo decide dedicarse a la herpetología?

Empecé como todos mis compañeros de biología: con mamíferos, murciélagos y algunas aves. Pero me llamaron la atención los reptiles y anfibios por la diversidad de sus colores, de formas y porque la mayoría de los estudios de herpetología se hacen de noche y el bosque realmente es alucinante a esas horas y me maravilló. Cuando sales a buscar las pequeñas ranitas o serpientes te encuentras con una diversidad de animales y de sonidos. Llegar a esas lagunas y pozas donde hay anfibios y muchos otros animales, como los grandes caimanes, me llevó a optar por la herpetología. Además, las leyendas sobre los grandes caimanes y las grandes anacondas, o sicuris como las llamamos, son un estímulo para dedicarse a la herpetología y a los reptiles.

James Aparicio acompañado de sus estudiantes en el campamento del programa Gloria, para el monitoreo de reptiles y anfibios de alta montaña a 4950 metros de altura. Foto: Archivo personal.
James Aparicio acompañado de sus estudiantes en el campamento del programa Gloria, para el monitoreo de reptiles y anfibios de alta montaña a 4950 metros de altura. Foto: Archivo personal.

¿Alguna leyenda en particular que recuerde?

Hay una en una población llamada San Ignacio de Mojos. Es un pueblito en el departamento del Beni donde está la laguna Isirere. La leyenda cuenta que había una señora que en una ocasión estaba lavando ropa en una pequeña poza. Ella tenía un niño que se llamaba Isirere, quien jugaba cerca, pero de pronto el niño se perdió y empezó a crecer la laguna. La mamá salió huyendo y luego regresó con gente de la comunidad para buscar a su hijo, pero no lo encontró. La historia dice que una gran anaconda había atrapado al pequeño y así se convirtió en el espíritu de la laguna a la que llamaron Isirere, como el niño. Las leyendas sobre reptiles y anfibios son muy interesantes y eso es apasionante para un herpetólogo, porque además de los animales, conocemos las costumbres de los pueblos.

¿Qué investigación está desarrollando actualmente?

Tenemos varias investigaciones. La más interesante es sobre una lagartija de la zona Altoandina, por encima de los 4500 metros de altura, que también habita en Perú, del género Liolaemus. En Bolivia existe una especie endémica del valle de La Paz, que tiene machos verdes, otros rojos y algunos amarillos. Ahora investigamos si esa diferencia de colores en los machos, significan diferentes características. Para eso aplicamos la teoría de juegos –que se usa en economía y en los juegos de azar como el póker– en la que se ve como estos participantes, que son diferentes lagartijas, tienen diferentes estrategias para reproducirse y también para sobrevivir. Si es un año más seco, se supone que uno de los morfos [variedades diferenciadas de una especie] es más resistente que los otros y si es un año muy frío, también.

Esta teoría de los juegos se aplica a la reproducción porque algunos morfos son más agresivos y tienen que competir por territorio, en este juego la especie puede soportar los diferentes cambios que hay a nivel de clima y del ecosistema. También describimos nuevas especies. Ahora, por ejemplo, tenemos siete especies nuevas para la ciencia en proceso de descripción que provienen del Parque Nacional Madidi. Entre ellas hay una muy interesante, una lagartija Leonemus que ha llegado a la altitud de 5176 metros. Es el registro más alto de un reptil en todo el continente americano. Esa montaña era un nevado, pero con el retroceso de glaciares la nieve desapareció, esta población de lagartijas que necesita del frío para vivir ha subido hasta la cima de la montaña y está aumentando, pero en 30 o 40 años posiblemente desaparezca, pues si el planeta se sigue calentando no tendrá adónde ir.

Actualmente también trabajo en el plan de manejo sostenible del caimán yacaré de Bolivia, cuya carne y piel se aprovecha comercialmente, principalmente los pueblos indígenas. También he trabajado con el caimán del Chaco, el más amenazado de Bolivia, en ese caso hicimos un trabajo para concientizar a la gente sobre su conservación.

Oreobates legs, una nueva especie para la ciencia encontrada por James Aparicio durante la expedición Identidad Madidi. Foto: Morgan Erickson-Davis.
Oreobates legs, una nueva especie para la ciencia encontrada por James Aparicio durante la expedición Identidad Madidi. Foto: Morgan Erickson-Davis.


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¿Qué otras amenazas tienen estas especies?

Lo más critico en Bolivia es la pérdida del hábitat, como en muchos de nuestros países, por el cambio de uso de suelo. Tenemos un alto endemismo que está muy afectado por el avance de la frontera agrícola. El cambio de uso de suelo es lo más crítico para los anfibios y reptiles porque tienen características muy sensibles, necesitan humedad y temperatura determinadas, y si se pierde el espacio que habita entonces desaparece esa especie. No puede irse al valle de al lado porque tiene otras características y otras condiciones ambientales.

¿Qué puede haber sucedido con las especies que habitan en los lugares donde están ocurriendo los incendios forestales en Bolivia?

La biodiversidad ahí ha muerto. Son casi dos millones de hectáreas perdidas y es un impacto muy grande para la flora y la fauna. Por eso nuestro país está en emergencia. Aún no se han hecho los estudios para determinar las pérdidas, pero cerca al Parque Nacional Noel Kempff Mercado, en toda esa zona del bosque Chiquitano que se ha quemado, teníamos lagartijas endémicas del genero Tropidurus. Las especies de anfibios y reptiles que había en esos dos millones de hectáreas seguro han desaparecido porque los anfibios no pueden desplazarse mucho, para ellos 100, 200 o 300 metros es una gran distancia, las lagartijas no corren más de un kilómetro y las tortugas menos.

En el área donde hubo fuego todos los anfibios y reptiles han muerto, en cuanto a las Tropidurus, tendremos que ver si sus hábitats se han quemado, porque ellas viven en roquedales, quizás han podido escapar de alguna forma. Pero en esos dos millones de hectáreas los reptiles y anfibios ya no están, si los mamíferos que corren y pueden escapar han muerto quemados y también aves que pueden volar, imagínate estos pequeños grupos que no tienen tanta velocidad de desplazamiento y tampoco resistencia para escapar.

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En busca de nuevas especies

Usted ha encontrado varias especies nuevas para la ciencia, ¿cuántas ya ha descubierto?

Tengo 17 especies nuevas para la ciencia. Algunas en proceso de descripción. La mayoría son ranas y lagartijas.

James Aparicio en la Reserva Tuni Condoriri, estudiando lagartijas del genero Liolaemus a 5050 metros de altura. Foto: Archivo personal.
James Aparicio en la Reserva Tuni Condoriri, estudiando lagartijas del genero Liolaemus a 5050 metros de altura. Foto: Archivo personal.

¿Cuál es el descubrimiento que más recuerda?

Los recuerdo todos, pero el que más me ha encantado es de esta lagartija que habita a 5176 metros de altura. Es muy alto y llegamos muy cansados, apenas respirábamos, solo para ver la cima de la montaña y de pronto había lagartijas. Fue increíble. Encontrar una nueva especie es maravilloso. Una vez, por ejemplo, en un campamento en el área protegida de Apolobamba, encontramos un sapito muy raro, negro, y cuando lo estudiamos resultó que era una nueva especie.

¿Cuáles son los riesgos de dedicarse a la ciencia? 

Para ser biólogo tiene que apasionarte lo que haces y olvidarte de los peligros, porque no solo están los animales, sino muchas enfermedades. Tengo compañeros a quienes les dio malaria, leishmaniasis, dengue, chikungunya, hantavirus y otras enfermedades. En el 2012 tuve un accidente casi fatal de automóvil en el Altiplano, el chofer se equivocó y nos desbarrancamos. Estuve en terapia intensiva casi un año y el miedo a las alturas y a que otra persona conduzca duró un par de años. Pero por suerte me he recuperado y he vuelto con mis animales, a los viajes y a trabajar con este grupo que me apasiona tanto porque tengo muchos estudiantes.

¿Es difícil dedicarse a la ciencia en Latinoamérica?

Es muy difícil. Se podría decir que es casi imposible. Muchos de mis estudiantes que ya son profesionales tienen que trabajar en lo que sea y yo los motivo para que cómo investigadores asociados vengan al museo por lo menos una vez a la semana, a veces sábado o domingo, se escapan un rato para aportar al conocimiento. Aquí en Bolivia no tenemos un fondo como el Conacyt (Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología) en Argentina que financia estudios e investigaciones, en el resto de países tenemos que ver qué hacemos. Yo estoy en un sitio privilegiado como curador y jefe de zoología del museo puedo hacer investigación.

James Aparicio también investiga a los caimanes de Bolivia. Foto: Ninon Ríos.
James Aparicio también investiga a los caimanes de Bolivia. Foto: Ninon Ríos.

En el Museo de Historia Natural de Bolivia se promueve la investigación…

Nos interesa mucho promover la investigación, nos solo de mis colegas biólogos, sino de investigadores asociados, de estudiantes, de tesistas. Motivamos para que se publiquen trabajos de todos los grupos zoológicos como aves, mamíferos, peces, invertebrados, de todo el país. Desde hace unos diez años, además, tenemos investigadores de otros países sudamericanos –Perú, Chile, Argentina, Brasil– que vienen para revisar nuestra biblioteca de biodiversidad, porque cada espécimen que tenemos es un libro con mucha información, con mucho que contarnos. También llegan investigadores de Estados Unidos, de España, de Alemania y Francia, y un gran herpetólogo de República Checa que viene para hacer estudios de reptiles y anfibios.

¿Cómo considera que se encuentra Bolivia en cuanto a investigación científica?

En el área de reptiles y anfibios estamos bien porque la diversidad está aquí y podemos publicar en revistas reconocidas, aunque estas cobran a veces 100 dólares por página y muchas veces es imposible pagar estos montos. Entonces tenemos que buscar revistas que no cobren o reunirnos con grupos de investigadores de Latinoamérica o de otros continentes para conseguir los recursos y publicar nuestros descubrimientos. Pero como digo, en reptiles y anfibios estamos en un buen nivel y publicamos cosas nuevas, especies recién descubiertas. Sin embargo, en Latinoamérica faltan recursos para investigar, los presupuestos de nuestros gobiernos aportan muy poco o casi nada la ciencia.

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Tecnología para la investigación

¿Qué es lo mejor de ser científico?

Creo que transmitir esa información que voy descubriendo y que quizás es un orgullo para el país como, por ejemplo, que ya se registró la lagartija que habita la zona más alta de todo el continente. O también mostrar que todos estos animales son muy importantes.

James Aparicio con los asistentes al Primer Congreso Boliviano de Herpetología, realizado en La Paz en el 2018. Foto: Archivo personal.
James Aparicio con los asistentes al Primer Congreso Boliviano de Herpetología, realizado en La Paz en el 2018. Foto: Archivo personal.

¿Entonces usted considera que las investigaciones pueden cambiar la vida de las personas? 

Sí y tengo muchos ejemplos. Nuestros estudios con los caimanes permiten que la gente pueda tener una mejor nutrición y utilizar estas pieles para mejorar un poco su nivel de vida. En estudios de lagartijas se han encontrado genes resistentes al frío que pueden vivir en ambientes de menos de 30 grados. Esta información puede servir mucho para la medicina, por ejemplo, la ranitidina que se utiliza para las úlceras proviene de las ranas. También existe una ranita que compartimos con Perú en cuya piel se ha encontrado uno de los anestésicos más fuertes, incluso más que la morfina y que no crea adicción. Solo un par de ejemplos de lo maravillosos que son estos animales y cuánto aportan a la humanidad.

¿Qué otros proyectos están realizando?

Queremos investigar la reproducción del caimán negro, una especie en peligro, y vamos a estudiar sus nidos. Para ello usaremos drones porque es muy difícil buscar los nidos en estas grandes lagunas y zonas de pantano, entonces queremos aprovechar la tecnología para mapear las lagunas. Generalmente encontramos uno o dos nidos en varios días de búsqueda, no es tan sencillo en esas áreas de pantanos, tenemos que entrar con el agua casi hasta el cuello, entonces, queremos utilizar la tecnología para hacerles seguimiento.

¿Qué tan importante es la tecnología para la ciencia?

Muy importante, aunque a veces costosa. Ahora estamos haciendo un monitoreo de anfibios en plantaciones de cacao y les hemos colocado microchips para seguirlos en el transcurso del tiempo. Son pequeños aparatos que miden 7 milímetros de largo por 1.5 de ancho y, a veces, hay ranitas que son más chiquitas. Para el estudio de los Liolaemus usamos termómetros de Toluca para medir temperaturas extremas tanto mínimas como máximas. Además, con profesionales de la Facultad de Robótica hemos inventado una corredora eléctrica para lagartijas, como la que se usa en los gimnasios, pero pequeña. Así medimos la resistencia de las especies de diferentes colores. Hasta ahora el morfo amarillo es el más resistente a las carreras. Tuvimos que crear este aparato porque no existe en el mercado. Mis estudiantes se ríen cuando ven a las lagartijas en la corredora.

El biólogo James Aparicio durante su viaje de investigación de reptiles y anfibios en Ciudad de Piedra,La Paz, frontera con Oruro. Foto: Archivo personal.
El biólogo James Aparicio durante su viaje de investigación de reptiles y anfibios en Ciudad de Piedra,La Paz, frontera con Oruro. Foto: Archivo personal.

¿Y usted qué le diría a un joven que quiere dedicarse a la ciencia?

Que es muy apasionante, aunque en el futuro quizás no tenga mucho dinero, será una persona que aporte conocimiento al planeta.

¿Quién es el científico que más lo ha inspirado y qué le diría si pudiese hablar con él?

En realidad, hay muchos, pero los que más me han inspirado son los naturalistas, los primeros expedicionarios que llegaron al continente veo muchos de sus trabajos y me encantan. Por ejemplo Alcide d’Orbigny, que llegó hasta el Tipnis y describió varias especies. También está Thaddeus Haenke que viajó por el Pilcomayo. Me ha maravillado su dedicación, su entrega, porque muchos de ellos han muerto en estas expediciones. Hubo un expedicionario en el río Pilcomayo que estudiaba los caimanes, como yo, y murió en manos de los indígenas.

Creo que todos los biólogos tenemos algo de aventureros porque vamos a lugares lejanos y viajamos en lo que sea. Recuerdo que fuimos a Puerto Suárez, en el Pantanal que ahora está quemándose, y viajamos en un carretón jalado por seis bueyes, era impresionante como iba a una velocidad increíble. En otra ocasión, en el año 1991, rescatamos unos caimanes negros que estaban de hambre en El Dorado, en el norte de La Paz y los trasladamos a la estación biológica del Beni y tuvimos que trasladarlos en un avión Hércules. Esa fue mi primera publicación.

¿Cuál ha sido la escena, el momento o instante inolvidable para usted?

Creo que uno de los momentos que marcó mi vida fue en la estación biológica del Beni. Estaba caminando por una senda dentro del monte y me senté junto a un pequeño arroyo para admirar la belleza del bosque y ahí había unos caimanes. Sentí una tranquilidad total, un momento tan impresionante de sentirme parte de ese lugar, de esa naturaleza y de esa energía. Yo estaba recién en el segundo semestre de la carrera y creo que fue el momento que marcó el resto de mi vida como investigador.


 

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