Tienen menos de 50 años y ya han llegado a cargos que hasta hace menos de veinte años eran exclusivos para varones. Saben que falta camino por recorrer, pero van sumando logros en silencio, desde su trinchera, en busca de mejores días para ellas, sus familias, su comunidad.
En el Día Internacional de la Mujer, te contamos la historia de tres lideresas indígenas que dejan huellas a su paso.
Ignacia Supepi Cuasasse (35): “Siempre consideré que todos debemos tener las mismas oportunidades”
Desde muy niña la actual cacique de la comunidad Río Blanco del Territorio Indígena Originario Campesino (TIOC) Monte Verde de San Javier, en Santa Cruz, sentía que ser indígena o mujer no debían ser condicionantes para ser tratada de forma diferente.
“A los seis años, veía cómo los hacendados, la gente con plata, llegaba a nuestro territorio a cazar de forma indiscriminada, y ante los reclamos, humillaban y maltrataban a nuestros padres. Siempre sentí que ese trato era injusto, porque consideraba que éramos personas iguales a ellos. Lo mismo sentía cuando las mujeres, ya dentro de la comunidad, recibían un trato diferente solo por ser mujeres. Es algo que pienso desde muy chica, siempre consideré que todos debemos tener las mismas oportunidades”, dice.
Con 35 años, el pasado 6 de enero Ignacia asumió como máxima autoridad de la comunidad , ubicada a 50 kilómetros del municipio citado. Es la segunda mujer, la más joven, en alcanzar el rango de “Primera Cacique”, que equivale a ser la presidenta, la persona que vela por el bienestar de su pueblo. Por tanto, es quien dirige, gestiona sus necesidades y encabeza las actividades y acciones reivindicatorias, entre otros.
Llegar a este espacio de poder, antes designado solo para los varones, no fue fácil. Es resultado de muchos años de esfuerzo y trabajo, tiempo en el que Ignacia se ganó el respeto de sus coterráneos.
Desde que recuerda, siempre se inmiscuyó en los temas de la comunidad. Organizó y formó parte de grupos juveniles y nunca rechazó ningún cargo.
Jugaba fútbol cuando solo hacían equipos de varones. En sus conversaciones, ya sea con niños, jóvenes o adultos, siempre salía el tema del trato igualitario, aunque eso le generó algunos disgustos siempre defendía su punto de vista.
Sin embargo, fue en 2017 cuando empezó a perfilarse con más fuerza. Ese año fundó junto a otras mujeres la Asociación Las Pioneras, con el fin de aprovechar los frutos del bosque y producir aceites de cusi y copaibo.
Si bien era Tesorera, tuvo que batirse ocupando otros puestos, incluso la presidencia, porque muchas mujeres desistieron por la presión de los esposos. “Hasta ese entonces las mujeres solo hacían labores de casa: cocinar, lavar y atender a los hijos y al marido”, recuerda.
Si bien muchas de las mujeres no eran constantes, Ignacia -madre de cinco hijos- fue el pilar para que la Asociación se mantenga en pie. Hoy en día las miembras cuentan con un laboratorio artesanal donde elaboran productos cosméticos como shampoo, cremas, jabones y aceites, que son comercializados en la ciudad y otros municipios, con el apoyo de oenegés como WWF y Apcop.
Ahora las artesanas salen a participar de ferias, eventos y talleres para capacitarse. Pero la labor de Supepi también es animarlas para que exploten sus capacidades y sean firmes en la reivindicación de sus derechos.
Si bien fue un camino complicado, hoy en día la cacique no encuentra la misma resistencia que había hace cuatro o cinco años. “Ahora cuando hay alguna capacitación o se tiene que salir de la comunidad para intercambio de experiencias u otras actividades, solo se comunica y los varones ya entienden que tenemos otras responsabilidades”.
Consecuente con su discurso de igualdad, asume con entereza cada una de las obligaciones que recaen sobre ella. Por ejemplo, el sábado pasado salió muy temprano para realizar el trabajo de limpieza y arreglo del camino junto a una veintena de varones. “No puedo decirles que porque soy mujer no puedo trabajar igual que ellos. El cacique dirige y trabaja durante las labores comunales; y aunque sea pesado, así lo hice, es parte de mi responsabilidad”.
De esta manera, demuestra que el líder contagia su fuerza con el ejemplo.
“Lo más importante es que no somos las únicas, en el territorio hay varias asociaciones de mujeres que están en el mismo camino. Hay más lideresas. Queremos ser un ejemplo, queremos pronto conformar una empresa con nuestros productos no maderables, trabajando en conjunto todos, en comunidad”.
Maida Peña Justiniano (47):“Se rieron de mí, me amedrentaron y quemaron mi casa”
Desde hace dos años, Maida Peña Justiniano (47), es cacique de la comunidad Porvenir, de San Ignacio de Velasco, y desde hace ocho meses preside el Comité de Gestión del Área Protegida Municipal del Bajo Paraguá. Es también expresidenta de la Central Indígena del Bajo Paraguá, entidad que aglutina a las comunidades Picaflor, Piso Firme, Porvenir y Florida. Maida llegó a ocupar estos cargos, porque hace más de veinte años, se involucró en las acciones de defensa de su territorio y recursos naturales.
Porvenir es parte de la franja de protección del Parque Nacional Noel Kempff Mercado (Santa Cruz), una zona rica en recursos naturales, blanco de avasallamientos, deforestación e incendios forestales, entre otros. “Nuestra primera lucha fue para consolidar nuestro derecho a un territorio, porque somos un territorio indígena. Tuvimos mucho percances por la discriminación, siempre el machismo al que teníamos que enfrentarnos cuando nos tocaba tocar puertas para llevar adelante nuestras necesidades y nuestra comunidad”, dice.
Por entonces, las mujeres se enfrentaban a las faltas de oportunidades en los espacios de poder y de decisión en la comunidad porque eran consideradas incapaces para ello. Sin embargo, después de 114 años de vida de Porvenir, la comunidad eligió a una mujer como máxima autoridad.
Para esta dirigente, madre de dos hijas, esto no es motivo de festejo pues es parte de un proceso de reivindicación. “A nosotros nos han amedrentando, saquearon nuestras viviendas y las quemaron, cerrando la posibilidad incluso de que nuestros hijos estudien en San Ignacio. En la década de 2000 rechazamos los planes del entonces presidente Gonzalo Sánchez De Lozada, de ampliar el parque con la intención de sacar a nuestras comunidades”, evoca.
A más de dos décadas de ese episodio, su lucha continúa. Esta vez con dos propósitos: seguir mejorando las condiciones de vida de su gente y proteger el territorio amenazado por los avasallamientos.
“Está loca, eso es imposible acá donde vivimos, tan lejos, quién le va a ayudar”, le decían principalmente los hombres. Así recuerda la escena en una reunión de la comunidad hace unos cinco años, después de que propuso gestionar energía eléctrica, consolidar un parque solar, proyectos de producción, comunicación y viviendas sociales. Resultados que hoy en día benefician a su comunidad. “Ahora somos la Capital del Asaí, eso gracias al esfuerzo de una mujer en la lucha. Trabajamos en conjunto con toda la comunidad, para poder convertirnos en una comunidad modelo. A eso estamos apuntando”.
Ahora busca el acceso a la educación como herramienta para el desarrollo de las nuevas generaciones. “Hoy estoy de ida a La Paz, para gestionar ítems para el colegio. El año pasado sacamos nuestra primera promoción, pero gracias a que tuvimos profesores voluntarios. Este año los padres estamos pagando profesores particulares, cuando eso es obligación del Gobierno. Actualmente solo cubren los niveles iniciales”, lamenta.
En su viaje, espera también gestionar médicos, porque Porvenir no cuenta con atención de salud. También se necesita mejoras del camino, entre otras necesidades muy grandes.
Hortensia Gómez Peña (48 años): “Volví a mi comunidad después de 20 años y aún no teníamos luz”
Al terminar la primaria, Hortensia Gómez Peña, dejó la comunidad donde nació, Piso Firme, puerta de entrada al Parque Nacional Noel Kempff Mercado. Si bien creció en un ambiente citadino, donde salió bachiller, siempre llevó en su corazón a su comunidad. Por ello, dirigió la Asociación de Residentes Pisofirmeños para ocuparse, especialmente, de las necesidades de salud de sus coterráneos, que llegaban a la ciudad en busca de atención médica.
Desde joven apeló a la solidaridad de amigos y familiares para hacer llegar la ayuda. También se involucró en las luchas por la consolidación del territorio indígena; pero fue desde el año 2000, cuando decidió volver, que se puso manos a la obra para trabajar de forma directa.
“Volví después de 20 años y me parecía irreal que a estas alturas aún no se cuente con los servicios básicos. No tenemos luz las 24 horas, no teníamos ni el centro de salud, ni la escuela en buenas condiciones”, recuerda.
Así, luego de ser elegida como Cacique, y convertirse en la primera mujer en ocupar ese cargo, se puso manos a la obra.
Pese a las restricciones por la pandemia de la Covid 19, se dio modos para conseguir recursos y organizó a la comunidad para que, en grupos reducidos, se realicen trabajos de refacción en el centro de salud, para contar con un espacio adecuado para la atención de los enfermos.
Luego de terminar con esta infraestructura, se puso en campaña para obtener recursos y arreglar el colegio. Pusieron un piso nuevo y acondicionaron el espacio para que los estudiantes puedan acudir a las aulas sin riesgos.
“Mi fin era demostrar que se puede trabajar con honestidad, de forma honrada, limpia y solidaria. Por esa confianza fui reelecta por dos años más”, dice esta madre de tres hijos.
En esta nueva gestión, busca consolidar el proyecto de una planta solar que permita a la comunidad acceso a energía eléctrica, además de gestionar la construcción de pozos artesianos para la provisión de agua.
Con la energía pretende apostar a nuevas alternativas económicas como la venta de pescados. “Hoy en día, cuando pescamos, no podemos llevar los productos a vender porque no podemos conservarlos refrigerados. Con este proyecto podremos consolidar esta y otras iniciativas productivas”.
Hoy como líder afirma que es posible avanzar gracias a la importancia del amor propio y la confianza en sí misma. “Como mujer, el consejo que les puedo dar a las líderes es que para trabajar hay que tener amor propio, quererse mucho para poder transmitir a los demás la confianza que se necesita. Además de ser fuerte, porque hay cosas agobiantes y lo importante para avanzar es no dejarse derrumbar por las adversidades”.
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