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La Región
Erlini Tola Medina creció escuchando motores de maquinaria en el río. Cuando era niña –cuenta- sentía su presencia desde su casa que está cerca de la ribera. Desde tiempos inmemoriables Teoponte, su hogar en el norte de La Paz, fue un territorio codiciado para la búsqueda del oro.
Hoy esta artista plástica que tomó el nombre de Erlini Chuvé, viaja con frecuencia a ver a sus padres y a sus hermanos a este municipio recóndito. La situación respecto a su niñez no ha cambiado y más bien desde 2016, se incrementó. “Desde el pueblo, en Teoponte, oímos muy cerca la maquinaria, se oye que trabajan toda la noche y cuando no trabajan, ese silencio se nota también”, dice.
La razón es la presencia cada vez mayor de cooperativistas mineros bolivianos, quienes a su vez tienen un vínculo muy fuerte con capitales chinos y colombianos. Todos ellos trabajan 24 horas en busca del metal precioso.
Ambos operan en una especie de planchones de metal asentados en el agua de los ríos, que cuentan con infraestructura para la extracción. En el caso de los chinos cada una lleva el nombre de Dragón 1, Dragón 2 y así hasta aproximadamente 20. Pero además por las calles del pueblo circulan tractores oruga, retroexcavadoras y todo tipo de maquinaria para transportar materiales. Lo hacen incluso cuando para cualquier ciudadano es difícil llegar a la zona. “Siempre me ha impresionado cómo gente de tan lejos viene y hace caminos donde no había caminos”, comenta Erlini.
Tanto prensa nacional como internacional se ha interesado en el tema no solo por graves denuncias de contaminación por mercurio, sino porque las concesiones violan normas constitucionales. Desde 2017 titulares como: “Extranjeros explotan oro sin control y con máquina pesada en el norte de La Paz” o “Chinos y colombianos se apropian de oro boliviano y cierran vías a pobladores del norte paceño”, se volvieron frecuentes cada cierto tiempo, sin que el Estado tome medidas concretas al respecto.
Mientras, pueblos Tacanas, Mosetene, Tsimane y Lecos observan desde sus territorios cómo las aguas del río Kaka y sus afluentes, en la parte alta del río Beni, se llenan de “hongos”, como les dicen los activistas a las planchas asentadas. Los daños por el uso indiscriminado de mercurio para separar el oro los afectan a ellos, pero también a dos áreas protegidas: la Reserva de la Biósfera y Tierra Comunitaria de Origen Pilón Lajas y el Parque Nacional Madidi, ambos en La Paz.
Álex Villca Limaco, portavoz de la Coordinadora Nacional de Defensa de los Territorios Indígenas y Áreas Protegidas (Contiocap), asegura que la situación tiende a empeorar por la pandemia. Si uno llega al lugar, aguas arriba desde Rurrenabaque (Beni) observará cada vez más maquinaria.
En marzo de 2019, él acompañó a un grupo de indígenas de la nación mapoche de Chile. El grupo de jóvenes quería conocer el territorio de lucha y resistencia frente a la construcción de las hidroeléctricas Chepete-El Bala. En esa oportunidad contabilizaron como 14 o 15 (planchas) solo en río Kaka, desde la confluencia del río Beni hasta la población de Mayaya. También cinco cribas, que son maquinarias no tan modernas, pero que reciben el material de retroexcavadoras, tractores orugas y volquetas. En marzo de este año, ya con un equipo de periodistas, observó que el número de cribas subió a 20. “Y eso que las contabilizamos desde la embarcación, probablemente haya más, pero están un poco más escondidas en la vegetación”.
Todo este sistema solo dejó de operar pocos días durante la cuarentena estricta que rigió en Bolivia entre marzo y junio. Ni bien se flexibilizaron las medidas, en el camino había maquinaria pesada haciendo turno para penetrar a las áreas donde están instalando, contaron indígenas a Villca.
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El uso del mercurio
Karen Losantos es bióloga e investiga la relación entre la actividad minera del oro y la contaminación por mercurio. Explica que este elemento se encuentra de forma natural en el medio ambiente, pero bajo ciertos procesos naturales se libera a la tierra, el agua y el aire.
En el caso del extractivismo, se lo utiliza para separar el oro que está en tierras blandas o en el fondo de los ríos en tamaños muy pequeños. Lo que hacen es agarrar mercurio y mercurio elemental, mezclarlo y ponerlo en una cacerola donde lo van quemando. Una vez que este se evapora, el metal queda pero el químico vuelve a la atmósfera, al agua o a la tierra.
Esas partículas se convierten en metil mercurio, gracias a unas bacterias que habitan en el fondo del agua. Así, el metil se pega fácilmente a un compuesto orgánico que en este caso pueden ser los peces. Estos, a su vez, al ser consumidos, llegan al ser humano.
“Diagnóstico de la contaminación por mercurio en la cuenca boliviana del río Iténez” y “Mercurio en Bolivia: línea base de usos, emisiones y contaminación 2014 son dos estudios que muestran cómo la actividad minera está afectando a poblaciones indígenas vulnerables. En abril de este año, una nueva investigación desveló que Bolivia es el segundo país que más importa mercurio, pese a que firmó un compromiso internacional de reducción de su uso en 2013. El documento, realizado por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza con sede de Amsterdam, dio a conocer que el país importó entre 647 y 1.366 toneladas en los últimos cuatro años.
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El factor Covid
Rurrenabaque es considerado la puerta de ingreso hacia la Amazonia boliviana. Por ello, a diez minutos aguas arriba se estableció un control conformado por autoridades de pueblos indígenas, guardaparques de Pilón Lajas, ocasionalmente de sus colegas del Madidi y efectivos de la base Naval acantonada en la zona.
Según cuenta Villca, de lunes a viernes se mantiene un puesto, que ha servido para frenar los atropellos que sufren los pueblos indígenas en su territorio y a la vez las áreas protegidas, que sufren una presión fuerte de cacería y pesca ilegal.
Si bien en Rurrenabaque hay un reporte de más de 20 casos positivos de coronavirus, no se tienen datos de pueblos indígenas del norte paceño. Por ello el temor de la gente es que personas ajenas, como funcionarios públicos o brigadas médicas entren a sus comunidades y los contagien. “Así sucedió en territorios indígenas de Perú”.
Esto ha derivado en una suerte de incertidumbre, porque si bien hay comunidades que pueden bajar por el río a zonas urbanas como Rurre o Sanbuenaventura (La Paz), que se encuentra cruzando un puente, la mayoría se encuentra a horas de navegación. Por eso sus autoridades decidieron no salir ni exponer a su gente. Por tanto, tampoco todos tuvieron acceso a los bonos que entregó el gobierno para paliar los efectos económicos de la pandemia.
“El sábado (el último de julio) tuvimos una reunión y pese a la vulnerabilidad de los pueblos indígenas hay cansancio, porque mantener un puesto de control es difícil. Las propias comunidades se organizaron para suministrar alimentos. Sabemos que no tenemos otra que seguir haciendo ese esfuerzo, para que externos no lleven la enfermedad, así que ellos decidieron mantener el puesto dos semanas más”, explica Álex.
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Una historia marcada por el oro
Los padres de Erlini llegaron a Teoponte cuando eran niños. “Son migrantes quechuas”, dice orgullosa. Ella en cambio se considera parte del pueblo Leco de ascendencia quechua, ya que fue concebida en este municipio paceño, en la época de la Guerrilla de Teoponte (1970). Este movimiento irregular surgió después de la muerte de Ernesto “Che” Guevara. Muy pronto el grupo fue desactivado y terminó con la muerte de la mayor parte de sus integrantes.
El papá de Erlini, Viviano, fue minero y en 2016 protagonizó un documental titulado “Vivir sobre una mina de oro”, donde cuenta sus experiencias. Durante la presentación en La Paz, dijo que soportó explotación laboral y que ninguna empresa minera aportó por su jubilación. Él fue parte de la primera generación de colonizadores del norte paceño y vio cómo empresas estadounidenses y diferentes presidentes de Bolivia “se enrriquecieron con el oro que se extraía”.
Durante su discurso advirtió: “nos están explotando”, pero su voz no fue oída. Dos años antes, en mayo de 2014, el gobierno de Evo Morales promulgó la Ley 535 de Minería, aquella que consolidó el poder del sector cooperativista minero y que dio lugar al ingreso sin control de ciudadanos extranjeros, para seguir sacando el metal preciado. “Como el oro ya no está arriba (la superficie), ahora lo están sacando del fondo (de los ríos) y eso exige otro sistema de extracción”, dice Erlini. /CONTINÚA LEYENDO ⤵⤵⤵⤵
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