Los guardaparques del Madidi continúan su labor de protección de este parque nacional. Foto: Marcos Uzquiano

¡Apóyanos! Tu aporte nos permite hacer periodismo independiente, de calidad y sobre todo útil para la sociedad. Sé un amigo/a de La Región, suscríbete. Haz click aquí para saber cómo.

Rocío Lloret Céspedes /Fotos: Gentileza áreas protegidas

Los cuerpos de tres vicuñas sin pieles fueron encontrados este lunes en el interior del Área de Natural de Manejo Integrado Apolobamba (ANMI) de La Paz. La extensión de la reserva -4.837 kilómetros cuadrados- y su cercanía con la frontera con Perú la hacen vulnerable a la caza furtiva, así como a la pesca ilegal, entre otras amenazas. “Escuchamos unos disparos”, cuenta Ramiro Barrera, guardaparque de la reserva. Horas después, en un patrullaje por la zona hallaron los restos, “aún frescos”. Por las características y el lugar, suponen que los autores pudieron ser ciudadanos del país vecino.

 

El guardaparque con el cuerpo de una de las vicuñas que encontró en la frontera con Perú.

Tanto Barrera como su equipo no han dejado de custodiar el área desde el inicio de la cuarentena. “Somos 30 y estamos todos”, asegura, aunque le preocupa el hecho que solo puedan acudir a ciertas emergencias, por la falta de combustible para movilizarse en sus motorizados. Como pueden, llegan día por medio para cubrir sus turnos y tienen cerca a sus familias.

Lo que sucede en esta reserva natural se replica en muchas otras dependientes del Servicio Nacional de Áreas Protegidas (Sernap), que tiene 22 a su cargo. También en departamentales, que son 23, y las municipales, que alcanzan a 78.

Muchos de los recorridos los realizan a pie. En Apolobamba, la frontera con Perú es extensa.

Inicialmente, las distintas reparticiones estatales dispusieron el repliegue de gran parte de su personal debido a la cuarentena total por el coronavirus, dictada el pasado 21 de marzo. Además, con el cierre de las reservas al turismo y otras actividades, asumieron que no necesitarían el mismo despliegue. Con el paso de los días, los guardaparques vieron que su presencia era tan necesaria como la de un policía o un militar, pese a que no pueden portar armas. Las amenazas a sus territorios seguían latentes.

¡Apóyanos! Tu aporte nos permite hacer periodismo independiente, de calidad y sobre todo útil para la sociedad. Sé un amigo/a de La Región, suscríbete. Haz click aquí para saber cómo.

Los “piratas” no duermen

 

Denis Navarro, guardaparque de Manuripi es comunario de Puerto Rico, en Pando. Aquí cumpliendo su labor.

Desde que se inició el período de confinamiento, hubo al menos cinco operativos en distintas áreas protegidas nacionales, según detalla Cecilia Miranda, directora de Planificación del Sernap.

En el Parque Nacional Tunari de Cochabamba se aprehendió a personas que pretendían tomar tierras. Lo mismo sucedió en el Parque Nacional Carrasco, situado en el mismo departamento, donde 160 sujetos irrumpieron por la fuerza con el mismo fin, según reportó la prensa local. En el Parque Nacional y ANMI Madidi de La Paz se arrestó a cazadores furtivos, con ayuda de la Policía y la Naval de Rurrenabaque, Beni. En el Amboró de Santa Cruz, la semana pasada se decomisó madera mara gracias a guardaparques apoyados por gente del municipio de San Carlos. Finalmente, en el Parque Nacional y ANMI Cotapata de La Paz se tuvo que montar un operativo por Semana Santa para que la gente no ingrese a hacer turismo y dañar los recursos naturales.

En los controles, encuentran flora cortada, que deben decomisar. Esta imagen fue captada en el Jardín de las Cactáceas.

Tampoco las reservas departamentales se vieron libres de estas irrupciones. Richard Rivas, director de la Unidad Conservación del Patrimonio Natural (UCPN) Tucabaca de Santa Cruz dice que la caza y pesca furtivas durante el período de Cuaresma y Semana Santa mantuvieron ocupados a los guardaparques que custodian este territorio de Roboré. Ahora temen que “piratas con tractores” se hayan quedado en un extremo que limita el área protegida con el municipio de El Carmen Rivero Tórrez, algo que esperan verificar para que no corten árboles y saquen los troncos cuando se levante la cuarentena.

En tanto, en otros sitios de esta naturaleza también hay temor por el daño que se puede causar a patrimonios culturales como las huellas que hay en las rocas del Parque Nacional Toro Toro, ubicado en Potosí. “Tenemos muchas piedras y se las sacan, por eso hay que ir viendo que no tengan huellas, también roban pichones de paraba”, lamenta Beatriz Quispe Choque, del cuerpo de protección del lugar desde hace dos años.

Lee también: Así operan las mafias que depredan árboles en el Madidi y el Amboró

En Toro Toro, el guardaparque detecta extracción de piedras loza sin autorización. Se identificó al sospechoso para seguir con la investigación.

Aunque la vulnerabilidad es clara en todos estos sitios, debido a la extensión de los territorios, en algunos es más necesario el control que en otros. En el caso del Madidi, se garantizó la presencia activa de “guardas” en siete de los nueve puestos de control. “Hubo una reducción significativa en la frecuencia de patrullajes al interior del área protegida, por lo cual se tuvo que optar por asegurar el resguardo y control de los puntos principales de acceso. El Parque Nacional Madidi está bajo protección relativa pese a las limitaciones y en caso de ser necesario o requerirse el apoyo de las Fuerzas Armadas se tiene la predisposición para hacerlo en los puntos o áreas de influencia más importantes como Apolo, San Buenaventura e Ixiamas”, detalla el director, Jorge Luis Medina.

Aquí las amenazas pasan por la minería, pesca y caza comercial, incumplimiento normativo para la apertura de caminos, deforestación y avance de la frontera agrícola en zonas del Área de Manejo Integrado, megaproyectos hidroeléctricos, hidrocarburos, incendios forestales, cultivos ilegales y narcotráfico entre otras.

Tu aporte nos permite hacer periodismo independiente, de calidad y sobre todo útil para la sociedad. Conviértete en amigo/a de La Región. Suscríbete o haz una donación. (Haz clic en la imagen para saber más).

Por agua o tierra

 

Cuerpo de protección del Área Protegida Municipal de Gran Mojos. En este sitio se custodia a la paraba barba azul.

La mayoría de los guardaparques que trabajan en las áreas protegidas del país pertenecen a comunidades indígenas o campesinas aledañas a sus reservas. De ahí que muchos de ellos, más allá de percibir un salario, se sienten muy comprometidos con la conservación. Además de sus labores de custodia, en días normales ellos se encargan de controlar ingresos, realizar cobros en los lugares abiertos al turismo, apoyar la educación medioambiental y registrar fauna, entre otros. Actualmente algunos incluso apoyan la desinfección en poblaciones como San Borja. Así lo hacen los de la Estación Biológica de Beni.

“Si bien hay limitaciones para ejercer sus funciones, ellos intensificaron el control de los ilícitos y se dieron modos para hacerlo, lo cual es destacable”, asegura Cecilia Miranda.

En el caso de aquellos que cumplen la misión en sitios realmente alejados, la labor se convierte en un reto más que en una obligación.

En el Parque Nacional y ANMI Madidi los guardaparques se enfrentan a graves amenazas.

“Las amenazas que vivimos día a día son el ingreso de personas al área, no sabemos de dónde vienen, si son de otras comunidades. Ellos quieren sacar recursos naturales para llevar alimentos a sus poblaciones. No se está dando control de la Policía por estos lados, estamos solo nosotros como guardaparques. También hay tráfico de madera por el río Madre de Dios y estamos preocupados por la falta de gasolina, no se está pudiendo comprar por falta de recursos económicos y por lo difícil que es trasladarla desde Cobija”, cuenta Denis Navarro, guardaparque de la Reserva de Vida Silvestre Amazónica Manuripi, en Pando.

En este sitio, los ocho trabajadores se quedaron en sus dos campamentos (uno al norte y otro al sur). Pese a que en el Sernap les dieron la opción de volver a su casa, eligieron quedarse.

 

Richard Rivas (centro) junto a parte del cuerpo de protección de la UCPN Tucabaca. Foto: Facebook.

Richard Barrios Roca, director del Área Protegida Municipal Gran Mojos, de Beni, hizo lo mismo. En esta reserva, la pesca indiscriminada es una amenaza constante, ya que los depredadores operan ante la falta de control. A él le preocupa también el impacto económico por las visitas turísticas, que si bien no es un número grande, “siempre ingresa algo de beneficio”.

Como para muchos otros, el hecho de no contar con permisos de circulación, limita su labor, porque no pueden ingresar cuando desean.

 

Los beneficios para la biodiversidad

 

En la caverna de Toro Toro se vio más murciélagos y la calidad del ambiente mejoró notablemente.

Más allá de las amenazas, estos días de cuarentena fueron muy beneficiosos para la naturaleza. Los guardaparques entrevistados coinciden en que hubo mayor avistamiento de fauna y en lugares afectados por los incendios forestales el año pasado, hubo un reverdecer que devuelve la esperanza. Ello sin contar que la ausencia de turistas en ciertas áreas disminuyó notablemente la cantidad de desechos, lo cual es un respiro para el medio ambiente.

“Nos agarró una temporada de lluvia muy beneficiosa. Antes del coronavirus estábamos sumamente preocupados con la sequía y el reinicio de incendios, pero eso nos ha hecho miniminzar la amenaza de inicio de incendio, las actividades humanas también”, dice Richard Rivas de Tucabaca.

Varios colegas de áreas nacionales apuntan a un mayor avistamiento de fauna como señal de buena salud en estos lugares.

“Hay mucha diferencia de cuando había harta gente por el turismo, en cuanto a monitoreo de aves y murciélagos en las cavernas. En el pueblo se ha visto menos residuos sólidos y también hubo un cambio en las aguas servidas. Se ha notado mejoría, se produce menos de la mitad de residuos. Los atractivos (turísticos) también están descansando. Aquí cerca estaban construyendo la carretera y producían mucho ruido, ahora no hay eso y los animales se pueden desplazar de manera normal”, secunda Beatriz Quispe, de Toro Toro.

Lo que se viene

 

La caza furtiva es uno de los problemas más frecuentes en las áreas protegidas. En el Madidi, los guardaparques realizan patrullajes constantes.

Desde el Sernap se anuncia una crisis económica muy fuerte en la institución debido a un mal manejo de años anteriores. Con un cuerpo de protección en las 22 áreas protegidas de alrededor de 300 personas, los recursos para logística son limitados. “El Sernap está en una crisis financiera muy seria, la institución está quebrada. Tenemos un proyecto de apoyo de la Unión Europea y eso nos va a dar desahogo, pero todavía no ha salido”, dice Cecilia Miranda.

La reducción de ingresos por turismo será un golpe que deberán enfrentar las autoridades, además de las amenazas que no han cesado pese a la cuarentena. Con todo, los guardaparques se han convertido en aquellos héroes anónimos que preservan el patrimonio natural del país.

“Tengo temor de ser contagiado (por COVID19) por el movimiento de traslado de personas y la actividad de mantenimiento del centro de conservación, pero soy el único que está aquí. Trabajo desde 2006, como guía, intérprete y guardaparque, por suerte tengo el apoyo de mi familia”, afirma Sixto Aguilar, del Área Protegida Municipal Jardín de las Cactáceas, en Santa Cruz.

APOYANOS
Tu aporte nos permite hacer periodismo independiente, de calidad y sobre todo útil para la sociedad. Sé un amigo/a de La Región.