¿Qué es la taxonomía sostenible y por qué se encamina a ser un protocolo para la banca en Bolivia?

Una experta explica cómo la financiación climática ya no se define por temas agrícolas o pecuarios, sino por una clasificación de las actividades económicas que contribuyan al desarrollo sostenible.

Aunque su nombre suene más a la ciencia, lo cierto es que la taxonomía sostenible en realidad se vincula con las finanzas en términos de desarrollo amigable con el planeta y su preservación. Y le debe su importancia a su alineamiento con los objetivos del Acuerdo de París. De ahí que se encamina a convertirse en un protocolo para la banca en Bolivia y el resto del mundo.

“La taxonomía sostenible es la clasificación que se usa a escala internacional para identificar y etiquetar las actividades económicas y financieras que contribuyan al desarrollo sostenible y al logro de los objetivos ambientales y climáticos”, define Claudia Daza Pereira, asesora en temas de sostenibilidad y finanzas climáticas.

En América Latina, países como Colombia y México ya tienen una taxonomía sostenible determinada, en tanto que Ecuador avanza en el mismo camino. En Bolivia, sin embargo, aunque se trabajaron algunos temas inherentes en la Mesa de Finanzas Sostenibles, “desde la regulación hay muy pocos avances como para hablar de taxonomía”.

En experiencia de la asesora, la banca en Colombia y Ecuador en la actualidad viene haciendo una revisión de su cartera para alinearla a su taxonomía. “Es decir, ven cuánto de su cartera es realmente verde, cuánto de su cartera es realmente sostenible y ya puede apostar a buscar fondos, financiamiento o mostrar que está trabajando por este tema”, explicó.

En virtud de esos principios, Daza señaló que cada país “en el mediano plazo deberá tener una taxonomía, porque las actividades a ser financiadas son diferentes en cada territorio y región”, y su desarrollo deberá ser resultado de una estrategia específica.

¿Cómo lograr una estrategia ambiental?

Daza identificó cuatro pilares para que las organizaciones —no sólo de la banca, sino también de otras industrias o empresas— establezcan una estrategia ambiental consecuente con la taxonomía que eventualmente regirá en su país.

“Primero, conocer los objetivos del Acuerdo de París, que es como nuestra Biblia; segundo, cuantificar y reportar las emisiones de gases de efecto invernadero de las actividades de su organización. Tercero, definir objetivos basados en la ciencia climática, es decir, buscar soluciones basadas en la naturaleza; hablar de finanzas sostenibles ya no sólo es hablar de créditos rurales. Por último, diseñar una estrategia de sostenibilidad haciendo conciencia con todos estos puntos”, precisó.

En tiempos de cambio climático y la necesidad de aportar al desarrollo sostenible, la asesora indicó que una organización sostenible deberá alinear sus estándares y acciones a los principios de la sostenibilidad. “Adaptarse y aumentar la resiliencia climática es más rentable que responder a las catástrofes”, advirtió.