Quién es “Vesty” Pakos y por qué el Bioparque de La Paz lleva su nombre

En la década de los 90, la sede de Gobierno tenía un parque zoológico ubicado en la zona central. Homero Carvalho, escritor y amigo personal de Silvestre Pakos, recuerda cómo fue el traslado a Mallasa, mientras que Brenda Pakos, la viuda, reflexiona sobre el sueño que tenía su esposo con el actual centro de custodia de fauna silvestre.

Allá por la década de los 90, el Zoológico Municipal de La Paz estaba a cargo de la Oficialía Mayor de Cultura. Quizá porque en esa época se veía este tipo de espacios como un lugar de recreación, donde los niños iban “a ver a los monos” y se podían curar del amartelo cuando alguien muy allegado a ellos se marchaba. Así lo recuerda Homero Carvalho, escritor y oficial mayor de Cultura del alcalde Julio Mantilla (1991-1993).

Ya entonces, 1992, Mantilla (1951-2012) veía la necesidad de un traslado, porque las jaulas donde vivían los animales -desde leones hasta aves- estaban hacinadas y el espacio había quedado muy pequeño, sin contar que al estar en la zona central de la ciudad, el estrés que se les provocaba era severo.

En ese momento, hablar de un zoológico abierto no era una tendencia. El burgomaestre recordó, sin embargo, que el municipio tenía unos terrenos amplios en Mallasa, al sur de La Paz, una zona donde la gente solía bajar para hacer día de campo. Después de verlos, Mantilla supo de un herpetólogo austriaco a quien conocían como “el Vesty”, de quien le dijeron era una persona que “amaba a los animales”.

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Silvestre Pakos, “Vesty” para los amigos, había nacido en Austria, en 1946. A los cuatro años llegó a vivir a la sede de Gobierno con su madre, a quien él llamaba “Mutty”, huyendo de la Segunda Guerra Mundial. Desde entonces vivió en Obrajes, un barrio en el que tanto él como su madre, eran muy queridos. Entre otras cosas, ella tenía una tienda de barrio allí, donde además estaban los animales que criaba “el Vesty”.

“Cuando lo conocí, estaba con un buen amigo mío, Carlos Capriles, cuya esposa era bióloga y había trabajado en la Estación Biológica del Beni. Por esa razón, ellos se habían hecho amigos”, recuerda Carvalho ahora.

Tras conocer el proyecto de traslado, se encargó a Pakos estar al frente. Pero no sería muy fácil.

“¿Cómo vamos a ir a Mallasa?”

Para los paceños, pasar por la avenida Simón Bolívar y no ver su “parque de los monos” era impensable en ese momento. Por tanto, muchos se opusieron al traslado porque decían: “¿Cómo vamos a ir a Mallasa, no hay cómo llegar?”.

Pero la necesidad de cambiar la ubicación por el bien de los animales era urgente. De hecho, que ni siquiera se esperó que concluyeran las obras de infraestructura, porque varios ejemplares estaban muriendo. “A medida que se acababa algún espacio, trasladábamos a los animales”, dice Homero.

Durante todo este proceso, “Vesty” se puso al frente, trabajando en horas de la noche y la madrugada, precisamente para prevenir incidentes con los sectores que se oponían. Él supervisaba cada detalle para que ninguna especie sufriera. “Lo hicimos así porque hasta amenazaron con bloquearnos y no dejarnos pasar”.

El plan era inaugurar el zoológico cuando estuviera terminado, pero un viaje fatal acabó con el sueño de que “Vesty” Pakos inaugurara aquel espacio.

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“Vesty, dejanos pasar”

Su amigo Homero Carvalho recuerda que en su casa siempre había animales, incluida una serpiente que se desplazaba por todas partes.

Corría mayo de 1993 cuando Silvestre Pakos, su esposa Brenda y sus dos hijos pequeños emprendieron viaje hacia el albergue Chalalán, en el Parque Nacional Madidi, al norte de La Paz, para asistir al matrimonio de un amigo biólogo israelí.

Tras la celebración, ya en el viaje de retorno, el vehículo que conducía Pakos impactó contra una volqueta en una curva, ya en la zona de La Asunta, Yungas de La Paz. Él quedó muy grave, mientras que sus familiares solo tenían rasguños y golpes, recuerda el escritor beniano.

Luego de rescatar al herido, sobrevivió algunas horas en las que le pidió a su esposa Brenda que se hiciera una fiesta cuando muriera. Su muerte se registró el 13 de mayo de 1993. Tanto la esposa como sus hijos llegaron a La Paz, mientras que Homero Carvalho y otros colegas del zoológico debían encargarse del traslado del cadáver.

“Fuimos en dos movilidades, una camioneta y un jeep. Llegamos (a una población cercana al accidente) y él estaba en un galpón de techo de jatata, sobre una mesa. Lo metimos al ataúd, lo cargamos y a la vuelta nos pasaron una serie de cosas extrañas”, recuerda Homero.

Se pinchó una llanta, los vehículos no podían avanzar e incluso hubo un momento en que casi cayeron a un precipicio. Alguien de los presentes, que conocía las costumbres andinas, sugirió que el alma de “Vesty” no los dejaba partir. “Quiere quedarse en el monte, porque amaba la naturaleza”, comentó.

Creencia o no, todos se bajaron e hicieron un ritual con las hojas de coca y el alcohol que llevaban para el trayecto. Entre otras cosas, pidieron permiso para pasar y le dijeron al difunto que querían llegar a La Paz sanos y salvos. “Me acuerdo que yo le dije: uta Vesty, tu familia te está esperando en La Paz, dejanos pasar, acompañanos, ayudanos más bien”. Extrañamente, después de la ceremonia, todo fluyó en paz.

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El adiós a un gran amigo

Pakos, en un retrato que su viuda autorizó difundir a La Región.

Tanto el velorio como el entierro fueron muy concurridos. Llegó gente especialmente de Obrajes, el barrio de la niñez y juventud del biólogo, así como amigos que recordaban al hombre jovial entrañable que fue “Vesty” Pakos. El recién casado arribó también, esta vez con el puñal que tanto ansiaba su amigo en vida, pero que no pudo regalárselo. Ya en la fosa, se lo arrojó y le dijo: “ahí está”.

Lejos de llorar su muerte, en ese momento todos se fueron a casa de Brenda, en San Miguel y cumpliendo lo que había pedido, celebraron la vida.

Fue así que en la inauguración del Zoológico Municipal se decidió poner su nombre al actual Bioparque “Vesty Pakos”. En la placa de conmemoración estaban los nombres del entonces alcalde y otras autoridades, pero también un poema que le dedicó el compositor paceño Julio César Paredes, quien trabajaba en la Oficialía Mayor de Cultura. Lamentablemente, cuando cambió la gestión municipal, sacaron todos los recordatorios, hicieron otra inauguración e incluso hubo una tercera. Por fortuna, nadie se animó a cambiar el nombre.

Quienes conocieron a “Vesty” lo recuerdan siempre como alguien entrañable, buena persona, dispuesto a entregar lo que fuera necesario para ayudar a otras personas. En cuanto a los animales, tanto en la casa de su mamá como en la propia, cuando se casó, tenía siempre ejemplares que rescataba, por lo que no era extraño que una serpiente “saludara” a las visitas, por ejemplo. La relación que tenía con ellos era muy intensa, al extremo que no temía entrar a la jaula de los leones.

Si viviera…

La facilidad con la que se acercaba a los animales era asombrosa. Decía que no había que tenerles miedo, sino mirarlos con amor.

En La Paz muchos amigos y amigas lo recordaron en las últimas semanas, cuando en el actual Bioparque Municipal Vesty Pakos se registraron alrededor de 80 decesos de animales e intervino el Ministerio de Medio Ambiente y Agua.

Tras una inspección realizada en mayo pasado, se determinó el cierre temporal hasta establecer responsabilidades. Mientras, se nombró a un nuevo director, Omar Emilio Rocha Olivio, un biólogo con experiencia en Áreas Protegidas y Vida Silvestre, según refiere el diario paceño La Razón. Asimismo, el alcalde de La Paz, Iván Arias, posesionó a integrantes del Comité Científico de Planificación y Seguimiento a las Actividades del Bioparque: Francisco Osorio de la Carrera de Biología UMSA; Antonio Cajías y Tania Imaña de la Coordinadora en Defensa de la Madre Tierra (Codma); y, Viviana Albarracín de Senda Verde. Arias afirmó que este equipo tiene la misión de “ayudar a corregir errores y proyectar el Vesty Pakos”, se lee en la nota.

Al respecto, Brenda Pakos, viuda del extinto científico, dijo a La Región que reactivará la Fundación Vesty Pakos, para acompañar este proceso y captar ayuda para hacer mejoras. Sobre el conflicto suscitado, ve también un tinte político en la reacción ministerial, “aunque no deja de haber negligencia”. Lamenta que “toda una vida” este recinto haya sido visto como un botín político; problema con el que se maneja “el país en general”.

“Vesty nunca quería que sea zoológico, la idea era hacer un bioparque educativo, donde vayan las escuelas a conocer estos lugares. Que los chicos vayan a conocer la naturaleza. Mucha gente dice: ‘que devuelvan a los animales’, pero no saben que si eso pasa, van a morir, porque ya perdieron sus habilidades. Nosotros vamos a reactivar la Fundación, vamos a estar sobre eso, para que no se lleve así el nombre de mi esposo, que ha hecho esto con tanto cariño”, comenta.

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