Cada vez más individuos, de diferentes especies, llegan a centros de custodia, ya sea por decomisos, o porque familias que los tenían en sus casas los ven como un problema, cuando alcanzan la madurez sexual. Algunos -muy pocos- logran ser rehabilitados para volver a su hábitat, pero los más son derivados a centros de custodia -públicos o privados-, donde terminan sus días. Los fotógrafos David Grunbaum y Daniel Alarcón*, como parte de su aporte para concienciar a la ciudadanía sobre este flagelo, captan estas imágenes de animales que están en refugios o bioparques, como una manera de dar a conocer cómo terminan muchos de estos seres. Detrás de cada uno de estos rostros hay historias que tienen que ver con la matanza de madres, para arrebatar a sus cachorros, la destrucción de nidos para extraer pichones, y la mortandad de muchos de ellos durante el traslado o la estancia en cajas mientras esperan ser vendidos.

Estos pichones de loros de Ala amarilla,(Brotogeris chiriri) forman parte de un grupo de animales rescatados, hace algunos años, que estaban en manos de personas pertenecientes a un pueblo indígena de tierras bajas, durante un operativo de la Gobernación de Santa Cruz.  Debido a que eran neonatos o recién nacidos, muchos murieron pese a los cuidados profesionales que les dieron.


Los primates son algunos de los animales más «mascotizados», debido a que se los ve como seres «divertidos» o con comportamientos muy próximos al ser humano. Sin embargo, para muchas personas se convierten en «problemas» cuando alcanzan la madurez sexual y terminan encadenándolos, o entregándolos a centros de custodia.


Debido al estrés al que son sometidos estos animales, muchos terminan arrancándose las plumas. Esta paraba es una víctima del tráfico, que fue derivada al Zoológico de Fauna Sudamericana «Noel Kempff Mercado» de Santa Cruz, que es considerado un centro de custodia, porque recibe a estos individuos, para brindarles arención y rehabilitación. La mayoría de los individuos silvestres no puede volver a su hábitat, debido a su grado de afectación, o porque los sacaron siendo crías o pichones.


En los refugios de animales hay historias desgarradoras. Algunos de los «huéspedes» no solo tienen daños físicos, sino psicológicos, porque hay casos en los que pasaron años encadenados o maltratados.


Estas cotorras son algunas de las más comercializadas en mercados y ferias. Para evitar que vuelen, les cortan las alas. En operativos recientes del equipo de Biodiversidad de la Gobernación de Santa Cruz, hubo vendedores que las apretaron y botaron al suelo, para que no se las decomisen.


Este tejón se encuentra en el centro de custodia Ser Fauna de Santa Cruz, que tiene varios individuos víctimas del tráfico. Muchos de ellos llegan en situaciones muy graves de salud, por lo que necesitan atención las 24 horas. Tanto este refugio como la mayoría de los que existen en el país, son autofinanciados, eso significa que no reciben ningún apoyo estatal, pero en muchas ocasiones entidades departamentales derivan a los animales que rescatan a estos centros.


*David Grunbaum y Daniel Alarcón son autores de la colección de fotografías del libro “Retratos de familia”, que incluye imágenes de animales víctimas de tráfico, «mascotismo» y aquellos que fueron rescatados durante los incendios forestales de 2019 y 2020. 


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