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Rocío Lloret Céspedes / Foto: Daniel Alarcón
1 Matar a la madre
“Lo primero que hay que tener claro es que para extraer una cría de la vida silvestre, es necesario arrebatarla a la madre. Y para eso, la mayoría de las veces hay que matarla, porque si ella está presente, no va a permitir que se la lleven”. Mariana Da Silva -especialista en biología de la conservación y tráfico de animales silvestres- explica así cómo comienza la trata de especies.
Los tratantes –dice- hacen ese procedimiento varias veces: buscar madrigueras o nidos, en el caso de las aves, recolectar la mayor cantidad de individuos y vender los que sobreviven. La mayoría no lo hace. Durante tortuosos viajes, sin alimentos ni agua suficientes, en condiciones de hacinamiento total, a las ciudades llegan muy pocos para ser comercializados como mascotas. A veces los trasladan en buses, otras en camiones o incluso en aviones, ocultos en cajas, porque saben que es ilegal.
En las urbes los exhiben en jaulas. La gente pasa, los ve, siente pena y los compra “para ayudarlos”. En realidad alimenta mafias, que no solo implican a cazadores, sino también a acopiadores y vendedores. Estos grupos organizados muchas veces son extremadamente peligrosos, porque también se dedican al tráfico de drogas y armas, según la experta. Incluso hay comunidades de donde sacan los animales, que son amenazadas.
“La gente dice: lo he comprado porque me daba pena, lo he visto en una jaulita. Eso es entendible, pero el problema es que al hacerlo, se beneficia al traficante, que sigue alimentando el mercado porque hay demanda”.
El otro tipo de tráfico de fauna silvestre, cuyo fin no necesariamente es comercial, también implica matanza de animales. “Se da mucho en lugares donde hay ganado u otras especies domésticas”.
Cuando un animal silvestre pierde su hábitat y no tiene qué comer, empieza a buscar en los alrededores. Ahí ataca a ovejas o gallinas; ganado, en el caso del jaguar. Los dueños salen a buscarlo y lo matan, porque ven amenazado su patrimonio.
Precisamente eso ocurrió con el caso de “Antonio”, un zorro andino (Lycalopex culpaeus) de diez meses, que fue criado como mascota en Oruro, según cuenta Brayan Ahjuacho, quien atribuye ser el “propietario”. Mira el testimonio en este video ?
En esta nota encuentra la forma de operar de los vendedores https://bit.ly/3NBNsMr
Mira el video completo aquí
2 De la ternura a la molestia
Los traficantes capturan cachorros, porque son indefensos, dóciles, tranquilos y generan sentimientos de ternura en quienes los compran o se quedan con ellos. Ni los unos ni los otros conocen su comportamiento, de hecho no saben ni de qué se alimentan.
Por eso desconocen que a medida que van creciendo, generan hormonas, desarrollan habilidades, su intuición se agudiza.
“Por ejemplo se piensa que todos los zorros son iguales y no es así, hay muchas especies. En el caso del zorro andino (“Antonio”) es solitario, no hace manada como los lobos, o los perros domésticos, que vienen de los lobos. Ellos (los canes) todavía conservan ese instinto y establecen jerarquías para vivir tranquilos en una familia con gente. Tienen eso en sus genes. En cambio esta especie silvestre es solitaria, eso quiere decir que no tolera a otros individuos ni siquiera de su propia especie, solamente se junta para reproducirse”, dice Da Silva.
En la naturaleza, cuando el Lycalopex culpaeus –el segundo zorro más grande de Bolivia- cumple un año, deja la madriguera. Si no lo hace, la propia madre lo expulsa, porque no lo soporta.
“Cuando llegue a ser adulto, generará más hormonas, que lo harán más territorial, agresivo. Por el estrés de estar en cautiverio, se puede tornar muy agresivo con la familia y los animales domésticos que lo rodean. Los zorros son cazadores y fácilmente pueden matar un perro. Ese es el otro punto del tráfico, casi siempre se los agarra de pequeñitos y una vez que crecen, llegan a esta etapa en que quieren su territorio. Se ponen agresivos porque simplemente no son mascotas, empiezan a atacar, a marcar territorio. La mayoría lo hace con su orín y sus heces, que de por sí tienen un olor muy fuerte y a la gente –obviamente- no le gusta que su casa huela a pis”.
En la naturaleza, hacer eso es decirle a los otros individuos: estoy acá.
3 La salud de la especie
El zorro andino en Bolivia no es una especie amenazada, es bastante común en la región andina. En La Paz incluso se lo puede ver en zonas periurbanas. Hasta hace algunos años, según la bióloga, se traficaba su piel para hacer abrigos. Actualmente se lo caza para usar sus patas y su hocico en rituales. “Todavía se usa este tipo de cosas todavía, hemos tenido reportes de ello. Pero el conflicto más grande que tiene es con la gente. Cuando el zorro no tiene qué comer, empieza a buscar ovejas o gallinas. Es difícil para estos animales, hay zonas donde ya no están por ese tipo de cosas”.
Claro, las comparaciones que hacen los biólogos son relativas, respecto a qué otra especie está peor. Si se mide al zorro andino con el jaguar, por ejemplo, este último es más amenazado, pero no por eso el cánido está a salvo.
“El mensaje que se está dando al permitir que viva como mascota es preocupante. Además de lo explicado, es un peligro también desde el punto de vista de la salud. La pandemia que estamos viviendo está relacionada al tráfico de animales. El ébola, SARS, otras enfermedades que fueron epidemias terribles son consecuencia de esta relación tan enferma que se ha tenido con los animales. Esta idea de que hay que comercializarlos”.
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Pronunciamiento del Colegio de Biólogos de La Paz, a propósito del caso del zorro “Antonio”.
*Mariana Da Silva estudió Biología en la UMSA. Tiene una maestría en Biodiversity, Conservation and Management en la Universidad de Oxford (Inglaterra). Es parte del Colegio de Biólogos de La Paz y Coordinadora general de Nuestros Vecinos Silvestres. Es especialista en biología de la conservación y tráfico de animales silvestres. Ha sido parte de publicaciones científicas, documentos técnicos, libros y manuales. También conferencista de eventos científicos y académicos.
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