Agua chocolatada: Crónica de una expedición por ríos de Bolivia en pro del ecoturismo y el cuidado de cañones

Un grupo de expertos en deportes extremos y defensores de los ríos como medio de vida, recorrieron las aguas del Río Grande y sus afluentes, para promover el turismo con propósito. Desde su experiencia, ven posible hacer de actividades como el kayak, para generar recursos, en lugar de construir hidroeléctricas como Rositas, en Santa Cruz.

Rocky Contos navegando en las aguas del río Grande en Bolivia, marzo 2023. Foto: Gabriel Díez.
Rocky Contos navegando en las aguas del río Grande en Bolivia, marzo 2023. Foto: Gabriel Díez.

En el cielo, detrás de montañas alfombradas de verde oscuro, un hilo de luz se dibuja en el telón de una tarde gris de marzo. Es enraizado, efímero. “One, two, three, four…”, inicia el conteo, muy concentrado. Llega a 19 segundos: “nineteen”, dice casi en un susurro. Y entonces, de pie, con el casco de seguridad puesto, el chaleco salvavidas abrochado y un remo en cada mano, el hombre escucha el retumbar de la naturaleza. Junta los párpados y afina la mirada. Calcula que el rayo cayó a unos seis kilómetros y que el aguacero se avecina. Dejar de remar no es opción.

Observemos al sujeto. ¿Cuál es la chance de encontrar al actor estadounidense Clint Eastwood, en sus cincuentas, navegando en las chocolatosas aguas de un río boliviano? ¿Será que decidió dejar a su caballo en el establo, colgar los trajes de sus películas de cowboy en el ropero y subirse, desarmado, a un bote de rafting? Quizá no. Quizá solo se trata de un hombre con ciertos rasgos y gestos similares a la estrella de Hollywood y que entre finales de marzo e inicios de abril de 2023 estuvo en Bolivia con una tarjeta de presentación por delante: protector de ríos y cañones.

“Los ríos son vida. Tallan estos cañones y forman el paisaje. Hay un montón de vida silvestre y ecosistemas que se desarrollan a su alrededor”, dice en inglés con voz suave. Tiene el cabello castaño claro recortado, pero en notorio crecimiento al igual que la barba.

Para la entrevista reposa en una silla portátil en una ribera del Río Grande, luego de haber atravesado un día antes los angostos y cálidos parajes de la Barranca San Pedro. Cada tanto ladea la cabeza y hace una mueca por esa molestia natural que uno tiene cuando la luz del sol llega directo al rostro —en este caso con los primeros rayos del nuevo día— y pareciera que su alter ego estuviera a punto de desenfundar el revólver. Pero no, no se trata de Eastwood, sino de James «Rocky» Contos, un neurocientífico con dotes de aventurero.

James no se define como un perfeccionista, pero sí le gusta que todo salga bien y esté en orden, tanto en tierra como en la embarcación. Antes de partir, su bote, con cuatro cámaras de aire, debe estar inflado con medidas exactas: 2,2 PSI (libras por pulgada cuadrada) cada una. En los campamentos itinerantes, los cuatro bañadores para lavar la vajilla —uno para sacar las sobras de alimentos, otro para enjabonar, un tercero para afinar la limpieza y el último para enjuagar— deben estar en dirección al flujo de la corriente del río, en ese orden. Cada implemento de limpieza o de cocina y cada alimento deben estar en su respectivo cooler o en su caja seca.

Y en el agua, concentración al máximo.

Río Grande Bolivia

Rocky (51) aprendió kayaking en California del Norte a fines de la década del 80. En décadas subsiguientes remó casi todos los ríos de México y Perú. Desde 2011 se dedica a organizar este tipo de viajes y en la actualidad los ofrece a través de la empresa SierraRios, con sede en Estados Unidos. Su perfil de “ávido kayaker, rafter, explorador, activista y guía”, lo ha llevado a levantar la bandera del cuidado de ríos en todo el mundo, ante la amenaza de represas, hidroeléctricas y cualquier tipo de contaminación.

“Me encanta el Río Grande y quiero verlo protegido”, dice Rocky. Por este cauce está prevista la construcción de la hidroeléctrica Rositas (Santa Cruz), pero el proyecto está paralizado. El Grande es un importante tributario para la cuenca del Amazonas, aunque en menor medida que el río Mamoré y el río Beni.

Entre el 24 de marzo y el 6 de abril de este año, “Rocky” lideró una expedición de 10 personas, la mayoría turistas con buena experiencia en rafting y kayaking,en territorio nacional. En este recorrido lo acompañaron los también estadounidenses Stephen Dargie (29), Erik David Pollock (49), Donald “Donny” DeBord (43) y Julian Ferrer (22); el ecuatoriano Jorge Marcelo Meneses, el guía local César Saavedra Flores (30), el guía uruguayo Ariel Diaz Cattalurda (53), y los nacionales Paola Alejandra Gonzales Valverde y Jorge Ricardo Gonzales Valverde como pasajeros.

Los tres kayakers fueron Ariel, Julian y Stephen; Meneses hizo algunos tramos en esa modalidad. Mientras que los cuatro botes con toda la carga fueron guiados por Erik, Donnie, César y Rocky. La partida fue desde el río Chayanta, en una playa del cantón Huaycoma del municipio potosino de Ravelo. El atraco final fue en Abapó —ya en el río Grande o Guapay— en el municipio de Cabezas, provincia Cordillera en Santa Cruz. Entre 2015 y 2016, Contos, natural de San Diego, Estados Unidos, ya había tenido sus primeras experiencias en Bolivia, en los ríos Pilcomayo y Grande, con ingresos en kayak.

Cuenca del río Grande, en verde al centro de Bolivia, por la cual transitó la flota de rafters y kayakers. Imagen: Cedib.
Cuenca del río Grande, en verde al centro de Bolivia, por la cual transitó la flota de rafters y kayakers. Imagen: Cedib.
Primer día de la expedición antes de partir. De izquierda a derecha: Julian Ferrer, Ariel Díaz, Erik Pollock, Stephen Dargie, Rocky Contos, César Saavedra y Donny DeBord. Foto: Gabriel Díez.
Primer día de la expedición antes de partir. De izquierda a derecha: Julian Ferrer, Ariel Díaz, Erik Pollock, Stephen Dargie, Rocky Contos, César Saavedra y Donny DeBord. Foto: Gabriel Díez.

Disfrutar los ecosistemas

Para empezar a disfrutar en un viaje como este hay que esperar al segundo o tercer día. Todos coinciden en que las primeras 48 horas son “las peores”.

Hay que trasladar hasta una ribera pesados contenedores de alimentos, agua y todo el material necesario para dos semanas: botes, infladores, kayaks, remos, parrillas de carga, cajas de herramientas, carpas, sacos de dormir, una cocinilla, una garrafa, sillas y mesas armables, platos, vasos, cubiertos, un baño portátil, etcétera. En esta ocasión, hubo durante el primer día tres actores centrales —casi héroes, dado que el bus que hizo el traslado desde la ciudad de Sucre se estacionó a 590 metros de la playa— que ayudaron a aminorar el peso extremo de todo eso: Agustín y Ángel, comunarios quechuas de San Pedro de Buena Vista, y Choco, una mula macho.

Agustín y su mula Choco, junto con Ángel (foto derecha), ayudaron en la mudanza desde el camión hasta la playa durante el primer día. Fotos: Gabriel Díez.

Ya en la corriente, Rocky comanda su bote con la seriedad de un sheriff de las aguas, no importa si estas están calmas. En un choque estilístico, en otra embarcación va Donny; sin casco de seguridad, con un sombrero de paja, escuchando música, moviendo la cabeza cual roquero en pleno concierto y soltando un “woo-hoo” cada que una buena ola eleva su bote. “Mientras peor se pone, tienes más diversión”, es el lema de este constructor de casas retirado.

—Donny, ¿respetas al río?

—Oh, yes! —sonríe y desarrolla una breve explicación mientras sigue remando para que su bote rojo siga en trayecto: “El río me ha golpeado demasiadas veces como para no respetarlo”. Cuando lleguen las aguas rápidas será el momento para que Donny use el casco.


Expedición por el río Grande en Bolivia, marzo-abril 2023. Fotos: Gentileza Rocky Contos


Con la voz grave, Ariel cuenta que como guía de rafting y kayak trabajó en la mayoría de los países de Latinoamérica y también en algunos europeos. Para él los ríos son una pasión, las venas del planeta; y los viajeros, una familia. Sin residencia fija, aprendió a vivir desapegado de las cosas materiales y a apreciar cada día más lo que tenemos y a veces no vemos.

Stephen, que va en otro de los kayaks, siempre tiene una sonrisa en el rostro, no importa si recién acaba de dar un vuelco de 360 grados y está totalmente empapado y corre el riesgo de lastimarse. Es normal escucharlo hacer una broma o alguna observación graciosa. En Estados Unidos trabaja como técnico de emergencias médicas en una ambulancia. Y una muestra de su versatilidad es que estudió geohidrología. “Por eso adoro estar en lugares como estos”.

Guía de rafting en sus veintes, Erik tiene la labor de, ni bien se hace una parada para merendar o acampar, armar la o las mesas y disponer los alimentos. En este tipo de viajes el trabajo en equipo es muy importante y la horizontalidad, más allá de la necesidad de tener alguien a la cabeza, es esencial. Ya entrada la noche o muy temprano en la mañana es momento de su ligera chompa azul, casi tan clásica e infaltable como su gorra beige con la inscripción: “Saco River Canoe & Kayak”. Con una licenciatura en geología y química, una maestría en geología y más de 70 trabajos disponibles en Google Scholar, trabaja actualmente en la Universidad de Arkansas. “Nunca había estado en Bolivia y ahora que estoy aquí veo que es hermoso”, dice.

Rocky, en su bote amarillo, suele tomarse momentos para encender la cámara grabadora GoPro que está sobre su cabeza y hace descripciones de los lugares por los cuales la delegación transita. Hace anotaciones verbales del paisaje, de la vegetación y de los animales que aparecen en las veras según va descendiendo la flota. En las nacientes del río Grande, en la región de los ríos Chayanta y San Pedro y también a la altura de Puente Arce —en la frontera entre Cochabamba y Chuquisaca—, es posible ver volquetas con gente que trabaja en extracción de áridos.

A lo largo de esta cuenca la naturaleza se transforma. De montañas y cañones con bosques secos se transita cada kilómetro abajo a escenarios cada vez más verdes y húmedos. La fauna también cambia según se va dejando el área subandina, con vacas de pastoreo y cabras mayormente, hasta llegar a los 445 m s.n.m. de Abapó. Recurramos a la memoria de Stephen: búhos, “algunas arañas locas”, “toneladas de loros”, guacamayas, tucanes, lagartos, nutrias de río y en los últimos días de excursión es posible ver capibaras en las riberas.

Respecto al color del agua, la mayoría de los visitantes se sorprende. Pese a tener experiencia en muchos ríos, y algunos de ellos en varios países, esta tonalidad y espesura les es extraña. Estaban tan acostumbrados a lo cristalino, que navegar en estas turbiedades les cambió la perspectiva. Si uno se abstrayera por algunos segundos, podría pensar que está flotando en aguas de chocolate (con un poco de leche, claro). Y es tanto así que en algunas de las orillas de este río pareciera que la receta cuajó y en vez de playas hay pudín.

La investigadora Marlene Quintanilla explica a La Región que la coloración, no solo en este río, se debe a los altos niveles de erosión hídrica en las cuencas altas. “En muchos lugares se ha eliminado la cobertura vegetal natural por el sobrepastoreo de ganado, y la alta actividad agrícola intensiva, dejando suelos desnudos. Cuando llueve muy intenso, la fuerza de las gotas de agua en áreas sin vegetación lava el suelo y lo erosiona, provocando un gran arrastre de sedimentos de suelo que son llevados por el agua hasta los grandes ríos”.

La paradoja de Julian

De fondo, y no muy a lo lejos, el agua suena bastante fuerte luego de una noche lluviosa. Mientras los navegantes recogen sus carpas, las mesas y todos los elementos de la cena y se alistan para volver a partir, Julian conversa sobre su historia y lo que representa el río para él. Este joven ingeniero mecánico de Colorado (Estados Unidos), tuvo su primera experiencia en kayak a los 10 años en un viaje familiar por Ecuador. Ahora es poco más que un estilo de vida combinado con su trabajo de arborista.

—¿Alguna vez sentiste miedo?

Julian hace una pausa. Mira hacia el caudal ruidoso. Cuando conversa es serio, pero es muy amable y solícito si alguien necesita ayuda. Y en las aguas rápidas se lo nota muy concentrado sin dejar de divertirse. “El río puede ser peligroso. Tienes que aprender cómo reconocer el miedo, pero que no interfiera en tu performance”, responde.

—¿Qué significa el río para ti?

Nueva pausa, esta vez de 30 segundos. Frunce el ceño. Exhala profundamente con las mejillas infladas como si soplara para avivar el fuego de una fogata. Gira la cabeza a la derecha y contempla la escena como si mirase una obra de arte y buscara inspiración para describirla. Contesta de forma paradójica:

“El río me devuelve a la tierra. Es como un estabilizador. Porque tengo un trabajo, una casa y mi mente tiene todas esas cosas. Pero cuando llegas al río, está fluyendo constantemente, entras en un cañón y bajas por sus aguas y te permite estar en el momento”.

La visión de César

César Saavedra hizo, hace y hará kickboxing y muay thai (boxeo tailandés). La mirada feroz en sus fotos de los tiempos de peleador contrasta con la persona amable y de risas cortas que ayudó a la delegación a llegar a buen puerto en esta aventura.

Sentado en el extremo chuquisaqueño de las ruinas del puente colgante Arce, Distrito 7 de Sucre, recuerda con mucha claridad el día en que, después de una pesca cerca de ese lugar y con sus estudios en Turismo recién terminados, vio a una flota de botes acercarse sobre las aguas del río Grande. Con un par de movimientos, sin darse cuenta siquiera, ya se encontraba entre ellos para saciar su curiosidad. Así conoció a Rocky.

“Al día siguiente no dudé acompañarlos un día río abajo. De ahí tuve que volver a pie. En otra oportunidad fui a esperarlos más arriba y también los traje hasta acá. Y en cada una de sus expediciones en Bolivia, desde la primera en 2015, siempre lo estuve apoyando”, cuenta.

Para lo que viene, César busca consolidar este tipo de viajes de aventura para gente local y extranjera. Con su empresa “Mi Río Servicios Turísticos” ya hace tours de medio día, una jornada completa y de varios días en botes de rafting. Quiere consolidar las visitas de un día en Torotoro (Potosí) y cuatro días de descenso en río hasta Puente Arce. Otra de sus metas es seguir haciendo la ruta de 60 kilómetros, también fluvial, desde Puente Arce hasta el punto de confluencia del Área Natural de Manejo Integrado (ANMI) Municipal Lagarpampa – Mollepampa en Aiquile, Cochabamba, y el Área Natural de Manejo Integrado (ANMI) El Palmar en Chuquisaca.

Obstáculos para el ecoturismo

Una de las mayores preocupaciones de “Rocky” —que se inspiró en un documental de National Geographic y en la película sobre kayakers, Deliverance (1972) para hacer lo que hace— es que el proyecto hidroeléctrico Rositas genere problemas en el río Grande y en las zonas que hoy en día beneficia con sus aguas. “Desafortunadamente, este río, como muchos ríos especiales y únicos, corre el riesgo de ser destruido con represas. Parte de la razón por la que me gusta traer gente a estos increíbles ríos es inspirar más activismo para protegerlos. Quienes experimentan los ríos de primera mano se dan cuenta de que son algunos de los lugares más preciados del mundo”.

Hace 50 años, durante el gobierno de Hugo Banzer Suárez, se formalizó el tema por primera vez. En 1973, mediante el Decreto Supremo 1171, y con la justificación de que el proyecto Rositas en el Río Grande “respondía a un aprovechamiento integral de los recursos hídricos”, se aprobó el convenio de asociación acordado entre la Corporación de Desarrollo de las Fuerzas Armadas, el Comité de Obras Públicas de Santa Cruz y la Empresa Nacional de Electricidad para su construcción e implementación.

Pero no fue sino hasta 2016, durante el gobierno de Evo Morales, que se realizó el intento más serio de poner en marcha —con la adjudicación a la Asociación Accidental Rositas— la hidroeléctrica que, se dijo, generaría 3.000 giga watts de energía eléctrica al año. En ese tiempo, el proyecto fue presentado como “el sueño anhelado de Santa Cruz”. Sin embargo, después de mucha oposición y cuestionamientos su ejecución está paralizada. En la página web de la Empresa Nacional de Electricidad (ENDE), dependiente del ministerio de Hidrocarburos y Energías, su ficha, en la carpeta “En estudio”, aparece como en “etapa de inversión”.

Presentación de ENDE del 1 de febrero de 2016 respecto a la ubicación proyectada de las presas. Imagen: ENDE Corporación.
Presentación de ENDE del 1 de febrero de 2016 respecto a la ubicación proyectada de las presas. Imagen: ENDE Corporación.
Ubicación de la presa de Rositas proyectada en 2017. Crédito: “INFORME FINAL DE DISEÑO FINAL DE LA CENTRAL HIDROELÉCTRICA VOLUMEN I : RESUMEN EJECUTIVO” (2017). Ende Corani | Ende Corporación | Eptisa.
Ubicación de la presa de Rositas proyectada en 2017. Crédito: “INFORME FINAL DE DISEÑO FINAL DE LA CENTRAL HIDROELÉCTRICA VOLUMEN I : RESUMEN EJECUTIVO” (2017). Ende Corani | Ende Corporación | Eptisa.

Según Fundación Solón, a partir de un informe de diseño final de 2017 y otros datos, se trata de un proyecto que incluye un complejo de siete presas desde más abajo de Puente Arce hasta Abapó.  Si bien en la actualidad no se trabaja en la construcción ni implementación de las infraestructuras, se estima que, de darse, se podría afectar a 570 especies de fauna y 2.415 de flora, además que implicaría más de 400 km2 de inundación y un efecto negativo para alrededor de 23 comunidades. Para un estudio más detallado del caso, desde Fundación Solón se sistematizó la documentación relativa a este complejo hidroeléctrico.

Rositas o no, James Contos —que lleva su apodo por el boxeador estadounidense Rocky Marciano— no piensa dejar de remar. Su agenda, y la de su equipo de trabajo incluye visitas a ríos de México, Perú, Argentina, China, Etiopia, Zambia, Canadá y también nuevas incursiones en Bolivia. Amante de las frutas desde muy joven, esos alimentos son parte imprescindible de su dieta en cada viaje. ¿Se imaginan a un joven Clint Eastwood saboreando una chirimoya en el río Pilcomayo? Quizá, próximamente.